Editorial

La brutalidad de la ofensiva de Israel en Gaza obliga a tomar partido

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La magnitud de la destrucción y el bloqueo de la ayuda internacional han alcanzado niveles inimaginables de desesperación en Gaza, y las imágenes de niños desnutridos y hambrientos son tan gráficas que la presión internacional, incluso de países afines a Israel, se ha endurecido estos días de forma casi unánime. La conclusión ya es global, lo que está sucediendo en Gaza es inaceptable. Denunciarlo no es antisemitismo, sino un ineludible imperativo moral. Defender la existencia de Israel y su derecho a responder ante el brutal ataque terrorista de Hamás de hace 19 meses no equivale a justificar hoy la operación limpieza de su primer ministro. Frente a ello, Reino Unido da por rotas las negociaciones comerciales con Israel, Canadá y Francia amenazan con represalias y Europa endurece su discurso: si Benjamín Netanyahu no afloja, se pondrá en cuarentena el acuerdo que rige la relación política y comercial entre la UE e Israel, lo que supone un giro sustancial en la hasta ahora timorata respuesta europea.

Hace más de un año España e Irlanda ya reclamaron medidas de presión similares sin mucho éxito. Ahora, Pedro Sánchez vuelve a poner Gaza en el centro de su agenda. La política exterior siempre ha sido un terreno abonado a los gobiernos que tratan de recuperar iniciativa cuando se tambalean en casa. Pero incluso si hay cálculo, estrategia y cortinas de humo, eso no invalida el fondo: buena parte de la ciudadanía española rechaza la brutalidad de la respuesta israelí. Y Sánchez sintoniza con ese sentir mayoritario, asumiendo el riesgo del quebranto de las relaciones con Israel, convencido de que eso es lo que la opinión pública apoya, incluidos sectores conservadores. En contraste, el PP mantiene una posición de equilibrio en la que evita en todo momento criticar a Tel Aviv, a pesar del giro de la mayoría de países europeos. La decisión del pasado martes de votar en contra del embargo de armas, y esquivar la rotundidad en las condenas, revela falta de reflejos para entender las claves de la agenda internacional.

Hasta el canciller Friedrich Merz ha puesto en paréntesis el apoyo inquebrantable de Alemania a Israel e insta a prevenir la hambruna en Gaza. Mientras, el resto se mueve y toma partido, Alberto Núñez Feijóo sigue quieto en la ambigüedad. Insistir en acusar al presidente del Gobierno de utilizar el conflicto para desviar la atención de los múltiples y crecientes lodazales en su entorno más próximo no está reñido con mostrar sensibilidad hacia una crisis que genera una honda preocupación global. Una posición más definida y comprometida con los valores de la mayoría podría fortalecer la credibilidad de Feijóo en el ámbito internacional y podría contribuir a achicar espacios a su derecha en el nacional. En el control de los extremos también es más avezado Sánchez, al que no parece que le preocupe ver cómo la izquierda a la izquierda del PSOE, propalestina y antimilitarista, hace que se moviliza para tratar de sobrevivir.