Anticiparse al peligro

Laura Camacho (EFE)
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El empeño de las Fuerzas de Seguridad por impedir cualquier acción extremista en territorio español firmó, con 78 detenciones, un balance excepcional el pasado año

Imagen de archivo de una operación policial en Ceuta contra una célula terrorista dedicada a captar, adoctrinar y enviar a niños y jóvenes a la zona sirio-iraquí para convertirse en futuros combatientes en las filas del Dáesh - Foto: EFE/Reduan

Taño ras los atentados del 11 de marzo de 2004, 2023 pasará a la historia como el más fructífero en la lucha contra el terrorismo yihadista en España. Un período que deja la cifra 78 presuntos extremistas detenidos (la segunda más alta de la historia), la mayoría arrestados por agentes de la Comisaría General de la Policía en 12 meses de actividad «muy intensa», sobre todo desde octubre por la guerra en Gaza y por la preocupación ante la radicalización de menores.

Responsables de la lucha contra el yihadismo en esta comisaría general hacen ahora balance de un 2023 en el que sus efectivos repitieron diariamente la receta de la «anticipación», una línea muy delgada pero que defienden como la mejor forma de poder neutralizar la amenaza. «¿Quién se arriesga a no detener a alguien que puede pasar de un día a otro a querer matar a alguien?».

Y aunque no es infalible, su apuesta les sitúa en niveles altísimos de eficacia en la lucha policial contra el terrorismo, en un año en el que sumaron 66 detenidos, en el que no hubo ni una sola sentencia absolutoria, en el que se mantuvieron abiertas «posiblemente más investigaciones que nunca» y en el que se procedió a la expulsión del país de 35 personas por seguridad nacional. «Se está trabajando muy bien con fiscales y jueces», resume un mando policial, que subraya la cooperación con los servicios antiterritoristas europeos y con territorios como Marruecos o Arabia Saudí.

En el radar policial

Junto con la Guardia Civil, la lucha contra el yihadismo se saldó el pasado año con 78 detenciones, solo superadas en estas dos últimas décadas por los 131 arrestos tras el mayor atentado islamista en Europa con 192 asesinados en Madrid por las bombas colocadas en varios trenes el 11 de marzo de 2004, y los 92 arrestos de 2005, según los datos del Ministerio del Interior.

Para los efectivos de Información, el elevado número de detenidos en el 2023 que se acaba de dejar atrás viene condicionado por la escalada de tensión en Gaza desde el verano y la guerra abierta tras los ataques de Hamás a Israel el pasado 7 de octubre, un escenario que motivó al Ministerio del Interior a reforzar el nivel 4 de alerta, el penúltimo escalón previsto y en el que España se sitúa desde hace ocho años.

De hecho, desde ese momento la Policía Nacional capturó a 43 personas, tan solo una menos que todos sus arrestados en 2022.

La fuentes policiales aseguran, no obstante, que la situación en Oriente Próximo no ha provocado un «boom» de individuos radicalizados. «Esperábamos que se pudieran producir nuevos focos, pero no ha sido así», resalta el investigador, que explica que la mayoría de detenidos estaban ya «en la órbita policial» y que a raíz del conflicto incrementaron su actividad e, incluso, su deseo de pasar a la acción.

Por ejemplo, uno de los arrestos más relevantes de los últimos meses fue el de Mustafá Maya Amaya, considerado en 2014 como «el mayor reclutador yihadista de Europa» y que, tras obtener la libertad hace un año y medio, había vuelto a las andadas y retomado contacto con personas afines al Estado Islámico para atacar.

En el radar de los servicios de Información también figuraba desde hace más de un año un individuo residente en Terrasa (Barcelona). Sus mensajes en redes sociales iban teniendo cada vez más repercusión, llegando a sumar cerca de 400.000 seguidores.

A principios de noviembre fue detenido. Los agentes no esperaron tras comprobar que en días anteriores había acelerado búsquedas de armas blancas y chalecos antibalas.

Repatriados y expulsados

Para la Comisaría General de Información es difícil resaltar operaciones concretas porque en 2023 las hubo «de todo tipo», en la mayoría procedentes de investigaciones que estaban abiertas contra el proselistismo en redes sociales, la radicalización yihadista, la captación o, incluso, la financiación.

«Se llevaron a cabo operativos muy variados y muy complejos», sin olvidar el arrestado en Algeciras después de que, en nombre de Alá, incurriera en varias iglesias de la ciudad y matara en el mes de febrero a un sacristán e hiriera a un sacerdote; las dos españolas esposas de yihadistas repatriadas desde Siria -que actualmente se encuentran en prisión- junto a 13 menores o al total de 14 detenidos vinculados al partido radical paquistaní Tehreek-e-Labbaik.

A juicio de los servicios de Información, estos individuos son un problema «a nivel europeo», porque sin estar adscritos a ninguna organización terrorista en concreto, sus postulados tan radicales suponen también una amenaza, ya que tienen una interpretación de la religión muy intransigente que anima a la violencia contra el blasfemo.

Los menores

Sin embargo, si hay un colectivo que desde hace meses genera más preocupación entre los efectivos policiales españoles es el de los menores, el de chavales de unos 15 años que se están radicalizando con mucha facilidad por la «permeabilidad» de su edad y con pleno desconocimiento de sus padres.

Hace apenas varias semanas, los agentes detuvieron a tres chicos -dos de 16 años y uno de 15- en Madrid y Barcelona. Tenían descargados manuales de fabricación de explosivos, más allá de estar muy radicalizados y de mostrar su intención de llevar a cabo una acción terrorista.

Desde este cuartel general de la lucha contra el yihadismo llevan meses detectando esta tendencia impulsada por el cada vez mayor consumo de contenidos en redes sociales y chats de mensajería entre los adolescentes.

«Sigue habiendo adoctrinamiento presencial pero, sobre todo, hay un incremento de la autorradicalización virtual entre estos chicos, en su mayoría musulmanes, pero también hay conversos», advierte los investigadores, que apuntan la peligrosidad del consumo de contenidos e imágenes extremas procedentes de otros países entre este sector de la población, «muy permeable» a estos estímulos y, peor aún, «muy impredecible» en su respuesta.