Cuando en marzo de 2020 nos metimos de lleno en la gran espesura de la pandemia de Covid comenzamos a ver, con estruendo y de repente, la que se nos venía encima aunque el pronóstico en ese momento se nos quedó escaso ya que no contábamos ni con Filomena, ni con el volcán de La Palma ni con la guerra de Ucrania. Vivimos en un país prácticamente paralizado durante casi dos años. La crisis sanitaria fue tan brutal que puso a prueba la supervivencia de estructuras tan básicas y necesarias como los sistemas sanitarios e incluso a la propia Unión Europa, que se la jugó en el envite y respondió bien con el despliegue de una política común de compra de vacunas y una batería de fondos de reconstrucción sin precedentes. Volvimos a sentirnos en el espacio socialmente mejor cohesionado del mundo y salimos airosos. La emergencia ha terminado oficialmente hace unas semanas. La sanidad dejo ver sus profundas carencias pero, al tiempo, nos volvió a demostrar que es uno de los grandes activos que tenemos en el país, aunque a estar estas alturas, con la pandemia finalizada, todavía estamos esperando un gran pacto nacional por la sanidad pública que garantice su futuro y viabilidad. Poco hablan de ello los candidatos a las próximas elecciones.
Cuando la pandemia iba remitiendo, lentamente pero a paso seguro, llegó la guerra de Ucrania. La crisis energética ha sido brutal, las exportaciones se han resentido, la amenaza de un gran apagón energético en Alemania se llegó a ver como una realidad posible. España ha jugado su papel en esta crisis y algunas cartas las ha jugado bien. La llamada excepción ibérica si no es la panacea sí que ha aliviado algo la tremenda escalada de los precios, la subvención directa a la compra de combustible ha relajado algo unos bolsillos que hacía décadas que no estaban tan tensionados. Finalmente el invierno no fue tan apocalíptico como se esperaba, aunque la cesta de la compra esté por las nubes y haya personas que lo estén pasando muy mal, la realidad de los hogares, desde luego, está lejos de ir "como una moto", como dice el Sánchez más electoral que va la economía española, salvo que la moto de nuestros hogares sea uno de aquellos entrañables Vespinos ochenteros. El paro, que no está en su peor momento histórico, sigue en cifras inasumibles, pero eso es algo habitual en nuestro país, con crisis o sin ella, un problema estructural de gran calado, como la precariedad juvenil o la despoblación de buena parte de nuestro territorio. Con todo, estamos saliendo, y, sin embargo, hay una sensación de que algo falla, de que algo cruje desde sus estructuras fundamentales. Y lo que falla es la política, el enmarcado, una vez más la sociedad española ha estado en la última crisis por encima de sus dirigentes.
Lo vimos en el gran confinamiento de 2020. Realmente no sabíamos muy bien qué se podía hacer, ni quien lo estaba haciendo medianamente bien aunque en aquel panorama desolador lo que chirriaba e irritaba era ver las discusiones absurdas en aquel Congreso de los Diputados lúgubre y a medio gas, como si fuera no estuvieran muriendo mil personas al día. Y seguimos igual, lo que falla es esta política de baja calidad que distorsiona y desenfoca el meritorio esfuerzo de la sociedad por salir adelante tras soportar una increíble concatenación de desgracias. Salvo honradas excepciones de algunos políticos, la sociedad española sigue estando por encima de sus dirigentes y continua siendo válido aquello atribuido al Cid: "Dios que buen vasallo si hubiera buen señor". Una pena porque las posibilidades del país son increíbles pero el enmarcado político continua sin estar a la altura de esas posibilidades
Vamos tirando, pero con la sensación que a poco que se hicieran las cosas con más sentido del Estado España podría aprovechar una oportunidad de oro, ahora también con la gran aportación de los fondos europeos, para colocarse un lugar muy cimero del ámbito europeo. Parece que este país está pidiendo una catarsis que no se acaba de producir, tampoco con el relevo generacional en los ámbitos políticos en los últimos años y que ha reproducido y aumentado los viejos vicios, con regeneración cero. Así es difícil atisbar nada nuevo a corto plazo en el territorio de la política y, sin embargo, nuestro país ira saliendo e irá tirando, una vez más a pesar de los que deberían tirar del carro o al menos no entorpecer el paso de las auténticas locomotoras, esos ciudadanos que trabajan y emprenden, que levanta la persiana cada mañana y poco fallan