Está a punto de comenzar el Campeonato Mundial de Fútbol en Qatar, por lo que ya es inútil rasgarse las vestiduras sobre todos los despropósitos que han concurrido para que la competición se celebre en ese país, alterando la costumbre y en un tiempo que está fuera de toda la lógica. El imperio de los petrodólares y la afición al dinero de la FIFA fueron determinantes para la elección del país, una monarquía absoluta y por tanto una dictadura, en la que el respeto a los derechos humanos es una entelequia. la mujer sigue siendo un ser de categoría inferior que necesita tutela y los avances sociales que se imponen en las sociedades democráticas están a años luz de poder ejercerse. A ello se añaden las condiciones laborales que sufrieron los miles de trabajadores llevados para la ocasión que tenían que levantar los modernísimos estadios en los que se van a desarrollar los encuentros.
Frente a esta situación ha habido entrenadores y jugadores de algunos países que han alzado la voz para demostrar su condena por la situación sociopolítica, han defendido el ejercicio de la homosexualidad entre quienes vayan a acudir al país, que la persigue con dureza. Por supuesto, han sido minoría los entrenadores y jugadores que han mostrado ese compromiso y el resto han acudido a eso tan socorrido de separar el deporte de la política, como si eso fuera posible.
Entre los que no se han querido mojar se encuentra el seleccionador nacional, Luis Enrique, y tampoco se les ha escuchado nada a los jugadores que competirán en Qatar. Pero si los deportistas son referentes sociales, y hay quien les imita hasta los peinados, y ellos se lucran prestando su imagen para campañas publicitarias, sus posicionamientos públicos sobre cuestiones candentes también servirían para defender las causas del respeto a los derechos humanos. En Qatar, o sobre Qatar ellos pueden hacer lo que no pueden hacer los propios qataríes, que es criticar a un régimen dictatorial.
Pero Luis Enrique, al contrario que otros de sus colegas, ha decidido no involucrarse, dejar pasar la oportunidad de condenar al régimen qatarí y lavarse las manos e incluso ha adoptado una posición equidistante. "Es evidente que es un país al que le envuelven una serie de situaciones conflictivas, pero depende en lo que te quieras fijar: si te quieres fijar en lo positivo y en las cosas que se intentan cambiar para intentar generar una sociedad más justa o si te quieres centrar simplemente en los problemas", dijo para evitar la cuestión.
Y, en efecto, acudió al socorrido "soy seleccionador no político", aderezado por una suerte de resignación: "Ojalá la calidad de vida de todas las personas pueda ser mejorable en el mundo, pero ese no es mi trabajo", dijo. Pues sí, cualquier manifestación a favor de la democracia y los derechos humanos es bienvenida y coadyuva a que la lucha contra una tiranía, que estos días muestra su cara amable y algo benevolente, pero que volverá "a sus costumbres" como han señalado sus líderes políticos que consideran este tiempo del Mundial de Fútbol como un paréntesis.