Como una más

Antonio Herraiz
-

Un médico la desahució y 25 años después ha terminado un ciclo formativo de Gestión Administrativa. Sufre parálisis cerebral por una negligencia durante el parto. Es el origen de Nipace, la fundación que ayuda a cientos de niños con su mismo problema

Como una más - Foto: Javier Pozo

Al poco tiempo de nacer Raquel Rebollo (Guadalajara, 1998), un neurólogo comunicó a sus padres que, muy probablemente, jamás podría hablar ni tampoco caminar. Le daba por desahuciada. El diagnóstico era tan claro como cruel: parálisis cerebral infantil provocada por una negligencia médica durante el parto, que dejó a Raquelilla sin oxígeno durante unos segundos. A Ramón y Raquel, los padres de aquel bebé, como a los de tantos niños con el mismo problema, no les daban alternativa. Tenían que resignarse, encerrarse en una habitación con su hija y llorar su pena honda en soledad. Desde el primer minuto se resistieron a asumir esa sentencia y, casi 25 años después, Raquelilla acaba de completar con éxito un ciclo formativo de Gestión Administrativa. «Quería sacarme este título por orgullo. Hacerlo por mí. Para convencerme de que valgo y de que no me están regalando nada». 

Casi todo en la vida de Raquelilla ha sido fruto de un ingente sobreesfuerzo. Lo que para la mayoría surge de forma espontánea, para ella es un reto diario. Desde aprender a caminar hasta ponerse una zapatilla. Gracias a su tesón, ha conseguido una autonomía que jamás habría logrado si tanto ella como sus padres se hubieran plegado a esa primera predicción médica. Y nada ha sido gratis. Ni el módulo que ha estudiado en el colegio Diocesano Cardenal Cisneros que le acerca al mundo laboral, ni los cuatro cursos de la ESO en Salesianos, ni tampoco la etapa de Primaria en el colegio Público Alcarria. En todos los centros se ha sentido plenamente integrada salvo momentos muy puntuales. «En el último curso en el Alcarria, la tutora tuvo que enseñar mis exámenes a toda la clase. Varias compañeras se habían quejado de que sacaba buenas notas por mi discapacidad. Eso me hizo mucho daño». La profesora demostró que las calificaciones de Raquel -de siete para arriba- eran completamente justas. 

Con ella quedamos en la sede de Nipace, la fundación que crearon sus padres en 2004 para atender a los niños de la provincia con parálisis cerebral y trastornos neuromotores. Fue el origen de este centro de rehabilitación y, con el tiempo, se ha convertido en parte de su alma. Raquelilla accede a la primera planta del edificio a través de unas escaleras y ayudada por unas muletas. Se toma su tiempo porque la vida le ha enseñado a llegar a la meta sin necesidad de esprintar. Quiere que en la charla estén también sus padres, a los que define como «unos auténticos leones». Le dan seguridad y también una complicidad labrada a lo largo de años difíciles. Es consciente de lo que han hecho por ella y por todos los que han conseguido dar sus primeros pasos en Nipace. El año pasado, en las instalaciones de la fundación, atendieron a 264 usuarios de toda España. Se quedaron en lista de espera 92 niños y jóvenes de todas las partes del mundo, lo que ha llevado a Ramón y Raquel a plantear un ambicioso Centro Europeo de Rehabilitación de la Fundación Nipace. Cuentan con la parcela que les ha cedido el Ayuntamiento de Guadalajara y ahora hay que avanzar en los estudios topográfico y geotécnico antes de iniciar su construcción, que se prevé concluya dentro de, al menos, tres años. 

Raquelilla está formada y preparada para trabajar después de finalizar las prácticas curriculares en la fundación. Sólo pone una condición: «Se lo he dejado muy claro. Quiero que me traten como a una más». Y añade: «Cuando he tenido que parar los pies a alguien no me ha dado apuro». Es un ejemplo de esfuerzo, sin obviar que ni todas las parálisis cerebrales son del mismo grado, ni todas dejan idénticos trastornos. Es consciente de la suerte que tiene frente a otros compañeros que no pueden hablar y apenas tienen movilidad. «Siempre me pregunto qué se les pasa por sus cabecitas cuando les tocamos o les damos un masaje. Qué sensaciones les provoca. No lo sabemos». 

Es una melómana sin descanso. «Alucino del poder curativo que tiene la música para mí». Estaría escuchando y bailando todo el día. Hay momentos en los que está tan atrapada por una canción que se olvida de que se ha soltado de la barra acoplada a la pared y de que está bailando sin apoyo. Con la música se pasó horas y horas junto a sus hermanos recién nacidos. «Ramón y Fátima son mellizos y tienen casi 10 años menos que yo. Como mis padres trabajaban gran parte del día, puedo decir que les he criado». Su próximo concierto será el de Manuel Carrasco en el WiZink Center de Madrid y me cuenta la experiencia que vivió en un recital de India Martínez en Zaragoza. «Se bajó del escenario y se puso a cantar conmigo. No sabía dónde meterme». Le gustaría volver a montar a caballo y, por qué no, escribir un libro. Tendría muchas páginas de lo que es un gran ejemplo de vida y de superación.