El mar entre Argelia y las Baleares parece, a simple vista, un espejo inmenso donde el agua se diluye con el sol. Pero quienes lo cruzan saben que ese azul puede tornarse en abismo en cuestión de horas. Amine, un argelino de 30 años, estuvo dispuesto a correr ese riesgo por un motivo de peso: nadie iba a buscar mejor que él a su hermano pequeño, Askander, desaparecido en 2021 a bordo de una de esas barcas sobrecargadas de apenas cinco metros que llegan cada varios días al archipiélago español.
Pero la mala mar se lo impidió en dos ocasiones. Afortunadamente, porque este tipo de pateras, organizadas entre grupos de chavales de Argel y alrededores -algunos de ellos pescadores-, tienen tantas probabilidades de alcanzar su destino como de nunca llegar a ningún sitio.
Este varón llama al trayecto entre la costa argelina y la balear «la ruta invisible» por la cantidad de desaparecidos y el poco impacto mediático comparado con la ruta canaria.
También es imperceptible para los radares, pues casi ningún ocupante tiene teléfono satelital por su alto coste en el país africano; las barcas, al ser de resina y sin estructura metálica, tampoco se detectan. Todo ello, unido a que los migrantes no suelen avisar a sus familias para no preocuparlas por la peligrosidad del viaje, hace que localizar las embarcaciones en mitad del mar sea casi imposible.
«El trayecto hasta Baleares es diferente del que tiene como destino Almería o Murcia desde el oeste de Argelia», matiza Amine. En ese último caso, los indocumentados pueden llegar a pagar el equivalente a 6.000 euros por una «barca rápida» a las mafias, que a menudo los estafan y además aprovechan para traficar también con droga.
Este joven argelino logró establecerse hace año y medio en Madrid y recorre el Mediterráneo español para ayudar a personas que, como él en su día, en Argelia u otros países de origen, están desesperadas por el silencio institucional y las trabas burocráticas que comienzan después de la pérdida de un ser querido. «Hay familias que piensan que están en la cárcel. Puedo entenderlo. Yo mismo pensé así los primeros meses», cuenta. Ejemplos de ello son Karima y Rachidi, quienes, con más preguntas que respuestas, confían aún en que sus hermanos, desaparecidos en 2020 y 2022, sigan vivos en algún lugar.
Amine, que en marzo creó la asociación ¿Dónde están?, ayuda con la gestión de esos trámites tan farragosos y lentos a las familias que lo contactan por redes sociales: denuncias, comunicación con el consulado, exámenes de ADN y, en los pocos casos en los que se logra identificar unos restos, repatriación.
Estafas y mentiras
Cuando su hermano desapareció, el propio Amine fue víctima de un engaño por parte de miembros de una ONG, el Centro Internacional para la Identificación de Migrantes Desaparecidos (Cipimd). Allí le dijeron que habían encontrado el cuerpo de Askander en Mallorca, algo que era mentira.
Varios de los miembros de la organización, así como trabajadores de funerarias, enfrentan procesos judiciales, acusados de estafar y hacer negocio con el drama de la migración mediante negligencias y filtraciones.
Valiéndose de la desesperación de las familias, algunos voluntarios de esta asociación les pedían dinero a cambio de una información falsa, inexistente o muy dolorosa, ya que a veces se trataba de fotografías de los cuerpos de sus hijos o hermanos fallecidos enviadas sin ningún cuidado.
Con su lucha -como a él le gusta decir-, Amine también pretende proteger a las víctimas de caer en estas trampas y, en su búsqueda, sigue siempre los cauces oficiales.
Desde su asociación, el joven lleva un recuento de los cuerpos de migrantes hallados en diferentes playas de Argelia. Desde marzo, son al menos 42, tanto de argelinos como de subsaharianos, algunos de ellos niños. Pero sentencia: «No hay nadie en el mundo que pueda dar las cifras de la desaparición».
Un balance trágico
Solo en los primeros siete meses de este año han arribado a las costas baleares 3.482 personas en 182 embarcaciones, según el recuento extraído a partir de información de la Delegación del Gobierno, más del doble que en el mismo período de 2024.
Las llegadas han aumentado, pero las tragedias también: de acuerdo con el balance anual del colectivo Caminando Fronteras, en 2024 la ruta argelina dejó al menos 517 víctimas. La dinámica entre enero y mayo de 2025 tampoco es halagüeña, ya que son 328 los migrantes fallecidos o desaparecidos, casi el doble de los 175 registrados en el mismo lapso del año pasado.
«Lo que llama mucho la atención en 2025 es la cantidad de cadáveres que se han encontrado en Baleares. Otros años las cifras de muertos han sido muy altas, pero no había tantos cuerpos. Eso nos lleva a pensar que muchos de los naufragios no estaban lejos de la costa, sobre todo porque numerosos restos encontrados no están en procesos de descomposición», explica la activista Helena Maleno, fundadora de Caminando Fronteras.
Mientras tanto, Amine seguirá esforzándose por ayudar a las familias a mantener la esperanza, una que el no perdió a la hora de intentar buscar a su hermano.