Editorial

La realidad de la violencia sexual debe ser de conocimiento público

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Los abusos sexuales a menores de edad, que como tal son personas indefensas ante un adulto, son cada día más conocidos en el espacio público, casi siempre gracias a la labor de los medios de comunicación. Esto no significa que haya más agresiones, pero sí que se empieza a tomar esta lacra como un asunto al que atacar frontalmente, algo que solo se puede hacer dando a conocer su existencia. Poner esta problemática en el debate público está permitiendo sacarla del silencio del que se nutren los agresores, y así lo demuestra la vía de los hechos. Las asociaciones y colectivos que operan en el ámbito sociosanitario admiten que en apenas una década han pasado de ver un caso al año de personas ya adultas que penaban las tremendas consecuencias de haber sido víctimas de abusos en la infancia a ayudar a más de 20. Es un síntoma de que los sentimientos de culpa y vergüenza que tanto han ayudado a los depravados a esconder sus actos se van superando, y en eso ha sido crucial la información, el conocimiento y la difusión de los recursos para pedir ayuda.

Como en todo hecho delictivo, y de forma muy particular en aquellos que impactan contra los niños, casi siempre reacios a 'denunciar' los actos de un adulto, lo imprescindible para poder atajarlos y juzgar a sus responsables es conocerlos. Por eso es necesario ahondar en el dominio público de estos hechos. Solo así las familias tendrán un conocimiento más completo para saber cuáles son las señales de alarma, máxime cuando está acreditado que en el 80% de los casos el agresor es un varón del entorno familiar o afectivo más cercano, lo que pondrá las cosas mucho más difíciles a las víctimas.

En eso trabajan las fuerzas y cuerpos de seguridad. El comisario provincial, Jesús Nogales, ponía recientemente el acento sobre el incremento de las denuncias por agresiones sexuales en todas las edades y pedía hacer didáctica contra las actitudes que atávicamente se han considerado aceptables pero no lo son en absoluto. Las conductas agresivas o delictivas están muy relacionadas con los ámbitos de socialización de las personas, y un agente de primera magnitud que se escapa en buena medida al control de padres y educadores son las nuevas tecnologías, y de forma muy particular las redes sociales, en ocasiones convertidas en escuelas de odio en las que escenas de acoso escolar se consideran un entretenimiento a difundir o se visiona pornografía como si los comportamientos en pantalla fuesen naturales. La denuncia es necesaria, es deseable y es el primer recurso para evitar la reincidencia de los criminales sexuales, pero la prevención también es necesaria y eso muchas veces comienza en casa.