"El mal existe y a los lobos hay que combatirlos, no adiestrarlos"

Juana Samanes
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Profundo. Pocos directores noveles saben imprimir tanta profundidad a una historia construida sobre miradas y silencios con la impronta de su experiencia

El director Santi Trullenque posa durante la presentación de su película "El fred que crema", nominada a Mejor Película en los Premios Gaudí, y que se estrenará el próximo 20 de enero. - Foto: EFE/Marta Pérez.

Charlando con el joven director Santi Trullenque se vislumbra que se trata de un enamorado de los cineastas clásicos, de esos que imprimieron personalidad, algo que él aspira desde la primera película con la que debuta, El frío que quema, un potente drama bélico que se desarrolla durante la Segunda Guerra Mundial, en Andorra, donde había pasadores que vivían de cruzar la frontera a aquellos que huían desde la Europa ocupada por los nazis.

La espina dorsal de este filme es el odio enquistado. Me gustaría saber qué elementos le convencieron para adaptar al cine una obra teatral. 

Yo diría que lo que me interesa fundamentalmente es la naturaleza del mal, pero también del bien, ambos son intrínsecos porque vivimos en este mundo dual. El odio, desgraciadamente, es uno de los pilares de muchas familias. De hecho, me encanta la cita del escritor John Steinbeck que abre la película porque resume muy bien el motivo de la película: «El mal puede ser vencido, pero volverá a resurgir». 

¿Hubo muchos pasadores en la frontera entre Francia y España durante la Segunda Guerra Mundial?

Había una red de evasión, digamos de carácter político, pero, hay que ser sincero, los pasadores no lo hacían gratis. Y hubo casos de todo tipo. Empezó durante la Guerra Civil y luego de familias que huía de la Segunda Guerra Mundial, bien fueran judías, prisioneros de guerra, fugitivos, etc… Eran gente que conocía la montaña y que sabía cruzar los Pirineos, y no era nada fácil hacerlo con las nieves que había en aquellos años, era una epopeya tremenda.

Su película está basada en una obra teatral. Pero ¿ha introducido temas de su propia cosecha?

Sí, yo nunca me hubiera involucrado en un proyecto como este si no pudiera aportar mi mirada. Creo que una película pertenece al director y no en la idea de consensuarlo todo. Y si algo me importa es que la película tenga personalidad y carácter, algo que echo en falta en el cine actual, sea cine comercial o de autor. Nos hemos ido ablandando y las películas también viven de ese espíritu de los tiempos. 

Es su primera película, ¿qué dificultades se ha encontrado, además de que le habrá resultado complicado financiarla?

Hacer una película es siempre muy complicado, y encima nosotros empezamos a rodar el 9 de marzo de 2020, y cuatro días más tarde tuvimos que salir de Andorra porque nos cerraban la frontera, dejamos todo atrás; los decorados, los camiones llenos de material, el vestuario, pensando que iba a ser una cosa de 15 días y tardamos siete meses. Eso supuso penalización económica, logística, repensar la película y financiarla desde cero. Incluso perdimos por fechas de trabajo a la protagonista que iba a ser Aida Folch que sustituyó Greta Fernández.

No me imagino en este filme a otra que no sea Greta, que está colosal.

A mí me pasa igual. Por un lado, Greta transmite la juventud, pero ella es vieja, es alguien a quien el entorno le ha obligado a tomar decisiones importantes.

Su película implica un viaje emocional que transforma a los personajes principales.

A mí me interesaba tirar de ese hilo, la protagonista va ganando en humanidad, pero su máximo objetivo es la supervivencia de la niña que espera y de ella misma. Pasan los años, pero lo humano no cambia en lo esencial. 

El mal existe y los lobos también, yo soy de los que creen que hay que salir a combatirlos. No hay que esperar a convertirlos en corderos, y no se les puede adiestrar porque no cambian. De alguna forma, El frío que quema es el cuento de Caperucita roja a la inversa, porque tomará las riendas de su vida y su destino.