Conozco a Ramón Tamames desde hace casi cincuenta años. Cuando él era uno de los pocos comunistas tolerados en el panorama atroz del franquismo. Santiago Carrillo, en privado y con cierta sorna, decía de él que era "un socialdemócrata", que era entonces uno de los peores insultos que se podían dirigir a alguien que quisiese situarse en la aún clandestina izquierda. Puede que Franco también le tolerase por eso, por 'socialdemócrata', quién sabe.
Tamames pasaba por ser un profesor culto, algo ególatra, un elemento descollante de salón, pese a todo no marxista. Los focos eran su objetivo, y siempre supo estar bajo sus luces, escribiendo hasta alguna novela no destinada a pasar a los anales de la literatura y escribiendo también un meritorio tratado de economía. Este martes se convierte en el último superviviente de una transición, de una 'era del 78' que ha saltado en pedazos desde hace ya algunos años. ¿Qué representa Tamames, a quién representa Tamames, qué significa el 'tamamazo'? ¿Se puede representar, a los noventa años, a una sociedad en vertiginoso cambio?¿Puede un ex comunista ser el portavoz de algo que se llama ultraderecha, la está blanqueando?
Acudo este martes al congreso de los Diputados más interesado en los 'daños colaterales' que para la política puedan derivarse que e(moción)ado por un acontecimiento parlamentario que tal vez debería haberse celebrado en un circo, y no en las Cortes. He leído cientos de análisis --yo mismo he escrito alguno-- sobre quién y cuánto pierde o gana este inédito absurdo que aterriza en nuestra política. ¿Qué diablos tiene que ver Tamames con Santiago Abascal? Quise preguntárselo, pero no hubo tiempo, cuando, hace menos de una semana, ambos se presentaron juntos ante los medios, a los que, claro, el líder de Vox no olvidó zaherir: definitivamente, los periodistas no le gustamos. Me hubiese encantado escuchar la respuesta del viejo profesor a una pregunta sobre si él comparte esos ataques, más propios del hoy nuevamente célebre Trump que otra cosa, a los informadores.
Puede que Vox salga tocado seriamente de este lance; personalmente, no creo que el debate de la moción potencie a esta formación, aunque hay que admitir que Abascal evitó estridencias en sus últimas comparecencias radiofónicas. A Tamames le servirá para cubrir una parte mínima de su planetaria egolatría: al fin y al cabo, con el emérito en Abu Dhabi, con las grandes figuras políticas y literarias de la transición muertas o en sus particulares asilos, él, Ramón Tamames, es el único superviviente en el escenario, vive su último cuarto de hora de protagonismo. Como él mismo me dijo, oportunidades así no se presentan más que una vez en la vida. Textual. Los demás...
Los demás, quién sabe. Sostengo que a Feijóo, que pretende jugar su partido de manera académica, le conviene no estar ni que se le espere en este patio de colegio, casi iba a decir que de Monipodio: la elegancia de la ausencia, que algunos aprovecharán para atacarle por la espalda. Y, claro, a Sánchez le dan la oportunidad de pregonar que él es el único serio, que hace cosas por el país, en este panorama: la modestia y la autocrítica no son lo suyo, ni le convienen. Yolanda Díaz, lo mismo: menuda oportunidad de lucirse, a la sombra del presidente, claro, en vísperas de lanzar 'urbi et orbi', su proyecto Sumar, mientras sus correligionarias/rivales en el Gobierno quedan reducidas a un enfurruñado silencio en sus dos escaños azules.
Me preocupa bastante el efecto de esta moción, que podría dar pie a una serie de Netflix, sobre el cuerpo social, sobre la ciudadanía. El teatro en la Cámara Baja. Sin duda, un nuevo motivo de cuchufleta en las calles contra esa cosa llamada 'clase política'. La risa mordaz casa mal con las urnas, que es en lo único que piensan los habitantes de todos los escaños. Mal episodio para una campaña electoral que debería ser seria (es lo que va a decir Sánchez cuando, desde el atril que le brindan, presente su programa aprovechando el favor que le hacen Vox y Tamames). El último superviviente no solo va a dar la puntilla al espíritu de la transición: va a dar un palo a la democracia, al menos a esa democracia que a muchos nos gustaría. Que siga la juerga.