Lo único positivo de la decisión de Ana Obregón de cumplir sus deseos de ser madre nuevamente es que la noticia ha provocado tanto debate, tanto escándalo, que por primera vez la clase política se ha tomado en serio la necesidad de regular un acceso a la maternidad muy polémico y discutible desde el punto de vista ético y moral, pero que además abre una nueva brecha social, porque solo tienen acceso a ese privilegio -porque se trata de un privilegio- quienes cuentan con los medios económicos necesarios para sufragar los altísimos costes de esa operación.
Inquieta que se acepte con naturalidad que una mujer de 68 años pueda ser madre, como inquieta la declaración de Ana Obregón de que ya no se sentirá sola nunca más. La tragedia vivida por la actriz es la peor que pueden sufrir unos padres, la pérdida de un hijo, pero hay que ir más allá de lo que significa tener un bebé en brazos: el futuro de esa niña, que no crecerá con su madre al lado hasta una edad razonable. Y que cuando madure es probable que sienta que su destino era llenar el hueco vacío dejado por un hermano que nunca conoció.
Seguro que Ana Obregón ha planificado el futuro de esa niña, tanto en seguridad como en apoyos, cariño y hasta medios económicos; pero esa niña, Ana de nombre como su madre, inevitablemente se sentirá hija sustituta cuando tenga capacidad de entender qué es una gestación subrogada a una edad en la que su madre ya no podría gestar. Y es posible que sufra incluso indeseables secuelas psicológicas. Esperemos que no ocurra, no las merece, y ahí será clave el papel de quienes Ana Obregón elija como tutores para el día que ella no esté.
El aspecto positivo se visualizó el miércoles en el Congreso, donde el debate real estaba en los pasillos. Todos, ministros y portavoces parlamentarios, solo hablaban de Ana Obregón, planteándose cómo abordar en España la gestación subrogada. Es necesario que ese debate se prolongue con iniciativas que regulen las normas necesarias para que se asuman situaciones que son cada vez más habituales y que es necesario por tanto asumir. Es la manera lógica de abordar la legalización de una fórmula de maternidad que, por las causas que fueren - infertilidad, miedo, comodidad- buscan cada vez más personas, hombres y mujeres. Y quieren hacerlo cumpliendo los requisitos que exigiría una nueva ley.
Sería inaceptable que ese modelo de maternidad se convierta en compra venta de hijos - lo que por ejemplo en el mundo de las adopciones ya es delictivo-, y habría que regular la edad de los padres, la situación de la madre gestante y también de los intermediarios, incluido el personal sanitario y quienes intervienen en el proceso,
Este gobierno, tan empeñado en aprobar modelos de familia, algunos disparatados, debería ser consciente de que no puede quedar en tierra de nadie la gestación subrogada.