Caminos dorados y pueblos en rescoldo

Plácido Ballesteros
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Boletín de la Sociedad Española de Excursiones

Caminos dorados y pueblos en rescoldo

«En marcha. Madrid, abril; una mañana de sol. Luz promisora esta claridad de las siete. Suenan sus campanadas en la plaza de La Cibeles como un toque de marcha. D. Elías Tormo, a cuyo cargo va esta excursión universitaria, es más puntual que los relojes que marchan bien. D. Elías nunca falla. 

Minutos después nos sacude el aire mañanero en campo abierto. O lo sacudimos nosotros, más aún que con los 60 por hora de nuestro coche, con las veintitrés ansiedades que vamos dentro. Serán nueve días de nueve mundos: levantarse cada mañana con un horizonte diferente, aprender nuevos contornos de cada uno, beber nuevas inquietudes en cada tierra, respirar la liberación que supone una larga semana de infinito; ¿acaso no lo es el desprenderse de las aulas?  

Hemos llegado a los dorados campos de Guadalajara; atrás quedan corriendo las arcillosas aguas del Henares, atrás también las del Tajuña con el generoso regalo que da a nuestra retina de sus vegas ya floridas, abiertas al mirador espléndido, zigzagueante de la carretera.

Salceda

En esta mañana luminosa nuestro primer alto lo señala el monasterio de Salceda, calcinadas ruinas cuyos muros no son propicios a la sombra en la sequedad de la ladera. Bien es verdad que a la hora temprana en que llegamos el sol nos es grato. No hemos menester de sombra alguna, y si la hubiéremos, allí está la de Cisneros, quien tuvo su cobijo en este convento hoy ruinoso, y allá están también las propicias de los soportales de Tendilla, no lejos de aquí y emparentado en su aspecto con la dormida Pastrana. Un recuerdo de todos para el gran cardenal redivivo en estos momentos por el arte anecdotario de D. Elías Tormo y adelante carretera. 

Vase disipando la desconocida figura del Cisneros de ese monasterio de Salceda, va perdiendo contornos la desconcertante silueta del Cisneros confesor, extrañamente promovido a la mitra ..., vamos aspirando frescuras de viento y calideces de sol, tonalidades de oro y de lejanos olivares delicuescentes y, pasado Auñón, se nos viene a cuajar en la mirada otra mole ruinosa: 

El monasterio de Córcoles. 

Córcoles, corazón pequeño, que dice Muñoz y Soliva en su “Historia de Cuenca”. 

Dobla la carretera en lo hondo, y, al ascender de nuevo en un rellano de la colina, se hunden los que antes se levantaban góticos muros. Apenas se conserva en ellos algún resto de sus bóvedas. Sólo de lo que fue sala capitular podemos contemplar en relativa integridad las bóvedas de crucería; sólo en los estilizados capiteles de ornamentación floral y geométrica la nota interesante de estas ruinas. Aparte el frontis neoclásico de la próxima y perdida iglesia. 

Alcocer, el Cid y nosotros. 

Y como no todo ha de ser ruinas y campo en soledad, hacemos estación en un pueblo. Este pueblo es Alcocer, secanas tierras tendidas a conseguir las humedades del Guadiela. 

«Dios, qué bueno es el gozo por aquesta mañana. / Mío Cid é Albar Fáñez adelant aguijavan». 

Desenvolvemos nueve siglos de la Historia. 

«Mío Cid don Rodrigo Alcocer cueda ganar» / «Oid a mí Albar Fáñez é todos los cavalleros. / En este castiello grand aver avemos preso; / Los moros yazen muertos, de bivos pocos veo. / Los moros é las moras vender non los podremos, / Que los descabecemos nada nos ganaremos; / Cojámoslos de dentro, ca el señorío tenemos; / Posaremos en sus casas e dellos nos serviremos». 

Al Cid vienen a cercar tres mil moros de Valencia con los reyes Fáriz y Galve; le ponen estrecho cerco y se arma tan gran combate que “ante roido de atamores la tierra querie quebrar». 

Esta tierra que «es angosta é sobejana mala». 

Vendido les ha Mío Cid «por tres mil marcos de plata» esta tierra, este pueblecito del cual llevamos gratos recuerdos: Su pan tierno, de color de mujer buena y soleada. 

El mirador de su atrio. Este recogido mirador amparado en la torre de la gótica iglesia del siglo XIII tiene la doble personalidad del místico que se abre contemplativamente al horizonte de mieses y olivos y se reconcentra en el contento de su paz. Tal vez una paz eterna que no venimos a turbar; porque es posible que en este atrio, bajo las hierbas hoy crecidas y el ramoneo de algún corderillo, duerman para siempre los antiguos soñadores del pueblo. Hay labor de buen gusto de aquellos hombres en dos portaditas apuntadas que dan salida al atrio en escuadra. Otra, la principal, ciñe airosamente con el arco, también apuntado, el trilóbulo de la propia puerta. Dentro, tres naves y girola, pero sin crucero. Acaso intervienen los del Císter en la continuación de esta iglesia de elegante torre cuadrangular cuya cabeza, destocada del barroco bonete que le han puesto, parece que aspira a una estructura octogonal, iluminándose de luces y auras por el doble juego de sus góticos ventanales de precioso parteluz asentados en una cornisa elegante y perfilada.

Contemporáneo de la primitiva construcción de la iglesia, según el Sr. Tormo, un Calvario de rígidas figuras de madera policromada en las que cabe señalar, si bien la extremada longitud de los brazos y el torso del Crucificado sin asomo de anatomía, el cuidadoso plegado de los ropajes. Hay en ese grupo algo de tosco y bárbaro que lleva a pensar en los tremebundos muñecos que siglos más tarde hizo, no lejos de aquí, un ingenuo fraile de la ermita de Mondéjar. Y para nota de primitivismo, esta vez tiernamente candoroso, ahí está la Inmaculada en otra capillita, escultura estofada que aún no se viste con el traje blanco de rigor canónico. 

Pero también la pintura nos ofrece sus sorpresas; por ejemplo: Ese cuadrito de la Adoración de los pastores que pretende la paternidad de Orrente, título bastante dudoso, por cierto. ¿Qué significa, si no, esa firma de Palomino al dorso? Hemos dibujado y fotografiado este “Palomino f. t”. Ya veremos lo que da de sí. 

Atravesamos el pueblo y penetramos en la iglesia de la Encarnación. ¿De quién la graciosa Virgen Anunciada del altar Mayor, esa virgencita arrodillada que parece una muchachita de pie, lo mismo que la Virgen de la Anunciación, de Pereda, recientemente regalada al Prado?  

- ¡Qué chiquilla más aplicada! 

- ¿Quién? 

-La Virgen; ¿no veis que le interesa más el libro que el mensaje del Ángel? ¿Ha suscitado la obra de Tiépolo la atención del autor de esta Virgen Anunciada? ¿Influye Céspedes en la Cena que contemplamos en otro altar, medianejo cuadro de grandes figuras, alguna de ellas tratada con no desacertado vigor? 

En la penumbra del fondo, ante la reja de la clausura, volvemos a asomarnos a la Historia. 

- ¡Qué mal gusto tenía Alfonso el Sabio! -musita una compañera de Facultad.

-  Como que era sabio -replica, siempre avizor y cazadora, Mari Chari. 

- No vale la pena el pecar si se ha de pecar con una fea, ¿verdad? 

Miro en derredor y pienso que el pecado está más cerca de mí que de Alfonso X.

Pero es verdad. Ahí está la estatua yacente de doña Mayor Guillén de Guzmán, la querida que dio a ese rey una hija, luego reina, Beatriz, esposa del bígamo Alfonso III de Portugal. Mas si la mujer es fea, la obra escultórica es hermosa por la realista expresión de la yacente. Descomunal mentón el suyo. La dejamos dormida para seguir nuestro camino.

Paréntesis. 

Unos instantes en Millana y la nota de su románica iglesia, la cual ofrece en su portada de abierto arco abizantinados capiteles y en lo alto de un paramento los canecillos de su cornisa con figuras diversas muy desgastadas. (…). ENRIQUE DE ANTÓN».

[Como nota de interés he de indicar que Enrique Antón, el estudiante cronista de la expedición, tras narrarnos las paradas en nuestra provincia aquí reseñadas, recoge en su relato que ese mismo día la excursión continuó hasta Valdeolivas, ya en la provincia de Cuenca; desde donde viajaron a Arandilla y Priego antes de llegar a Cuenca. Ciudad que visitaron detenidamente al día siguiente antes de dirigirse a la Ciudad Encantada. En los días siguientes, los destinos fueron Alarcón, Albacete, Chinchilla, Alpera y Murcia. Para aquellos de ustedes que quieran disfrutar del relato completo, les indico que pueden acceder a él en el siguiente enlace: https://ddd.uab.cat/pub/bolsocespexc/bolsocespexc_ a1935m6v43t2.pdf, que recoge la edición digital del Boletín de la Sociedad Española de Excursiones].