Apuesta a vida o muerte

Leticia Ortiz (SPC)
-

Iglesias se ha convertido en protagonista inesperado de las elecciones en Madrid, donde se juega no solo su futuro tras dejar el Gobierno sino el de su formación

Apuesta a vida o muerte - Foto: FERNANDO VILLAR

En la mente de Pablo Iglesias, como él mismo confirmó en el sorpresivo vídeo con el anuncio de su candidatura, es un paso necesario para intentar ganar la batalla contra «el fascismo»: «Un militante debe estar allí donde es más útil en cada momento». Pero para los círculos políticos, de Moncloa a la oposición, y para los analistas de prensa, la épica partisana queda a un lado, y el movimiento electoral es un extraño salto mortal, una apuesta a vida o muerte, en la que el líder de Podemos se inmola para intentar salvar un partido que se ha desangrado en las últimas citas con las urnas y que apuntaba a pasar a la irrelevancia en una Comunidad tan importante como Madrid, de cuyo Ayuntamiento ya fueron desahuciados los morados por los electores. Eso sí, habrá que ver hasta qué punto llega esa inmolación más allá de dejar su puesto en el Gobierno, puesto que una vez celebradas las elecciones, deberá elegir entre el acta de diputado y el de la Asamblea de Madrid (si Podemos supera el cinco por ciento de los votos), dos cargos incompatibles según la ley.
El nombre de Iglesias era, posiblemente, el único que no había sonado en las quinielas para la candidatura del 4-M, una vez que la formación morada se convenció de que Isa Serra no era una aspirante apropiada, con su posible inhabilitación pendiente del hilo de la Justicia. Con las encuestas a la contra, la dirección de Podemos, también la madrileña, sabía que en esta ocasión no había más remedio que salir «a jugar» y comenzó a barajar opciones de peso. El máximo dirigente del partido, tal y como él mismo confirmó, pensó en el secretario general del PCE, Enrique Santiago, en el diputado Rafa Mayoral, y en el ministro de Consumo y coordinador federal de IU, Alberto Garzón. La negativa de este último fue el revulsivo que necesitaba para lanzar su ofensiva: asumiría en primera persona el reto. Otra vez encabezaría las papeletas electorales de los suyos, como ya ocurrió en las europeas de 2014 y cuatro veces en las generales. 
Su hiperliderazgo en Podemos no es algo que se descubra ahora. De hecho la gran incógnita es si habrá algo después de él, aunque el propio Iglesias intenta en los últimos tiempos vender las bondades de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, como su sucesora. De hecho, muchos de los compañeros que arrancaron con él la aventura de Podemos desde la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, como Íñigo Errejón, Carolina Bescansa o Luis Alegre, sumados a los Anticapitalistas de Teresa Rodríguez y Miguel Urban, se marcharon de la formación entre críticas de autoritarismo contra Iglesias.
Sin embargo, la sombra de lo sucedido en Ciudadanos, otro partido que irrumpió en el tablero político español con una cabeza visible y carismática, Albert Rivera, que opacaba al resto de dirigentes, planea sobre la fuerza morada. Cuando el catalán se marchó, tras la debacle del 10-N, la formación naranja arrancó una travesía en el desierto, en la que aún se encuentra, y que tiene un incierto final. La analogía está ahí. 

 

Primer fracaso

De momento, el primer objetivo de Iglesias, volver a unir a la izquierda con una alianza con Más Madrid, ya ha fracasado, apenas 24 horas después de ser planteado. Los de Íñigo Errejón dieron un portazo a la propuesta envenenada de su excompañero, que pretendía liderar la candidatura común, a pesar de que en 2019 se quedó muy lejos en las urnas: 20 diputados de Más Madrid por siete de Podemos.
El frente contra Ayuso, por tanto, solo podrá darse una vez que pase la cita con las urnas, aunque entonces mandará la aritmética parlamentaria que determinará si PSOE, Más Madrid y Podemos suman diputados suficientes para alzarse con la Presidencia autonómico, o si como, vaticinan las encuestas, la dirigente popular lograría parlamentarios suficientes como para repetir en el cargo si llega a un acuerdo con Vox.
Pablo Iglesias, «vuELve». Así lo escribió su partido en un polémico cartel, fue tachado de machista, que anunciaba su regreso a la política activa tras su permiso de paternidad y ahora vuelve a la competición electoral, uno de los terrenos que más le gustan. Que se convierta en un revulsivo para la izquierda madrileña y, especialmente para su partido, o que sea el principio del fin de su carrera política es la pregunta que queda por contestar.

 

Las sustitutas

Yolanda Díaz, vicepresidenta tercera

Se ha granjeado un perfil dialogante y conciliador, aunque también destaca su firmeza a la hora de entablar una negociación. La titular de Trabajo ha sido la ministra de Unidas Podemos con mayor actividad y su buen hacer le ha llevado a ser una de las integrantes del Ejecutivo mejor valorada. A pesar de su tono sosegado, Yolanda Díaz (Fene, La Coruña, 1971) ha tenido encontronazos con la responsable de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, con quien ha protagonizado importantes pulsos dentro del Gobierno, como el de la derogación de la reforma laboral. 
Es precisamente Calviño quien relega a esta abogada laboralista a la Vicepresidencia tercera, en lugar de la segunda, que era la que ostentaba Pablo Iglesias, quien confía en que esta militante del Partido Comunista se convierta, no solo en su sucesora en el Gabinete de coalición, sino también en la próxima candidata a la Presidencia.

 

Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030

Su figura se hizo visible para los españoles cuando en 2018 sustituyó a Irene Montero, de baja por maternidad, como portavoz de Unidas Podemos en el Congreso. Pero Ione Belarra (Pamplona, 1987) ya era entonces un peso pesado dentro de la formación morada, a la que pertenece desde su fundación y con la que se ha presentado desde 2016 en las elecciones generales como cabeza de lista de Navarra.
Amiga de Montero desde sus tiempos universitarios, Belarra, graduada en Integración Social y licenciada en Psicología, colaboró con varias ONG antes de entrar en política, un ámbito en el que ha sabido escalar, comenzando como portavoz de Unidas Podemos en materia de Inmigración hasta ocupar la Secretaría de Estado para la Agenda 2030, un puesto creado por Pablo Iglesias para ella. Ahora, su mentor le dejará un Ministerio a su medida.