El Torreón del Alamín

Plácido Ballesteros
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Guadalajara en 'La Ilustración Española y Americana'

El Torreón del Alamín

El tercero de los dibujos es una bella composición romántica en la que como elemento principal se nos presenta el llamado Puente de las Infantas, flanqueado por el Torreón del Alamín, a cuya puerta un gitano ronda a una mujer ataviada con lo que hoy identificamos como traje de flamenca.

En consonancia con la imagen, el periodista madrileño ofrece a sus lectores un curioso texto en el que, al margen del grave error de identificar aquel torreón de la muralla con el alcázar, nos ofrece una información sorprendente del uso del vetusto edificio en aquella época de finales del siglo XIX:  «El núm. 6 señala el único resto que ahora existe del renombrado Alcázar donde moró la gran reina doña Berenguela de Castilla y donde vivieron después largos años las hijas de D. Sancho IV, el Bravo, doña Isabel y Dª Beatriz, viudas respectivamente del Duque de Bretaña y de D. Alfonso IV de Portugal. Hoy, ruinoso y abandonado, suele servir de albergue a alguna errante tribu de gitanos, y lleva el gráfico nombre de "Palacio del Rey Miseria».

Pero que la anécdota no nos deslumbre. Más allá de aquella chocante acotación recogida en el texto que le acompaña, el grabado tiene, a mi juicio, una importancia singular en sí mismo.

Junto al Torreón y el Puente de las Infantas, que aparecen en el primer plano del grabado, el señor Salcedo dibujó, al fondo, una nítida imagen del desaparecido Convento de San Bernardo.

Sobre los dos primeros existe abundante bibliografía. Para no detenernos en todos los títulos, cabe remitirles a ustedes al detallado estudio que Pedro José Pradillo, el técnico de Patrimonio del Ayuntamiento de Guadalajara realizó en el proceso de restauración del Torreón y su acondicionamiento para que albergara el Centro de interpretación de las murallas medievales de la ciudad, publicado en el número 30 de la revista Wad-Al-Hayara (2003). En él, además de realizar un amplio repaso bibliográfico, se documenta todo lo referente a su construcción, a su estructura original y las sucesivas reformas que sufrieron a lo largo de los siglos. Además, llegados a este punto, me permito recomendarles una detenida visita a dicho Centro. Su diseño museístico en clave didáctica permite un perfecto acercamiento a estos elementos tan significativos de nuestro patrimonio.

Diferente es el caso del Convento de San Bernardo. Los cronistas antiguos (Pecha, Torres, Nuñez de Castro) no nos dejaron ninguna descripción detallada del mismo. Y, aunque, si bien es cierto que en alguno de los primeros grabados existentes de la ciudad, como los de Antón van den Wyngaerde (1565), Pier María Baldi (1668) y Juan Francisco Leonardo (1687), se recoge su silueta lejana; lo cierto es que Genaro Pérez Villaamil (1842) no le prestó la atención que sí le merecieron el Palacio del Infantado, las Iglesias de Santa María y de San Miguel, o el Convento de San Francisco. 

Así las cosas, podemos afirmar que el dibujo de Salcedo, en el que se aprecia con claridad el recinto monástico con sus principales edificios (cerca de la huerta, torre y cuerpo de la iglesia y el propio convento), creo que cobra especial interés.

Con él podemos completar la única descripción con la que contamos de aquel venerable cenobio antes de que fuera totalmente derribado a comienzo de los años cincuenta del siglo pasado. Nos la ofreció el cronista provincial don Francisco Layna Serrano en su admirable obra Los conventos antiguos de Guadalajara, publicada en 1943. 

Se trata de una reseña realizada tras las visitas que dicho autor pudo realizar al Convento en la primavera del año 1936 antes del estallido de la Guerra Civil, durante la contienda en 1937 y, posteriormente, en 1940. 

En sus páginas deja consignado lo poco que hoy sabemos del conjunto monástico desparecido, que presentaba un «… aspecto exterior de enorme caserón cuadrado con una cerca delante abierta por arco de medio punto (…). Un espacioso edificio no anterior al siglo XVI en cuya época fue indudablemente rehecho y agrandado el primitivo convento alzado por la infanta Isabel, hija de Sancho el Bravo … la planta es cuadrada con grandísimo patio central, elegante y sobrio, rodeado por galerías alta y baja abiertas mediante sencillas columnas del estilo <Renacimiento alcarreño> sobre prismáticos pedestales que sirven de unión al liso antepecho …, cuben las amplias galerías techumbres de magnífica viguería con su tablazón admirablemente conservada, y lo mismo acontece en otras grandes estancias como el enorme refectorio y sala capitular de la planta baja o las numerosas celdas de la principal; a la fábrica primitiva sólo corresponde un arco apuntado, y quizá sean de la misma  época dos naves subterráneas abovedadas (posiblemente bodega y lagar en sus orígenes) que comprenden por entero las crujías del Norte y Saliente. De la modesta iglesia que con el coro forma uno de los lados del cuadrilátero, no vi sino las paredes desnudas lo mismo que encontré todo el convento vacío de cuantos muebles y enseres pertenecían a las religiosas …».

Acompañó el señor Layna su estudio documental y artístico del desaparecido Convento con varias fotografías, que pueden disfrutarse en la edición en línea de sus fondos digitalizados que nos ofrece la Biblioteca Regional de Castilla La Mancha: http://bidicam.castillalamancha.es/bibdigital/bidicam/es/consulta/registro.cmd?id=11586