Manoli Benito (Valencia, 1973) comenzó vendiendo seguros de decesos a puerta fría. «Fue mi primera incursión en el mundo laboral y no se me dio nada mal», me cuenta. Alguien que habla de la muerte a un desconocido y que consigue que pague para preparar el momento, es capaz de todo. La puerta fría es -de lejos- la técnica comercial más complicada y «hay que valer». Te plantas delante de una persona a la que no conoces de nada y tratas de colocarle algo que ni siquiera sabes si lo necesita. En el caso de la muerte, no es un producto de primera necesidad y casi nunca viene bien.
Cuando Manoli empezó a vender los seguros de decesos tenía 19 años. Su familia acababa de llegar a Guadalajara procedente de Valencia. «Mi padre es de La Puerta, un pueblo muy cerca de Trillo. Se fue a Valencia, empezó a trabajar en un bar y allí conoció a mi madre, que es de Villarquemado, en Teruel». A partir de ese momento, comenzaron a montar negocios vinculados a la hostelería. Corrían los años 70 y ahí nació Begibe, un acrónimo formado por los apellidos de los tres socios iniciales, entre ellos, el padre de Manoli. «Fue pionero en muchas cosas. Se dedicaban al servicio técnico de maquinaria de todo tipo y puso las primeras tragaperras modo cascada, en las que echabas una moneda y te podían salir más». Los futbolines, los videojuegos más clásicos de los recreativos, el pinball original y esas tragaperras marcaron aquellos primeros años de Manoli, que en casa ya se había empapado del gen emprendedor de su padre.
El primer proyecto empresarial propio fue una empresa de toldos. «La monté junto a mi marido. Yo cosía y él los instalaba. Fue una aventura con no poco riesgo, porque no teníamos experiencia. Yo apenas sabía coser y, al principio, suplimos todas las carencias echando muchas horas». Han pasado más de 20 años de aquellos comienzos y toldos Alutex, ubicada en Torrejón de Ardoz, sigue funcionando. Cuando el padre de Manoli se jubiló, su hermano Pedro hacía ya unos años que se había sumado a Begibe, que había experimentado importantes variaciones desde sus orígenes. «Comenzamos a dedicarnos a la distribución de café, aportando a los hosteleros, además del producto, un servicio completo. Mi hermano Pedro es un excelente técnico. Sin necesidad de verla, cuando una máquina de café da algún fallo, ya sabe lo que le pasa». Pedro me cuenta que un mal café no es siempre culpa de un mal producto. Interviene también la mano del profesional que lo hace, la máquina, cuya presión tiene que estar en niveles óptimos y que el molino esté bien regulado. «La regla de las tres emes».
Los dos hermanos son el complemento perfecto. Manoli es impulsiva, directa -va al grano- y es una tormenta de ideas. Es miembro activo de la Asociación de Emprendedoras y Empresarias del Corredor del Henares y una de las fundadoras de Agema, asociación de emprendedoras de Guadalajara. Pedro aporta la calma y ese conocimiento técnico indispensable para que el círculo del negocio pueda cerrarse correctamente. Hace tres años decidieron comercializar sus productos bajo la marca propia de Begibe. El logo con el que distribuyen sus cafés e infusiones es la imagen de su padre tocando la guitarra. «Es como el Juan Valdés de Colombia en versión de La Puerta y de la Alcarria».
En Begibe están en constante reinvención y cuentan con la savia nueva de Pedro Jr. Hasta ahora, nunca habían trabajado directamente con el cliente final, pero los nuevos tiempos les han llevado a sacar una línea de productos gourmet -cafés, infusiones y mieles- que ya comercializan en su web y que se venden en tiendas especializadas de puntos tan distantes como Barcelona o Córdoba. Su objetivo pasa por conseguir en Guadalajara una cultura de café «similar a la del vino» y están organizando catas después de formarse con los mejores baristas de España.