Naturalmente natural

Antonio Herraiz
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Son la tercera generación de bolleros que empezó en Valdeavellano con el abuelo José y que continuó con su padre, Quirico, ya en Guadalajara. En homenaje a su madre, distribuyen sus productos bajo la genuina marca de Ederlinda

Naturalmente natural - Foto: Javier Pozo

Para conocer mejor a Fernando, José Antonio (Toni) y David Herrero hay que comenzar en Valdeavellano (Guadalajara). En 1940, su abuelo José montó un horno como medio de subsistencia para la familia y el resto de vecinos de su pueblo. Había que comer y las alternativas, al comienzo de la posguerra, estaban contadas. En el horno empiezan a hacer pan y todo tipo de dulces con recetas cuyo origen se remonta muchos años atrás: tortas de aceite, magdalenas, rosquillas y mantecados. «El abuelo José fue un emprendedor. Además de atender a la gente de Valdeavellano, empezaron a distribuir los bollos a dos pueblos de alrededor: Atanzón y Caspueñas. Iban con las mulas y en los serones transportaban el pan y todo el género», me cuentan sus nietos. El dinero en efectivo no abundaba y, en la mayoría de los casos, la forma de pago era mediante el intercambio de productos. El básico trueque. 

La historia de Fernando, Toni y David Herrero tampoco se entendería sin la figura de Quirico y Ederlinda, sus padres. Quirico nació en Valdeavellano y Ederlinda en Higuera de Calatrava, un pueblo de Jaén. Al poco tiempo de casarse se trasladaron a Guadalajara y en los albores de los años 70 montaron una pequeña tienda de ultramarinos frente a lo que hoy es el Teatro Buero Vallejo. Con la apertura de la galería comercial en la misma calle Cifuentes, los dos entendieron que había que especializarse en un sector que conocían de sobra. Ahí es donde nace bollería Quirico. «Entonces no lo veían como negocio. Ni mucho menos. Era un medio de trabajo más, con la experiencia heredada del horno del abuelo». Varias generaciones de niños del entonces joven y obrero barrio de El Balconcillo crecieron con el permanente olor a dulces cuando pasaban por el entorno de la bollería. Pocos aromas son tan evocadores. 

Quirico murió muy joven. Apenas tenía 57 años y sus dos hijos mayores decidieron continuar con una profesión que habían vivido desde muy pequeños. «Tenemos muchos recuerdos del horno del pueblo. Sentados en una banqueta y colocando los mantecados en cajas. O cuando te esperaban los amigos a las puertas del horno para que les sacaras los bollos recién hechos e irnos inmediatamente a jugar». Conocían la esencia del negocio familiar y también se habían alimentado de la sensatez de su padre. La calidad debía estar por encima de cualquier otro aspecto. Me cuentan que un día llegó un posible cliente con intención de hacer un pedido grande: «Mira, Quirico. Tú haz las magdalenas como quieras. Da igual lo que les eches, pero que sean muy baratas». Se había equivocado de persona. 

Esa obsesión por los productos de calidad es lo que ha marcado la trayectoria de esta familia de bolleros. Además, han seguido elaborando sus productos de forma artesana y natural, empleando productos de la tierra, como miel de la Alcarria, huevos de Horche y de Brihuega, manteca y chicharrones de Atienza, harina de Mondéjar y aceite de Loranca. En su trayectoria hay dos hitos más: el traslado del horno a Horche, con modernas instalaciones y con capacidad para quintuplicar la producción que tenían en Guadalajara, y la profesionalización del negocio que derivó en un obligado cambio de nombre. «Quirico estaba registrado en la oficina de marcas y patentes y pensamos que la mejor manera de seguir honrando a nuestros padres era incorporar el nombre de mi madre, Ederlinda». Además de con esta marca tan genuina, desde el año 2008 distribuyen también bollería bajo el sello Bachiller, los míticos bolleros de Yunquera de Henares, cuyo horno cerró tras la jubilación de los maestros Ángel y Antonio. 

La empresa sufrió un importante empujón cuando consiguieron entrar en la cadena de distribución de grandes supermercados. Primero fue Eroski, donde fueron el puntal de su tienda regional, y luego en El Corte Inglés y otros hipermercados. A pesar de su expansión, siguen siendo una empresa pequeña donde todo el núcleo duro son familia y en la que los tres hermanos tienen muy definido su papel. Fernando es el responsable de la producción, Toni se encarga de la distribución, venta y administración y David tiene la labor de aprovisionamientos, compras y marketing. En su catálogo de productos mantienen las recetas heredadas del abuelo José y las enseñanzas de su padre. «Si comparáramos las rosquillas, las tortas o las magdalenas que distribuimos hoy con las de entonces, apenas se notaría diferencia». Esa es la esencia de lo natural.

PD. Escribo estas letras bajo el sonido de fondo de los niños de San Ildefonso cantando los números del sorteo de la lotería. Es el comienzo oficial de la Navidad. Entre la nostalgia de estas fechas aparece otro recuerdo imborrable. Es el de la noche de Reyes. Después de la cabalgata, mi madre llevaba siempre a sus «polluelos» -ese es el término que empleaba Ederlinda- al despacho de Quirico a comprar el roscón. Después, a dormir y a soñar. Que nada ni nadie nos quite la alegría. Feliz Navidad.