Jóvenes, emprendedores y rurales

Inmaculada López
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La Guadalajara más despoblada acoge ejemplos de jóvenes que decidieron dar carpetazo a su vida en la ciudad y apostaron por el modo de vida más cercano y apacible que ofrece el medio rural tanto a nivel personal como laboral

Jóvenes, emprendedores y rurales - Foto: Javier Pozo

No se sienten diferentes ni especiales. Ni siquiera unos valientes. Consideran que han elegido un camino «contracorriente», pero igual de válido que cualquier otro. Eso sí, su ritmo vital es ahora más reconfortante y, por el momento, no tienen ninguna intención de cambiarlo. El «rollo» de la ciudad ya no va con ellos.

Soraya Ballesteros, Carlos Martínez y Paloma Álvarez son tres de los jóvenes emprendedores que la Guadalajara más vaciada ha acogido en los dos últimos años. Evidentemente, son casos excepcionales. Para nada es habitual encontrar chavales que a su edad, con apenas 30 años, hayan decidido cambiar el asfalto y las comodidades de la gran urbe por el verde y las muchas carencias que todavía arrastra el medio rural. «No nos vamos a engañar. Es muy duro irte a un pueblo tan pequeño y montar un negocio, pero puedo decir con orgullo que el balance es positivo», afirma Soraya, una simpática extremeña que fue a parar a Valdesotos empujada por la crisis del Covid. «Estudié Turismo y trabajé en hostelería varios años, sobre todo, en Málaga. Después, quise seguir creciendo profesionalmente y me fui a perfeccionar mi inglés al extranjero, pero la pandemia me pilló en Inglaterra y preferí volver».

Tras una búsqueda incansable de empleo, Soraya encontró una oportunidad laboral en Tamajón y, poco después, surgió la posibilidad de regentar el bar municipal del vecino Valdesotos, que llevaba dos años cerrado. «Quise sacarme las castañas del fuego». Gracias a las facilidades ofrecidas por el Ayuntamiento y al apoyo de su novio, Soraya reabría el Bar El Chorro el pasado abril con su sello personal. «No quería que fuese el típico bar de pueblo. Le dimos una vuelta a la decoración, adorné las paredes con cuadros de mi pareja, quité la televisión, puse música de fondo y aposté por la calidad, la sencillez y la rapidez». Siete meses después, El Chorro se han convertido en uno de los establecimientos hosteleros más populares de la zona gracias a todos esos ingredientes aderezados de trabajo e ilusión. Sus raciones, caldos, comidas a la brasa y postres caseros, elaborados con productos de calidad y cercanía, podrían competir con los platos de los chefs más reputados. «Nuestro reto fue empezar sin nada, buscando soluciones. Pero, sin duda, ha merecido la pena». Hoy, esta entusiasta mujer se siente satisfecha y agradecida por tan «buena acogida». «Aquí no tendré muchos servicios, pero sí la cercanía de  vecinos y clientes y eso no lo cambio». 

Jóvenes, emprendedores y ruralesJóvenes, emprendedores y ruralesEse trato familiar con la gente es una de las recompensas  más valiosas que Carlos también recibe en su quehacer diario como regente de la única tienda de alimentación que existe en Auñón. Tras aflojar su trabajo como camionero, decidió dar un giro de 180 grados a su vida. Dijo adiós a Alcalá de Henares y convirtió en residencia habitual y centro de trabajo el pueblo que llevaba frecuentado desde pequeño en periodos vacacionales. El 28 de agosto de 2020, en pleno auge de la pandemia, Carlos y su primo Alejandro se convertían en los emprendedores más jóvenes de Auñón gracias a la apertura de este pequeño comercio local. «Sentimos que hacemos un servicio esencial y eso es algo muy gratificante». 

Como la mayoría de nuevos pobladores rurales, Carlos confiesa «el miedo» que sintió cuando inició su andadura empresarial en este pequeño municipio. «Al principio estaba muy asustado, pensaba que no me iba a acostumbrar». Sin embargo, sus pronósticos fallaron. «Me he adaptado de maravilla». Y es que, aparte de compartir vocación rural con varios amigos que ahora también viven en el pueblo, Carlos confirma que su rutina diaria apenas difiere de la que llevaba en Alcalá. «Al final es trabajar, ver alguna serie en casa y salir un rato a tomar algo». Sin embargo, asegura que ahora disfruta de una «mejor calidad de vida». «Creo que es más fácil vivir aquí, no tiene nada que ver con el estrés y los gastos de la ciudad». En cualquier caso, este auñonero no oculta las «muchas dificultades» que acarrea gestionar un negocio en la España vaciada. «Excepto el verano que es una maravilla, el resto del año es muy duro porque apenas hay gente entre semana y la que hay es muy mayor». Por este motivo, Carlos y Alejandro tuvieron que adaptar el negocio a sus clientes más fieles ofreciendo servicios extras como el reparto a domicilio o la venta previo encargo de productos que habitualmente no tienen en la tienda –carne y pescado fresco, principalmente–. A pesar de los obstáculos, la balanza de Carlos se inclina hacia su nuevo estilo de vida. «Mi futuro está en Auñón. Al principio costó, pero ahora mismo estoy convencido», asevera.

«Sueño»

Paloma Álvarez también cree que ha encontrado su sitio en el medio rural. Aunque siempre llevó una vida urbanita en Madrid, una larga estancia por Asia junto a su pareja, «donde tuvimos que buscarnos la vida»,  les hizo parar y reflexionar. «Cuando empezó la pandemia, decidimos volvernos a España. No teníamos un sitio donde vivir y nos planteamos seriamente la posibilidad de irnos a un pueblo», cuenta. La pedanía seguntina de Alboreca se cruzó en el destino al encontrar allí una vivienda en venta que se ajustaba a sus posibilidades económicas. El teletrabajo permitió a Paloma seguir desarrollando su trabajo como psicóloga e integradora social hasta que la vuelta a la presencialidad le obligó a realizar largos desplazamientos. «Me surgió el cubrir una baja temporal en el Museo Diocesano de Sigüenza y es lo que ahora estoy haciendo, pero ya trabajo en otras iniciativas propias relacionadas con la psicología canina», avanza. Paloma se siente «feliz» por haber podido cumplir ese sueño recurrente que la situaba «en una granja en mitad del campo» cuando era niña. «La tranquilidad, el vivir en un espacio que no está masificado con coches ni ruidos, en un entorno natural en el que hay pocas personas pero todos estamos pendientes los unos de otros como si fuésemos familia, no tiene precio. Es vivir de otra manera». 

Jóvenes, emprendedores y ruralesJóvenes, emprendedores y ruralesUna manera distinta que la diputada provincial de Promoción Económica, Rosa Abel Muñoz, tilda de «reto difícil, pero no imposible». Las líneas de subvenciones que ofrece la Diputación en este ámbito y, sobre todo, el apoyo que ofrecen los ayuntamientos (suelen poner a disposición de los emprendedores locales o viviendas con alquileres muy asequibles) son estímulos fundamentales  para dar ese primer paso, si bien reconoce que quedan por mejorar aspectos tan fundamentales para iniciar un negocio como son las telecomunicaciones. «Los pueblos también ofrecen oportunidades que pueden sorprendernos», declara Rosa Abel Muñoz.

Sin duda, Soraya, Carlos y Paloma son tres de esos jóvenes sorprendentes que demuestran que el «rollo» rural ya no entiende de edad. Que sólo depende de las ganas, la ilusión y el convencimiento.