'Rasgo histórico acerca de Nuestra Señora de la Antigua'

Plácido Ballesteros
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La difícil misión de don Juan Catalina García López

'Rasgo histórico acerca de Nuestra Señora de la Antigua’

Cuando el Pleno del Ayuntamiento de Guadalajara, a propuesta de su alcalde don Ezequiel de la Vega, aprobó el 12 de septiembre de 1883 declarar a la Imagen de Nuestra Señora de La Antigua como «Patrona Tutelar de esta Muy Noble y Muy Leal Ciudad», el arzobispado de Toledo, diócesis a la que pertenecía entonces Guadalajara, solicitó información sobre la veracidad de esa advocación y sobre su carácter antiquísimo. Para dar cumplimiento al requerimiento se recurrió a lasHistorias de Guadalajara de Torres y Núñez de Castro, que acabamos de reseñar.

Tres meses después, el 21 de diciembre, el cardenal Juan Ignacio Moreno decretó el patronazgo de la imagen. Todo el proceso lo conocemos bien, pues Pedro José Pradillo y Esteban, el técnico de Patrimonio del Ayuntamiento de Guadalajara realizó un documentadísimo estudio que acompañó como catálogo a la exposición Nuestra Señora de la Antigua. Devoción y Patronazgo en Guadalajara, que en 2001 organizó el Ayuntamiento de Guadalajara durante las fiestas patronales de la ciudad. Pero hoy no nos centraremos en dicha publicación, en la que ustedes pueden encontrar no sólo todos los detalles de la proclamación, sino el análisis de las restantes devociones, votos y patronazgos que desde antiguos ha tenido la ciudad. 

Hoy, en esta sección de Libros con Historia, quiero traer tratar del primer estudio histórico realizado desde una perspectiva científica sobre la imagen de Nuestra Señora de la Antigua. Fue realizado por encargo del Ayuntamiento de Guadalajara, que con motivo de la proclamación de la imagen como patrona de la ciudad, encargó al recién nombrado cronista de la misma, don Juan Catalina García López, un estudio histórico sobre ella.

Como es sabido, Don Juan Catalina García López, que por la metodología positivista que adoptó en sus estudios y por la calidad de sus investigaciones puede ser considerado como el padre de la historiografía científica alcarreña, ya gozaba en los momentos de recibir el encargo de un reputado prestigio en los ámbitos académicos.

Su obra, que tituló muy ilustrativamente Rasgo histórico acerca de Nuestra Señora de la Antigua de Guadalajara, publicada con motivo de la primera celebración del patronazgo en septiembre de 1884, presenta desde su estructura una planificación meticulosa: previamente al estudio de la imagen, primero realizó una breve reseña histórica de la ciudad y un detenido análisis de las formas y la estructura del templo, para posteriormente tratar del culto a Nuestra Señora y sus milagros; finalmente documentó todo el proceso del Patronazgo.

No es este el lugar, por el espacio disponible, para analizar todo ello, por lo que nos centraremos en los tres primeros apartados, en los que se hace referencia directamente a la tradición del culto a La Antigua en Guadalajara. 

En el primer capítulo realiza una breve reseña histórica de la ciudad. En esas páginas iniciales somete a un serio repaso a las principales tradiciones y leyendas locales, señalando que los antiguos cronista Torres y Núñez de Castro escribieron de las épocas más antiguas con más fantasía que juicio; por lo que había que desechar la idea de que en Guadalajara hubiera habido sede episcopal en la Antigüedad, aserto que no se podía sostener por ausencia de cualquier tipo de pruebas que permitieran afirmarlo.

En el segundo somete al tamiz de la crítica histórica al templo en el que la tradición señalaba que desde los primeros tiempos del Cristianismo se rendía culto a la imagen de Nuestra Señora de la Antigua. 

Era cierto, constató don Juan Catalina que las iglesias de Santa María de la Fuente, Santo Tomé y San Miguel presentaban un aspecto diferente al de las restantes iglesias de la ciudad. Este hecho había llevado a Medina, Torres y Núñez de Castro no sólo a señalarlas como las más antiguas, sino a identificarlas con los templos existentes antes del 711, momento de la conquista musulmana; afirmando dichos autores, además, que durante el periodo islámico habían sido reformados con el estilo propio de aquella época. La primera para convertirla en mezquita y la las otras dos como templos mozárabes. 

Estas conclusiones podrían ser válidas con el grado de conocimiento que sobre la historia del Arte existía en los siglos XVI y XVII, pero eran totalmente inconsistentes en 1884, especialmente a los ojos del que llegó a ser, pocos años después, el primer Catedrático de Arqueología de la Universidad de Madrid. Tras analizar su traza y sus formas, don Juan Catalina puso de manifiesto que la Iglesia de Santo Tomé no tenía ningún elemento de estilo romano y tampoco musulmán. En realidad era un templo de estilo mudéjar, no islámico, que en ningún caso podía ser fechado con anterioridad al siglo XIII.

Con la imagen de la Virgen ocurría lo mismo. No tenía la antigüedad que se pretendía, anterior al siglo VIII. Su aspecto formal no se correspondía a las imágenes del “tiempo de la primitiva Iglesia” como se afirmaba, pues la actual Nuestra Señora de la Antigua es una imagen de vestir de la que sólo son de talla el rostro y las manos, que debía fecharse como del siglo XVII.

Sabemos por su trayectoria personal e intelectual que Don Juan Catalina era un cristiano practicante, pero como historiador también era un hombre de ciencia. Así las cosas, nuestro sabio historiador no dudó en desmontar las leyendas relativas al templo y a la imagen

Pero don Juan era también un profundo creyente, por lo que, en una actitud personal que obviaba las discusiones entre fe y razón, aprovechó que el primer testimonio documental sobre la devoción a Nuestra Señora de la Antigua en Guadalajara era de finales de la Edad Media (en concreto de 1505, año en que Isabel de Tejada había fundado una memoria de Misas a celebrar en honor de dicha Virgen), para tratar de conciliar la tradición con las creencias religiosas. Como era obvio que, con esa fecha bien documentada por él, la devoción por La Antigua era anterior a la actual imagen, el ilustre y piadoso académico aceptó que dicha predilección de los guadalajareños por su Virgen podría remontarse en el tiempo todo lo que la tradición señalaba, pues está probado que era algo común la sustitución de las tallas de las imágenes por deterioros graves o cambios en el gusto artístico entre la población de cada época. Las creencias religiosas, son las creencias religiosas de cada uno. Y ahí, poco tiene que decir la razón.  

No obstante, su estudio debió causar un verdadero impacto en los ámbitos religiosos y culturales de la ciudad y la provincia. Las tradiciones recogidas por los cronistas antiguos, tenidas como ciertas hasta ese momento sin grandes objeciones, al ser sometidas al rigor histórico sin apasionamientos quedaban totalmente desmontadas. 

Por ello su estudio se abrió con una página inicial, que los editores titularon Advertencia, en la que el propio don Juan Catalina, tras señalar que su trabajo había sido realizado en poco tiempo, dejaba constancia de que dicha razón «le obliga a ofrecer una nueva edición en la cual las glorias de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Antigua saldrán menos anubladas y oscurecidas que en el presente libro».  

Pero, obviamente, el académico no volvió sobre el asunto en su producción científica.