Cogolludo

Plácido Ballesteros
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El escenario del suceso más destacado de la guerra castellano-aragonesa de 1429-1430

Cogolludo

Cogolludo, donde llegaron ya avanzada la tarde tras haber visitado Sopetrán, Hita y Jadraque, fue el destino final de los excursionistas madrileños aquel 21 de abril de 1929, por lo que el cronista del viaje, Enrique Lafuente Ferrari, se limita a ofrecernos unas simples notas del pasado de la localidad, para llamar nuestra atención sobre el Palacio y las dos parroquias, que visitaron muy rápidamente.

La reseña es breve. Sobre el Palacio nos recuerda los estudios realizados por varios miembros de la Sociedad excursionista publicados con anterioridad en la Boletín, ya comentados en pasadas semanas en estas páginas. Por eso, centrándonos hoy en el breve recorrido que nuestro autor realiza por los hitos más importantes de la historia de Cogolludo (entre los que destaca el enfrentamiento entre el Marqués de Santillana y su medio hermana doña Aldonza de Mendoza por la posesión de la villa), se echa en falta uno de los sucesos más llamativos ocurridos a la vista de sus murallas en aquellas décadas de la primera mitad del siglo XV. En él, si atendemos a los rumores propagados en los mentideros de la Corte de Juan II, la participación de don Íñigo López de Mendoza no estuvo del todo clara.

Pongámonos en antecedentes sobre el ambiente político del reinado para tatar de entender mejor la reconstrucción de los hechos con los datos que nos ofrecen las tres versiones que nos han llegado del suceso.

Como es sabido, el reinado de Juan II estuvo caracterizado por el enfrentamiento (que en muchos momentos alcanzó el grado de verdadera guerra civil) entre los bandos nobiliarios que apoyaban respectivamente al valido del rey, Álvaro de Luna, y a los llamados “Infantes de Aragón”, primos del monarca. Éstos en los primeros años del reinado no sólo se hicieron con importantes señoríos en diversas comarcas de la corona castellana, sino que ocuparon también los más importantes cargos de la estructura política y militar del reino.

En aquel complejo y turbulento ambiente, diversas familias nobiliarias, entre las que se encontraban los Mendoza, cambiaron de bando en ciertas ocasiones en función de las circunstancias y sus propios compromisos e intereses. Así, Íñigo López de Mendoza, quien sería nombrado años más tarde Marqués de Santillana como recompensa tras la batalla de Olmedo de 1445 en la que, formando parte del ejército real, se enfrentó a los Infantes de Aragón, en un principio había tomado abiertamente partido por éstos.

Aquella militancia inicial del Mendoza era lógica. Su formación cortesana y caballeresca estuvo vinculada a los Infantes de Aragón, hijos de Fernando de Antequera, hermano de Enrique III, y primer tutor de Juan II, que sería elegido rey de Aragón en el compromiso de Caspe (1412). Con él y con sus hijos pasó nuestro personaje a Aragón, donde residió varios años, en los que se documenta que fue copero mayor del infante Alfonso, quién pasados los años sería Alfonso V de Aragón. Otro de los infantes, Juan, se convirtió en esos años en rey consorte de Navarra; mientras que otros dos de los hijos de Fernando de Antequera, Enrique y Pedro, quedaron como se ha indicado muy bien dotados en Castilla.

En el discurrir de los vaivenes de los enfrentamientos entre ambos bandos, a finales de junio de 1429, Álvaro de Luna consiguió que el monarca tomara la decisión de confiscar la mayor parte de los bienes que tenía en Castilla Juan, rey consorte de Navarra; así como que tratara de despojar de sus señoríos y los cargos de la Corte que desempañaban los dos Infantes de Aragón que permanecían en Castilla, Enrique y Pedro. La reacción de los Infantes fue poner en marcha una invasión de Castilla por parte de tropas combinadas navarro-aragonesas a cuyo frente marcharon el mayor de los infantes, Alfonso V de Aragón, y Juan, el rey de Navarra. Los invasores entraron en Castilla el día 24 de junio, festividad de San Juan.

Al tener noticia de la movilización de los ejércitos en la frontera aragonesa, Juan II de Castilla y su valido Álvaro de Luna esperaban que la invasión se produjera por Almazán, la frontera más adecuada para ir contra del rey castellano. Pero sorpresivamente, los reyes de Aragón y de Navarra entraron por la zona de Ariza para llegar hasta Baides, y marchar desde allí a Hita, señorío de su antiguo aliado Íñigo López de Mendoza, punto donde se les unió el infante Enrique con sus propias tropas y las escasas mesnadas de los nobles castellanos que se habían sumado en esta ocasión a su partido. Por su parte, Álvaro de Luna al frente de los ejércitos castellanos cruzó las Sierras para ir al encuentro de los invasores. Tras varios movimientos de las tropas de ambos bandos entre Jadraque e Hita, los contendientes formaron, por fin, para entrar en batalla el día 2 de julio en las tierras próximas a Cogolludo, a menos de legua y media de sus murallas, hacia Espinosa.

Pero, estando formados los ejércitos para entrar en batalla, se produjo un hecho sorprendente. Llegó al campo de batalla la reina doña María de Aragón, mujer del rey de Castilla Juan II y hermana de los Infantes de Aragón, con un pequeño séquito del que formaba parte el Cardenal Fox, legado pontificio; y montó una tienda en el espacio que separaba las tropas de ambos bandos, separadas entre sí por “dos trechos de ballesta”. Por su intermediación, la batalla no se produjo en esos momentos, emplazándose ambas partes a una negociación, marchando los reyes de Aragón y Navarra hacia sus reinos.

Noticias de como discurrió todo aquello nos han llegado desde tres crónicas castellanas escritas por autores coetáneos de los sucesos, algunos protagonistas y testigos directos: la que podemos considerar como “Crónica oficial” del reinado, obra escrita por Alvar García de Santa María entre 1406 y 1434, y refundida por Pérez de Guzmán entre 1435 y 1454; la llamada “Crónica del Halconero”, denominación que recibe porque su autor fue el político e historiador Pedro Carrillo de Huete, que desempeñó el cargo de Halconero mayor del reino desde 1415; y la “Crónica de don Álvaro de Luna”, redactada alrededor de 1453 de forma anónima por un colaborador directo de este personaje tras su muerte, circunstancia por la que algunos estudiosos actuales atribuyen su autoría a Gonzalo Chacón.


 

Las tres versiones de la invasión son coincidentes en la narración de los hechos que acabamos de extractar, aunque presentan ciertas diferencias en cuanto al papel que jugó en todo ello Íñigo López de Mendoza, el señor de Hita y Buitrago, que pasamos a analizar.

En la Crónica oficial, no se dan muchos detalles del itinerario seguido por los invasores, limitándose a consignar que desde su entrada a Castilla llevaban el camino de Hita. Esta circunstancia hizo sospechar al rey una connivencia del Mendoza con la Infantes de Aragón, circunstancia avalada por la tardanza de Íñigo López de Mendoza en acudir a la llamada que Juan II había realizado a todos los nobles castellanos para que acudieran a Corte con sus tropas: “Otro día .. fue certificado que los Reyes de Aragón y Navarra eran entrados en su Reyno e llevaban el camino de Hita, de que hubo grande enojo. [Pero trascurridos unos días] … llegó al Rey Íñigo López de Mendoza, Señor de Hita e de Buytrago, del cual el Rey había tenido enojo por la tardanza; pero desque vino, el Rey lo recibió bien, y él se desculpó de tal manera que el Rey perdió dél toda sospecha e hizo el juramento y el pleyto menaje que dicho es que los Prelados e Caballeros habían hecho en Palencia, e firmólo e sellólo en la mesma escriptura”.

El Halconero, por su parte, nos da más detalles del itinerario y del escenario de la batalla, pero no hace alusión alguna al Mendoza: “Jueves día de San Juan de junio entraron en Castilla don Alfonso Rey de Aragón e don Juan Rey de Navarra … Entraron por Hariza e por la Torre que dicen de Martín Gonçalez de Valdecubo; e dende a Baydes, e dende se vinieron a Hita. Llegaron cerca del monesterio de Sopetrán a rescibir al infante don Enrique, que los estaua esperando (…)

Adonde se leuantava el Real de los Reyes para yr adelante, allí yba a sentarse el de los Castellanos. … Ca estaua el Real de los Castellanos enpar de Espinosa fasta Cogolludo, y el de Aragón baxo de la Puente … El miércoles que fueron XXX días del dicho mes, estando todos aparejados para la batalla, entrevino la Señora Reyna de Aragón, e pusose en medio de los Reales …”.

Por último, el cronista de Álvaro de Luna, el valido de Juan II, recoge también con detalle el movimiento de las tropas de uno y otro bando, ocasión que aprovecha para dejar bien a las claras las sospechas que en la Corte castellana se tenía sobre el señor de Hita al explicar el camino que tomaron los Reyes de Aragón y Navarra para entrar en Castilla: “Mas los Reyes non ficieron aquel camino, o porque se quisieron desviar de donde sopieron que el Condestable estaba, o porque tenían otro concierto por la otra parte. Ca de público se afirmaba que Iñigo López de Mendoza, que con ellos se avia carteado, los esperaba con su gente en la su villa de Ita, el qual se les avia enviado a ofrecer, así por sí, como por algunos otros”.

En cualquier caso, como se consignó en la Crónica real, Íñigo López de Mendoza no se sumó a los invasores en aquella ocasión y, aunque un poco tarde, se puso al servicio del Rey de Castilla. De esta manera, cuando en noviembre de ese mismo año se volvieron a producir enfrentamientos armados, participó con claro protagonismo en la batalla de Araviana frente a los partidarios de los Infantes de Aragón. Eso sí, posteriormente recibió una importante compensación: el 18 de agosto de 1430 Juan II le asignó 300 vasallos en la tierra de Guadalajara y el señorío sobre una larga lista de aldeas de la ciudad.

Ilustramos la entrega de hoy con la fotografía de don Tomás Camarillo, conservada en el CEFIHGu de la Diputación Provincial, del grupo escultórico del Santo Sepulcro que los excursionistas vieron en la iglesia de San Pedro, desaparecido en 1936. La otra imagen corresponde al manuscrito de una de las copias de la crónica del Halconero, conservada en la Biblioteca de la Universidad de Valladolid, en cuyo respositorio digital se puede consultar: http://uvadoc.uva.es/handle/10324/592.