«La curiosidad es una de las actitudes más importantes»

Inmaculada López Martínez
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El escritor y periodista afincado en Guadalajara desde hace casi medio siglo sorprende con una hermosa exposición fotográfica sobre la España más rural y humilde de los años 60

«La curiosidad es una de las actitudes más importantes» - Foto: Javier Pozo

Paco García Marquina (Madrid, 1937) es uno de los imprescindibles de la vida intelectual y cultural de la provincia. Hace 47 años que decidió dejar su Madrid natal para instalarse en el campo guadalajareño motivado por la lectura de Viaje a la Alcarria y su manifiesta atracción por el entorno natural. Aunque biólogo de formación, la mayor parte de su vida la ha dedicado a la escritura, abarcando magistralmente todos los géneros (poesía, prosa, ensayo y periodismo) aparte de ser el analista y biógrafo por excelencia de Camilo José Cela. Además, La Tribuna de Guadalajara tiene la suerte de contar con su afilada pluma como articulista de opinión. Ahora, García Marquina nos sorprende sacando a la luz una fabulosa serie de retratos fotográficos tomados hace más de medio siglo en varios de sus periplos periodísticos por la España rural y humilde de la época, incluida la Sierra del Ocejón. El retratista ambulante es el nombre de la exposición que hasta el martes pudo contemplarse en el Teatro Auditorio Buero Vallejo y que el refuerzo de las medidas de nivel 3 en la capital ha obligado a clausurar hasta que la situación epidemiológica mejore. Cuando sea así, no dejen de visitarla. 

¿Por qué muestra ahora estas fotos?

Estas fotos están realizadas entre 1965 y 1970. Exponerlas ahora ha sido una pura casualidad. Este tiempo de inactividad por la pandemia me ha hecho reflexionar, abrir archivos, ver cosas que tenía guardadas y así ha ocurrido con estas imágenes. Cuando las revisé me parecieron interesantes. Realmente, el valor de estas fotos lo ha dado el tiempo, su antigüedad.

¿Por qué se decanta por el retrato?

Fundamentalmente porque lo que más me interesa dar es un testimonio humano, no es una visión estética. Estas fotos no entran en competición con las de los fotógrafos profesionales porque mi intención es únicamente testimonial. Es un documento notarial que con el tiempo ha cobrado valor hasta el punto de pensar que podía ser compartido con otros y hacer una exposición. Podría haber aportado un centenar de imágenes, pero por razones de espacio sólo figura una treintena. En general, son fotos de muy buena calidad porque la cámara queutilicé era de una distancia focal grande y un negativo amplio. Por tanto, era perfecta para retrato, mucho más que para paisaje. Son fotos que tienen en común el haber sido tomadas en las tres regiones españolas con sustrato de pizarra más destacadas: Las Hurdes de Cáceres, La Cabrera de León y la Sierra del Ocejón de Guadalajara.  La pizarra es lo que empobrece a una región por carencia de suelo cultivable. Las tres comarcas las recorrí a pie porque entonces era la única manera de hacerlo, en muchos casos sólo había sendas de caballerías.

¿Cuál fue el propósito de esos viajes?

Los tres viajes que realicé a esas regiones forman una unidad dentro de lo que podríamos denominar la ‘España pobre y olvidada’. Se enmarcan en ese afán personal por recorrer España movido por la curiosidad. Para mí la curiosidad es una de las actitudes más importantes y hasta cierto punto ha condicionado mi vida. He hecho muchas cosas más o menos interesantes, serias o divertidas movido por la curiosidad y las ganas de ver mundo. El primer reportaje que hice como periodista, hacia 1966, fue en la revista Blanco y Negro sobre dos pueblos deshabitados de Guadalajara que eran Hontanillas y Torronteras, cerca de Pareja. Recuerdo que la siguiente aventura trató sobre los buscadores de oro del río Sil. Pero como decía antes, soy un hombre curioso y, al mismo tiempo, muy amante de la naturaleza. Cuando digo naturaleza me refiero también a un cierto primitivismo. Porque, ¿cuál es la naturaleza humana? Realmente, el medio natural humano es el de la ciudad, el que ha creado el hombre. Pero lo que yo añoro es el medio natural primitivo, es como una búsqueda de la inocencia primitiva de otras relaciones entre los seres humanos con el medio natural. Ahí es donde se explican las fotos de esta exposición y mis viajes por esa ‘España olvidada’. 

¿Qué recuerdos conserva de aquellas experiencias?

Sobre todo recuerdo cómo eran las gentes. Las gentes estaban sometidas a una gran escasez, pero tenían una serie de virtudes propias de lo que se ha llamado cultura rural, empezando por el lenguaje. El lenguaje rural nunca admite generalidades y, en ciertas ocasiones, se puede decir que es un lenguaje superior, más descriptivo y poético. Esa escasez  también les hace ser desconfiados, pero una vez se rompe la corteza de la desconfianza es gente muy tratable. Esos sí, tienes que presentarte de una manera natural y afectuosa, hay que hacerse querer empezando por justificar el viaje que, por otro lado, es lo más difícil. Otra sensación que he tenido ahora es la de comprobar qué pocos años y qué poca distancia nos separa de esa realidad casi medieval. Las fotos de la exposición reflejan tipos, costumbres, actividades, entretenimientos y usos de un enorme primitivismo.

¿Queda algo de esa España rural que retrató en sus fotos?

Yo no lo encuentro. Toda esa cultura sufrió el choque de la emigración de los años 60, lo que supuso que la tradición no podía soportar la modernidad de la ciudad en términos de bienestar. Se produjo un abandono tanto físico como espiritual y cultural de los pueblos. 

¿Qué impresiones recibe de la gente que ya ha visitado la muestra?

La gente está encantada y muy sorprendida. Por un lado, por el contenido de las fotos, no se imaginaban que existiera hace tan poco tiempo y tan cerca una España así. Por otro lado, porque las fotografías tienen muy buena calidad. 

Esa fascinación por vida rural, ¿es la que hizo dejar Madrid para instalarse en Guadalajara?

Efectivamente. Por eso mismo soy un alcarreño por elección. Yo nací en Madrid, en la Embajada Francesa, soy un hombre muy cosmopolita y pasé mis primeros años trabajando como profesor de Biología hasta que un día leí Viaje a la Alcarria, el libro más importante que he leído y he vivido, y decidí irme a vivir a un molino de Caspueñas. Lo cierto es que todos hemos tenido deseos románticos y uno de ellos es éste, el de la vida en la naturaleza, el de buscar una inocencia primitiva y, sobre todo, individualizarse. En la ciudad hay una uniformidad terrible, entonces buscas tu propia singularidad aislándote de esa masa. Pero ese deseo, muchas veces, suele ser impracticable por condicionantes económicos, profesionales, familiares, etc. Sin embargo, hay personas, como es mi caso, que lo llevan hasta el final, que lo ponen en práctica, lo que supone renunciar a otras muchas cosas. Suelo utilizar una frase de origen chino que dice «cada paso que da el zorro lo conduce a la peletería». Entonces, cada paso que yo daba, en cada bifurcación yo hacía la elección que me llevaba al campo. Se trata de eso, de mantener una tendencia y ser consecuente con ella. Pero vamos, no lo considero nada meritorio, simplemente, he sido consecuente con lo que me pedía el cuerpo.

¿Y qué balance realiza?

Estoy satisfecho. He logrado una vida más personal en detrimento de lo que sería una inserción social. Eso también responde a una manera de ser. Yo aguanto la soledad y nunca me he sentido defraudado en ella, en absoluto. Además, tengo una gran predisposición porque soy una persona muy ingeniosa y muy hábil. Siempre digo que como intelectual soy un apaño, pero que como manual soy divino. En mi casa no entra nadie a reparar nada, lo hago yo todo. Logro mantener una casa muy grande y una parcela de una hectárea y media a base de mis fuerzas, de mi ingenio, de mis máquinas y disfruto enormemente con ello. Y eso, unido a mi curiosidad, me hace meterme en aventuras y jardines muy especiales. Por eso también me metí en el mundo de la fotografía, aunque no soy un profesional. 

La despoblación es uno de los temas que más ocupa a nuestra clase política.  ¿Cree que hay alguna manera de llenar esa España Vaciada?

Es una cuestión muy difícil de resolver y yo, por supuesto, no tengo la fórmula. Fundamentalmente, creo que sería teniendo comunicación y servicios básicos, es decir, creando focos de atracción y convirtiendo esos lugares aislados en comunicables, sobre todo, a través de internet. Yo vivo en el campo, pero estoy muy bien instalado sencillamente porque tengo una comunicación a través de internet. Por ejemplo, he publicado un libro grueso en Estados Unidos sin moverme de casa. En este sentido, creo que hay que aprovechar lo que la ciudad tiene de inhumano, eso puede hacer que haya un retroceso de gentes de la ciudad al campo, que aumente esa población de importación o de acarreo urbano reconvertida. Pero claro, tiene que haber servicios básicos, comunicaciones y el deseo de conocer el campo y manejarse en él. Para vivir en el campo hay que ir bien pertrechado y vocacionalmente sólido. 

¿La pandemia puede ayudar?

Si, lo creo. La gente que puede permitírselo está huyendo de los conglomerados urbanos y la epidemia está contribuyendo a ello. 

A nivel literario, ¿se encuentra inmerso en algún proyecto?

Tengo pendiente la presentación de un libro de poemas que ganó un premio en Italia y que se llama No sé qué buen color.  El acto se ha suspendido ya tres veces por culpa de la epidemia. A ver si en mayo se puede celebrar y despúes haré otra presentación en Guadalajara. En todo caso, en este ambiente obsesivo que ha creado la pandemia es muy difícil concentrarse como  para escribir literatura pura. 

Entonces, en su caso, ¿el confinamiento y la pandemia no le ha servido como tiempo de creación?

No. En mi caso ha servido para ordenar cosas, organizar mis archivos, para leer y, por supuesto, mi colaboración como periodista de opinión en La Tribuna la cuido muchísimo, en el sentido de que todo lo que escribo lo tengo muy justificado y estudiado. Ésa ha sido mi actividad corriente. En mi opinión, la poesía es fruto de una holganza bien administrada y cuando se está muy fastiado por esto de la epidemia, no se posible. Vivo una cierta infelicidad porque la pandemia ha creado tan convulsión que es muy difícil ser feliz en un mundo desgraciado. Entonces, yo no puedo ser feliz cuando veo toda esa gente que cierra sus negocios, que tiene una inseguridad absoluta de lo que va a ser su vida, cuando veo esas colas del hambre.... Todo eso me impide ser feliz. 

¿Qué echa de menos?

Lo que más echo de menos es el abrazo.

¿Poesía o prosa?

Las dos. Respeto las dos y me manifiesto en las dos. La poesía es un lujo de la palabra mientras que la prosa tiene una finalidad eminentemente práctica aunque también es estética. Pero la poesía tiene una intensidad que no soportaría la prosa.