Las agallas

Fernando López Herencia
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Son un sistema defensivo de las plantas y árboles ante el ataque de un parásito

Las agallas - Foto: F.L.H.

En los paseos por el campo, sobre todo en otoño e invierno, cuando los quejigos y robles han perdido buena parte de las hojas, se pueden ver en sus ramas unas extrañas formaciones con apariencia de fruto. Es como cuando se han quedado sin recoger en el árbol las almendras, nueces o avellanas. Muchas de ellas tienen forma esférica, con alguna protuberancia, llegando a alcanzar un tamaño similar al de una pelota de ping pong. Otras son ovaladas o incluso mostrar espinas o filamentos como si fuese pelo.

En el fondo, las agallas o agallones, como se conocen en nuestra provincia, son un sistema defensivo de las plantas y árboles ante el ataque de un parásito. En el tiempo caluroso de verano cuando los insectos tienen mayor actividad, tales como moscas, avispas y escarabajos de diferentes especies. Éstos depositan uno o varios huevos entre las hojas y ramas, lo que desencadena un rápido crecimiento de material envolvente alrededor de la puesta, lo que favorece al insecto que queda aislado y protegido ante las inclemencias del clima cuando las temperaturas son más bajas.

Este material contiene la humedad idónea y, sobre todo, el alimento que necesita la larva hasta formarse el insecto adulto. Algunos de ellos saldrán de esta carcasa que les ha mantenido aislados durante el crecimiento. Será antes de terminar el verano y otros pasarán en el interior del confortable aislante de las agallas los meses de frío para eclosionar en primavera, como el caso de algunas pequeñas avispillas.

Las agallasLas agallas - Foto: F.L.H.No solamente se forman en árboles del género Quercus, los de los escaramujos o rosales silvestres tienen un aspecto totalmente diferente. Son como una masa de pelos parecidos a la lana de color rojizo que a veces tienen cinco centímetros de largo. El insecto que los parasita es una avispa negra con la mitad del abdomen rojo. Las de las hayas, por ejemplo, tienen forma ovalada terminada en  punta y son blandas de color claro. Y las de los pulgones se encuentran en diferentes árboles y arbustos. Son parecidos a unas bolsas que tienen un reducido orificio por donde van saliendo los adultos.

Con mucha frecuencia las agallas ,como en el caso de los pulgones contienen más de un inquilino atraídos por este confortable refugio cargado de alimento, incluso de insectos de diferentes especies. Al parecer, este parasitismo en la mayoría de los casos no afecta al propietario original, pero sí son muchos. La falta de comida puede reducir las posibilidades de salir adelante. Una vez que las agallas se han quedado vacías continúan siendo útiles para algunas hormigas y, sobre todo, para especies de arañas que encuentran en ellas un buen lugar para vivir con la protección que las proporcionan, además de realizar alguna fase de su ciclo reproductivo.

Las agallas tienen propiedades que se conocen desde la antigüedad . Se utilizaban en el curtido de las pieles antes de que se descubriesen otras sustancias. Al tener taninos se usaban para hacer diferentes tintes y colorantes, sobre todo las del roble. El hombre se valía de lo que tenía a su alcance en la naturaleza y en la medicina tradicional o natural pues al parecer tiene algunos componentes astringentes. No obstante, desconozco su preparación como también en el tratamiento de las hemorragias.

Las agallas
Las agallas - Foto: F.L.H.
Es curioso ver cómo muchos árboles están llenos de agallas y los de al lado no tienen ni una. Posiblemente los insectos que los parasitaron lo eligieron sin cambiarse a otro. Aúun así me da la impresión de que ahora estas formaciones son menos frecuentes. Quizás la falta de insectos sea la causa ya que muchos han disminuido de forma alarmante, incluidos los polinizadores con las graves consecuencias que esto puede acarrear. Arovechemos este tiempo invernal para pasear por nuestros bosques y descubrir la fauna que vive en ellos, además de las agallas. Sin duda, será una buena elección para disfrutar del campo.