Caída en desgracia

M.R.Y. (SPC)
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Las acusaciones de acoso sexual han echado por tierra la carrera política de Andrew Cuomo, que desde su puesto como gobernador de Nueva York pretendía llegar hasta la Casa Blanca

El demócrata defiende su inocencia y justifica las prácticas inadecuadas a varias de sus exempleadas en su carácter familiar y cercano. - Foto: POOL

Cuanto más alto asciendas, más grave será la caída. Y el éxito de Andrew Cuomo como gobernador de Nueva York por su magnífica gestión de la crisis sanitaria le ha llevado a ser una estrella fugaz, apagada por varias denuncias de acoso a mujeres que le llevaron a perder el apoyo de buena parte de sus compañeros del Partido Demócrata -que ya le veían como firme candidato a las elecciones presidenciales de 2024- y le obligaron hace unos días a presentar su dimisión.

Después de más de 10 años en el cargo, Cuomo dejará su puesto en los próximos días y pondrá punto y final, no solo a su extensa carrera política, sino también a una era en Nueva York que ahora tiene que iniciar una nueva senda de la mano de Kathy Hochul, que se convertirá en la primera mujer en acceder a ese cargo y que fue una de las primeras demócratas en cargar contra Cuomo tras conocerse el informe de la Fiscalía General, que le involucra en «tocamientos no deseados y no consensuados», entre otros delitos, y que forzó su caída.

Calladas durante años, 11 mujeres -todas ellas del entorno laboral del político- dieron el paso y denunciaron por acoso sexual al mandatario, quien ha negado hasta el último momento esas prácticas. Fue a principios de enero de 2021 cuando comenzaron a surgir las primeras denuncias de exempleadas que hablaban de comporamientos inadecuados constantes de su jefe. Todas ellas detallando besos, abrazos o manos colocadas en traseros y cinturas con claras intenciones sexuales y aprovechando su posición de poder. La más sonada -y la que abrió la investigación de la Fiscalía- fue la de Brittany Commiso, exasistente del gobernador, quien aseguró que el político metió la mano por debajo de su blusa y le tocó un pecho o que le dio besos en la boca sin permiso.

Mientras el señalado justificaba sus actos en una actitud «familiar» con su entorno, aumentaban las voces que pedían su marcha. Entre ellas, curiosamente, el presidente del país, Joe Biden, quien también ha sido acusado de tocamientos por parte de exempleadas y su defensa se basó en su carácter «afable y cercano».

Cuomo finalmente cedió a la presión, pero no ha admitido culpa alguna. De hecho, en su discurso de renuncia, manifestó sus «disculpas profundas a las 11 mujeres a las que ofendí». «Asumo toda la responsabilidad por mis acciones. En mi mente nunca he cruzado una línea con nadie, pero no me di cuenta de cómo se han redibujado las líneas», insistió, para atribuir esas denuncias a «cambios generacionales y culturales» a los que no supo adaptarse. «Hay una diferencia entre la conducta inapropiada que se alega y el acoso sexual que se concluye», remarcó, prometiendo a sus tres hijas no haber «faltado al respeto intencionalmente nunca» a una mujer. A pesar de mantener su inocencia, la situación ha desbordado a Cuomo, sobre el que pendía la amenaza de que la Asamblea Legislativa de Nueva York le abriese un juicio político si no dejaba el cargo. 

Ha sido en menos de un año cuando uno de los grandes nombres de los demócratas ha pasado del cielo a la gloria. Sonaba con fuerza para liderar al bloque de cara a las elecciones de 2024 e, incluso, muchos sondeos le colocaban como sucesor de Biden, por delante de la vicepresidenta, Kamala Harris. Sin embargo, otras mujeres han impedido esa situación: las que alzaron la voz contra unas prácticas que durante años han sido habituales entre los políticos estadounidenses. Y ya es hora de que dejen de serlo.