Sonsoles Arnao

Tiempos de swing

Sonsoles Arnao


Jornaleras en el Ministerio

05/07/2021

En los campos de fresas de Huelva el horizonte es de plástico. Y bajo el plástico miles de mujeres marroquíes, y algunas españolas, faenan con suavidad y delicadeza. No queda otra, los frutos rojos hay que cogerlos, uno a uno, desde el tallo. Ninguna suavidad y delicadeza con ellas. Alrededor de cuarenta euros la jornada en el mejor de los casos, en el que se respete el convenio. Dejan a sus familias (es una condición para ser contratadas, tener hijos, para asegurar que vuelven), y durante meses se desloman recogiendo frutos que aseguran el crecimiento económico del principal sector de la provincia. Ahorrar para sobrevivir el año. Las realidades arrinconadas bajo el plástico nos hablan de vejaciones, malos tratos, acoso sexual, negligencia. En las chabolas de madera y plástico o los barracones de metal, las lágrimas y el sufrimiento se han ido convirtiendo en rabia, dignidad y una lucha admirable. Mujeres arrancadas de zonas rurales de Marruecos junto a otras trabajadoras andaluzas, han plantado cara a los manijeros que las quieren dobladas y calladas. Algunas no lo pueden contar, como la joven Essadia, que murió el pasado mes de mayo, en un incendio en un asentamiento de Lucena del Puerto. Otras, sobreviven para contarlo, como Basima. Estuvo durante días trabajando con fuertes dolores abdominales y hemorragias. Cuando no pudo más, pidió ir a un médico, la despidieron y la dejaron tirada en mitad de una carretera. Ya en un hospital días después, le fue diagnosticado un cólico nefrítico. Son algunos casos de muchos.
La esclavitud es un fenómeno que no ha desaparecido. Las nuevas formas se manifiestan en realidades como estas. Ellas han documentado la explotación que sufren y han exigido al gobierno que tome cartas en el asunto. No en vano, estas mujeres son contratadas en origen con acuerdos gubernamentales. El gobierno ya no puede mirar para otro lado con la vulneración de los derechos humanos y el incumplimiento flagrante de los derechos laborales de las temporeras. Y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, además, ha dicho que no quiere. El informe está encima de su mesa y relata, de manera exhaustiva, en palabras de la propia ministra, las escalofriantes situaciones de abusos que sufren las jornaleras en Huelva. Por primera vez, una ministra de trabajo recibe, escucha y se compromete con trabajadoras de las invisibles, con las nadie del campo andaluz. Atenderá sus denuncias e intensificará las inspecciones. Y en el lado más vergonzoso, el portavoz de Asaja e Interfresa, José Luis García Palacios, que ha criticado que estas mujeres sean recibidas en el ministerio. Claro, cómo puede ser que aquellas a las que se explota, cosifica y abusa, reciban el calor y compromiso de un gobierno. Y cómo puede ser que estos empresarios representen organizaciones del sector. Identificar las inspecciones con criminalizarles habla muy mal del necesario compromiso con la legalidad y los derechos humanos. Quienes se sitúen en este bando deberían aplaudir las inspecciones para con aquellos que no cumplen y explotan. El tiempo de la impunidad se tiene que terminar. Serán las jornaleras, inmigrantes y pobres, las que luchen por un horizonte más allá del plástico. Sus sueños no caben en una caja de fresas.