María Antonia Velasco

María Antonia Velasco


Malos tiempos para la lírica

06/12/2021

Este año se me va entero. Tenía preparados unos cuantos florilegios, entre los que no estaban, —tranquilícense— ni «variopinto» ni «algarabía de colores», cuando las cosas se han torcido tanto que vuelve a tener razón Celaya: nuestras canciones no pueden ser sin pecado, un adorno... estamos tocando fondo, estamos tocando fondo... o por lo menos eso dicen los políticos en una jerga espantosa cuando hablan de repuntes y de huelgas. Lo que decía: corren malos tiempos para la lírica.
Los catalanes se han molestado muchísimo porque les han dicho que su lengua no es una lengua sino un disfraz para la independencia. Y también los de la cornisa cantábrica con el cuento del «habla»... (digamos: bable)
Cuando amanece, desde mi ventana se ve la lejanía azul, delante, una vaga niebla que no deja entrever nada, a rachas sobre la tierra oscura: las cerca un poco de verde que es un trazo que se olvidó la luna ayer noche y después esa alfombra entre verde y marrón que dejan las cosas del campo.
Estoy en el primer bostezo, casi sin despegarme de la irrealidad del sueño, cuando el locutor que ya al alba comienza comentando sus desdichas —que son las nuestras—, como un almuédano para fastidiarnos. El locutor, comienza por el tiempo, por el volcán... nos dice que el coronavirus no se ha ido por los que niegan a las vacunas, empecinados sobre la inestable base del hijo del torero y apoyados por él. Le nombro: Miguelito Bosé.
O sea, malos tiempos para la lírica. Por el despeñadero de la pobreza caen primero los canes cosidos a pulgas y los niños que dejan los padres huidos que se marchan sin acordarse de ellos... y, por supuesto, los poetas con su don de la ebriedad, su caspa y su pequeño sueldo de funcionario.
Malos tiempos para la lírica, digo, acosados por una pandemia que nos ha mandado un dios padre que no tiene o se ha gastado en volcanes y pandemias, la misericordia. Gracias a las garras que desarrolló la abundancia pasada se sostienen el corrupto, el listillo, el de toda la vida (léase: político) y el fútbol. Lo demás, ligero y descascarillado desaparece en el horizonte junto con los jacintos azules. La casa rica del otro año se ha convertido en este cuchitril de otoño, huraño, desguarnecido y astroso. La casa rica y veraniega del noventa y dos ha devenido en el presente cuchitril. Oigo aún en la penumbra a los heraldos del desastre: Jiménez Losantos sustancia lo que piensa y pensamos... ¡cómo es posible que confiemos nuestra suerte en manos de los que trajeron estas ruinas desastrosas! Me duele decirlo pero no espero nada de ningún volcán sino lava y cenizas.
Hay alguien desde el cielo mandándonos ceniza y deterioro a tantos por ciento similares. Malos tiempos para la lírica, afirmo. Este año, el otoño ha pasado por el cristal de mi vida como el rayo de sol, sin romperlo ni mancharlo y vendrán las nieves a las cumbres violetas y saldrá una colada de lava desde mi cerebro hasta caer por mis sienes, sin haber podido dedicarle al año ni unas cenicientas líneas. Solo una fajana que me tapa un ojo.