María Antonia Velasco

María Antonia Velasco


El volcán que despierta

27/09/2021

Llevamos casi una semana con la atención obsesivamente puesta en el volcán de la Isla de la Palma, con una mezcla de admiración y espanto. Y también de compasión viendo cómo se quedaban pasmosamente sin casa ni hacienda centenares de habitantes de esta isla Canaria. El volcán ha sido el gran protagonista que ha consumido los mayores espacios de la televisión.
La propia dimensión de la tragedia ha hecho que perdamos la atención de esas palabras de la ministra destinadas al ridículo, del beneficio que va a reportar que los turistas vengan a observar ese espectáculo maravilloso. Pero ese prodigio ya tiene nueve bocas tirando lava, que están taponando las carreteras y matando a cualquier ser viviente que no huya de allí, siendo las plantas las más indefensas por su propia inmovilidad. De momento y por fortuna no ha muerto ninguna persona.
De ese espectáculo maravilloso hemos podido ver en directo cómo las coladas de lava penetran en los pueblos, destruyen casas y plantaciones, incendiando sin empacho a diestro y siniestro y buscando instintiva y obsesivamente el mar. 
Parece que el arribo al mar no va a llegar rápidamente, pues dicen los vulcanólogos que quedan horas para mover esa ingente cantidad de lava que avanza, en lenta y solemne procesión, porque se va enfriando y ensanchando por lo que tardará en llegar al mar algo más de lo calculado en los primeros momentos.
Cierto que es una impresionante visión del mundo. Estamos en época de volcanes, no hace mucho que estallaron en México y en Italia. Parece que el globo terráqueo se mueve en su interior y nos quiere fastidiar. Primero fue la Filomena, arrasando tierras y árboles, dejando predios y jardines en un estado lamentable, luego riadas e inundaciones devastadoras, luego terremotos y ahora son los volcanes que empiezan a vomitar sus estómagos rellenos de fuego. Y a pesar de que se llama Cumbre Vieja el mencionado cerro volcánico, porque si llega a ser Joven… ni los ángeles que le sobrevuelan podrían sobrevivir.
Los habitantes están siendo evacuados y la población se siente cada vez más angustiada viendo que se abren nuevas bocas. Hoy se dice que ha engullido al menos trescientas casas, además de escuelas, campos de cultivo y emplazamientos turísticos. Donde pisa la lava ya no hay nada recuperable porque la destrucción es total e instantánea y no quedan visibles ni las ruinas.
    No pretendo rozar la demagogia, pero siempre son las casas más humildes aquellas que se construyen en lugares de riesgo, sean laderas empinadas amenazadas de derrumbes, sean torrentes y ramblas por donde vendrán las riadas o en las faldas de un volcán que no está muerto sino dormido. 
Toda esta zozobra va acompañada de un estruendo, que dicen horroroso, y desquicia a los humanos que, además, están pendientes de ese colofón tan temido cuando la lengua de lava llegue al mar y se convierta en explosiones y emisiones de peligrosos gases a la atmósfera.
A despecho de nuestros temores, el volcán avanza con paso solemne y seguro, sin ninguna prisa, porque el tiempo no importa para la creación y la destrucción del universo. Ahora va al paso de la tradicional procesión de la Santa Patrona de la isla, Nuestra Señora de las Nieves. Que ella nos proteja, como último recurso.
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