Boletín de la Sociedad Española de Excursiones

Plácido Ballesteros
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Por las Alcarrias (Notas de una excursión a Sopetrán, Hita, Jadraque y Cogolludo. III (21 de abril de 1929)

Boletín de la Sociedad Española de Excursiones

«Jadraque. De Hita a Jadraque se llega a los límites de la arruinada meseta que es la Alcarria. Aun en ella, pero ya dominando la Campiña, la parte más baja de la provincia que desde allí se extiende hacia el Oeste, está situado el pueblo. Precisamente en la altura que acusa el fin del relieve alcarreño, dominando la llanada, alza los rotos muñones, aun imponentes, de sus torres, el castillo del Cid, como se llamó de siempre esta fortaleza de los Mendoza, que afirmaban con empeño su parentesco con el héroe de Vivar. Fue el gran Cardenal D. Pedro González de Mendoza el que la «reedificó e mejoró», en términos que un siglo después aún se conservaba en excelente estado defensivo. 

Formó Jadraque parte de la tierra de Atienza, emancipándose luego de esta mancomunidad como tantos otros pueblos de la actual Alcarria, aunque no sin cuestiones y pleitos enrevesados cuya solución había que buscar apelando a altas jurisdicciones. En el siglo XV tuvo su tierra dependiente, aun en cierta relación con Atienza. Cedido Jadraque a Gómez Carrillo, camarero de Juan II, su hijo Alfonso Carrillo de Acuña trocó la villa con D. Pedro González de Mendoza por la de Maqueda, en tierras toledanas. 

La historia aleteó en estas tierras alcarreñas durante la guerra de sucesión, y en las alternativas de suerte porque pasaban por turno las fortunas de Felipe V y de su contrincante el austriaco Carlos, Jadraque fue disputado por ambos y por ambos ocupado sucesivamente. Y fue en el propio reinado del primer Borbón cuando la villa hubo de ser teatro de una breve y dramática escena que tuvo una importancia como para conmover a las cortes europeas. «Le coup d’état de Jadraque», dicen los historiadores franceses dando una publicidad universal al modesto nombre de la villa alcarreña. El golpe de estado es nada más, pero nada menos, que el violento destierro o expulsión, decretado después de una entrevista de diez minutos, de la omnipotente Ana María de la Tremoïlle, Princesa de los Ursinos, verdadera madrina de la dinastía borbónica en España, por la tremenda Isabel Farnesio, al venir a casarse con el abúlico y opaco Felipe V, que suspiraba por segundas nupcias, aguardando a la novia parmesana y picada de viruelas en el palacio de Guadalajara. La escena, en un caserón de la plaza del pueblo la noche del 23 de diciembre de 1714. Alberoni, cocinero en pasado y cardenal en futuro, entre bastidores. 

Pero hay que recordar en Jadraque la noble y un poco ingenua figura de Jovellanos. Ministro hasta los sospechosos cólicos que atribuyeron a tósigos godoyanos, perseguido después tenazmente y encerrado durante años en Mallorca --Valldemosa, Bellver--, la subida de Fernando VII a consecuencia del motín de Aranjuez es para él la libertad y el anuncio de la rehabilitación. Entre una y otra, D. Gaspar hubo de venir a reposar a Jadraque junto a su leal amigo y padre D. Juan José Arias de Saavedra y Verdugo. En la casa de los Verdugos pasó Jovellanos unos meses de bien pronto alterada placidez. Llegó a Jadraque el 1° de Julio de 1808. Ya los franceses son dueños de casi toda España; no faltan embajadas a Jadraque, ofreciendo cargos y puestos halagadores que D. Gaspar, discreta e insistentemente, rechazó. Allí recibe, por último, el nombramiento para la Junta Central como representante de Asturias. Esta apelación nacional a un duro y espinoso deber es, en cambio, aceptada por Jovellanos; sale de Jadraque el 17 de septiembre para comenzar la última y azarosa etapa de su existencia de patriota, tan llena de amarguras.

Aparte los recuerdos históricos y el castillo, Jadraque tiene una hermosa iglesia parroquial, San Juan Bautista, de algún interés artístico. Lo que hoy se ve es efecto de una total restauración que tuvo lugar en los años 1692 a 1696, realizada por el maestro montañés Pedro de Villa Monchalian, vecino de Sigüenza: Tres naves, cúpula sobre el crucero, capiteles de orden compuesto, detalles de ornamentación barroca, de acuerdo con la fecha. Aun sufrió un arreglo en 1871. 

La principal joya de la iglesia es el Cristo despojándose de las vestiduras, obra de Zurbarán, firmada en 1661, que no vimos en nuestra visita por haber sido enviada a la Exposición de Sevilla. Allí pude verla el pasado mes de Septiembre, en el pabellón regional de Castilla la Nueva y expuesta, por cierto, en condiciones de luz muy defectuosas. Obra de última época en la producción del pintor, la última para algunos –Mayer-- y la penúltima para otros --Kehrer-- han reseñado en ella los críticos excelencias de técnica que demostrarían el avance progresivo de la pintura del maestro hasta sus últimos momentos. Mencionemos en la iglesia una capilla lateral (Evangelio), con curiosas pinturas: una cabeza de Bautista, dos santos jesuitas, y, sobre todo, un gran cuadro representando a San Antón de tamaño natural con el fuego en la mano, y que lleva como firma la inscripción: «Iv de Cabria i Garcia --Mudo de nación-- 1685». Este Juan o Julio de Cabria, pintor mudo como el gran Navarrete, un siglo anterior, era vecino de Jadraque y su actividad pictórica se ejercitó también fuera de esta villa, aunque probablemente no saliese nunca de los límites regionales. Sabemos que en la ermita de la Esperanza, cerca de la villa de Durón, pintó cuatro ángeles en las pechinas del crucero, según noticias de Catalina García. 

Cumple decir aquí que en el proyecto de la excursión el viaje se redondeaba con la visita al monasterio benedictino de Valfermoso de las Monjas, fundación del siglo XII, y albergue en sus últimos años de la famosa amante de Felipe IV, la Calderona, madre del segundo D. Juan de Austria. Dificultades del camino hicieron desistir de ello y en su lugar se acordó la vuelta por Cogolludo. ENRIQUE LAFUENTE FERRARI”.