Estas elecciones están nacionalizadas

Carlos Dávila
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En los comicios del próximo 4 de mayo no solo se decide el futuro la Comunidad de Madrid, sino que de su resultado dependerá el acontecer político de España

La líder del PP madrileño considera al presidente del Gobierno ‘culpable’ de la persecución contra su autonomía. - Foto: Kiko Huesca

Me refiero, claro está, a las de la Comunidad de Madrid del próximo día 4 de mayo. De entrada, una información trascendente: a este cronista le consta que el Gobierno de Sánchez no ha dicho de nuevo la verdad sobre sus propósitos. No, está estudiando seriamente la posibilidad de, antes de esa fecha, anunciar un nuevo alargamiento del estado de alarma. Sánchez ha cometido esta vez la pillería de sugerir algo como si que las cosas están bien la alarma finalizará el día 9, o sea, cuatro días después de las elecciones. Una golfada propagandística. Lo cierto es que las dudas son muchas y se plantean solo en función de las conveniencias electorales del PSOE (y también de sus aliados). En la decisión final lo único que se tendrá en cuenta es este factor; al Ejecutivo de Sánchez poco le importa si la ampliación o el cierre de la alerta es conveniente en la lucha contra el maldito virus, o, incluso si perjudicaría aún más el relanzamiento de la economía española. Y ocurre esto porque el presidente del Gobierno cree, con fundamento, que en estos comicios se juega buena parte, si no toda, de su permanencia en La Moncloa.

Y es que la valerosa candidata del PP le ha madrugado literalmente al susodicho secretario general del PSOE, la identidad de la campaña. Digamos que, sin género de dudas, Díaz Ayuso la ha nacionalizado. Y eso desde el primer momento en que salió a la palestra, nada más convocadas las elecciones, con un lema radical por lo que en estos días se dirime: «Comunismo o libertad». De manera que Ayuso ya está claro que no compite con el ponderado Gabilondo; lo hace contra el propio Sánchez. En los primeros escarceos de la campaña se ha constatado que la gran perversión que Ayuso atribuye a Sánchez es haber aherrojado la libertad en general y las libertades, cada una de ellas, en particular. Por ejemplo, la de información, por ejemplo, la de manifestación, por ejemplo, la del derecho a la propiedad privada, por ejemplo, la de educación, por ejemplo, la de transparencia... Hace años, el principal periódico de Estados Unidos, The Washington Post escribía un editorial el mismo día de las elecciones presidenciales con una triple provocación a sus lectores, toda una incitación premeditada al voto. Preguntaba: «¿Es usted más rico o más pobre que hace cuatro años?» «¿Está usted más seguro o inseguro que hace cuatro años?» «¿Es usted más libre o menos libre que hace cuatro años?» Las respuestas positivas o negativas prefiguraban la dirección de la voluntad popular.

Una reflexión como ésta sería muy conveniente en estos momentos que España vive, con toda certeza, el peor momento desde el comienzo de la Transición. Representaría este análisis un acomodo a la realidad nacional fuera de descalificaciones insultos, o ya ataques como los de Vallecas en Madrid, los desagradables pormenores que se acreditan en España desde hace mucho tiempo. Díaz Ayuso ha convertido a Sánchez en su rival, en su referente mediático, mientras el auténtico candidato del PSOE, Gabilondo, apenas puede salir de su sosería existencial de la que, curiosamente, sus entrenadores políticos pretenden hacer un valor electoral. Sánchez ha respondido a su auténtico oponente con una sarta de denuestos que califican muy bien la escasez y perfidia de su pensamiento político. Y es que además de Ayuso -lo cual ya es bastante- el partido del Gobierno, el PSOE, se enfrenta a otro par de rivales: Podemos y Más Madrid, contra los que disputa la supremacía del espacio político que oscila entre la izquierda pura y la extrema izquierda.

 

Lucha en la derecha

En todo caso, y para que todo quede suficientemente escrito, también Ayuso, Casado y el PP se juegan mucho, demasiado, en este envite. Un triunfo en Madrid propulsaría a los populares a una posible victoria en la generales. No sería descartable entonces un adelanto de las elecciones en toda España. Además, y a mayor abundamiento, quedaría despejada para mucho tiempo la incógnita de la primogenitura en la derecha española, con un Vox que se quedaría en un simple acompañante político del Partido Popular. Una derrota de Ayuso por el contrario, bien en las urnas o por la falta de una suficiente adición a la hora de sumar la mayoría absoluta, confirmaría una vez más el poderío de Sánchez en la balanza nacional, al tiempo que ensalzaría la figura de Santiago Abascal como pretendiente al trono del centroderecha español.

Por todo esto, hemos convenido en que la campaña está nacionalizada. El PSOE confía en que un auténtico aluvión de vacunas de aquí al 4 de mayo, devuelva al país un cierto bienestar, una seguridad, hablando en el lenguaje electoral norteamericano, de la que ahora carece, sumido, como está, en la pléyade de embustes y contradicciones que en este asunto como en todos los demás de gobernación general, han sido, y son, la característica principal del Gobierno del Frente Popular. El equipo de Ayuso se teme esta maniobra y por ello ha intentado, y está intentando, adquirir una bolsa de vacunas que puedan ser inyectadas en la población (y no solo en la madrileña) antes de las elecciones del próximo mayo.

Descartada por su infame categoría demoscópica, la bochornosa encuesta del CIS de Tezanos, lo que se sabe ahora mismo es que el PP puede quedarse esperando el santo de la mayoría española. Ciudadanos -eso casi nadie lo duda- no le va a ayudar en el empeño porque sus propios pronósticos no le aventuran siquiera representación en la Asamblea de Madrid. Todo lo fía el PP a que el electorado de derecha, ya de por si muy movilizado, acuda a los colegios sin vacilación alguna sobre el sentido de su voto, desmintiendo así al sondeotrampa del propagandista Tezanos que, contra todas las luces de la razón y contraviniendo las opiniones de sus colegas exteriores, predice ahora mismo un veinticinco por ciento de indecisos. Eso ya no se lo cree nadie. Estamos en vísperas de unas elecciones nacionalizadas que interesan tanto en Madrid como en Burgos o Cádiz. De su resultado dependerá el próximo futuro del acontecer político en España. Por primera vez, creo, en algún tiempo, el ciudadano de toda España está afectado por la importancia de un voto útil como el de este momento. Este tipo de particularidad electoral puede influir en la composición del nuevo Parlamento de Madrid, que sería el embrión de lo que ocurra, más pronto que tarde, en todas las Cámaras regionales españolas y, desde luego, en las Cortes de la Nación. Esto es todo lo que nos jugamos, y nos lo jugamos en toda España. No hay lugar para el respiro. La suerte no está, ni mucho menos, echada: estamos ante un auténtico riesgo nacional con la prevalencia de este Gobiernosocial leninista. Que cada cual atienda a su juego.