«El 'coaching' no es un diván para hablar del pasado»

Inmaculada López Martínez
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La emprendedora y coach guadalajareña, Susana Abad, analiza la características y eficacia de esta nueva técnica en auge relacionada con la inteligencia emocional

«El ‘coaching’ no es un diván para hablar del pasado» - Foto: Javier Pozo

Un periodo de crisis vital llevó a la guadalajareña Susana Abad a descubrir y especializarse en el mundo del coaching hace ocho años. Desde hace cinco, se dedica laboralmente a esta profesión emergente en su ciudad natal.

¿Podría explicar brevemente en qué consiste el coaching?

El coaching es un gran desconocido porque todo el mundo habla de ello, está muy de moda, pero realmente casi nadie sabe lo qué es. La mayoría de las personas creen que es psicología y no es así. La psicología trabaja la salud y las patologías mentales mientras que un coach es un entrenador, un compañero, pero no es un psicólogo. En concreto, el coaching es una herramienta que fue creada por un entrenador de tenis y habla de cómo conseguir un objetivo en la vida y qué cosas nos limitan para lograrlo, es decir, cuánto tiene que ver la mente y el tema emocional en la consecución de objetivos. Por tanto, es una herramienta para conseguir objetivos e implica una serie de ingredientes. Primero, hace falta la decisión para cambiar algo por parte de la persona. Después, lo que hace el coach es cuestionar qué se quiere cambiar, por qué y para qué. Y, por último, diseña un plan de acción con el que el cliente se compromete, por tanto, se necesita un compromiso. Un sueño no funciona hasta que tú realmente decides que te vas a poner manos a la obra y lo materializas. Hay una frase que dice: La atención, energiza, es decir, yo tengo un sueño y me da energía, me motiva. Pero es la intención lo que transforma. Por eso siempre digo que el coaching es gerundio, es decir, acción y sólo funciona si tú quieres cambiar.

Entonces, ¿no se fija en el pasado?

El coaching no es pasado sino que pregunta dónde estás ahora y a dónde quieres ir. Es una muy conversacional y tiene mucho de psicoanálisis, de psicología, de inteligencia emocional pero, en realidad, es una herramienta muy práctica en la que no es necesario ahondar en el pasado. Es cierto que hay personas en las que podemos ver que tienen limitaciones para conseguir cosas porque vienen del pasado, entonces sí que tenemos que detenernos ahí, pero el coaching no es un diván en el que te sientas a hablar del pasado, es un diván en el que te comprometes y decides cambiar tu vida, es una decisión. Para que el coaching funcione el cliente no puede estar en un papel de víctima, tiene que decidir que va a ser el protagonista de su vida y que es su responsabilidad  todo lo que ocurre. Al final, somos el resultado de las decisiones que nosotros mismos tomamos.

Personalmente, ¿cómo se adentra en esta profesión?

Siempre he sido una buscadora nata. Aunque soy licenciada en Derecho, siempre me ha encantado todo el tema del crecimiento personal y la psicología. Como le ha ocurrido a muchos de mis clientes cuando llegan a los 40, yo entré en una crisis vital. Descubrí que tenía todo lo que había deseado siempre (una carrera profesional reconocida en una multinacional, una hija preciosa, un marido que adoro, un coche, una casa con piscina...), pero no que me sentía feliz. Y empiezo a cuestionarme qué es lo que ocurre en mi vida. Al tener esa crisis vital, contacté con un coach y al ver cómo funcionaba la herramienta, me enamoré de ella. Al hacerme preguntas, fui encontrando las respuestas y me di cuenta de que, realmente, mi trabajo anterior no me gustaba, que no me satisfacía. Empiezo a estudiar mucho, conecto con el coaching  y decido ser feliz pase lo que pase y que si para ello tengo que dejar mi trabajo, pues lo dejaré. Fue esa crisis vital la que me impulsó a dar el cambio, porque la felicidad no es tener cosas, la felicidad es ser auténtico y ser tú mismo. Y ahí empecé a formarme. Siempre he sido una estudiosa y una lectora voraz y profundicé y me formé en coaching porque lo vi súper práctico, me encantó. 

¿Qué balance realiza de estos cinco años de emprendimiento enGuadalajara dedicada al coaching?

No me he arrepentido en ningún momento. Llevo trabajando para personas desde hace 25 años en los distintos cargos que he ocupado, siempre he acompañado a personas que tenían problemas. Por tanto, mi bagaje profesional siempre ha sido el mismo. Además, me encanta trabajar en Guadalajara porque adoro la tranquilidad y la cercanía a la gran ciudad. Por otro lado, estoy contenta porque está habiendo una gran respuesta. En principio, confieso que pensaba que la gente en Guadalajara iba a ser más reacia al coaching por aquello de ser un lugar pequeño, en el que no está bien visto el pedir ayuda... Pero no ha sido así. Además, colaboro con CEOE-Cepyme, con CEEI y, sobre todo, con Fundación Ibercaja. Llevo cinco ediciones realizando el programa Mujer Mejor de coaching grupal y ha habido una respuesta maravillosa. Estoy muy satisfecha de trabajar en Guadalajara y tengo intención de seguir haciéndolo, aunque también me muevo por Madrid y trabajo en formato online, incluso con gente del extranjero.

¿A qué ámbitos de la vida se puede aplicar el coaching?

A todos. El coaching es simplemente querer cambiar algo en la vida. Es una herramienta tan bonita que una vez que la aplicas en un área de tu vida ya tienes todas las pautas para aplicarlo a cualquier otra. El coaching es válido a nivel personal, de pareja, laboral, familiar, etc. Es una herramienta súper potente aplicable a cualquier ámbito de la vida y a cualquier objetivo que una persona quiera conseguir.

¿Hay alguno que se trate con más frecuencia?

El coaching es valentía. Por ejemplo, en el ámbito empresarial lo están introduciendo las empresas valientes a las que no les importa el cambio ya que tienen otra mentalidad. En el aspecto deportivo es una técnica muy común y, sobre todo, ahora se da mucho coaching personal, sobre todo, en mujeres que están con el síndrome de la mujer quemada, es decir, que son madres, buenas profesionales, pero están hasta arriba, que no pueden más y tienen un gran sentimiento de culpabilidad. Acuden a un coach no porque tengan un desequilibrio ni un problema de salud de mental, sino porque se sienten culpables. Al menos, es mi caso particular, es de lo más habitual.

¿Tiene más éxito el coaching individual o el grupal?

Bajo mi experiencia, es mucho más potente el coaching individual porque cada persona tenemos unas emociones y unas limitaciones diferentes. El coaching grupal es muy bonito y válido para hacer reflexión, para tomar conciencia, pero la parte de la acción se deja a elección de cada uno, no hay un seguimiento o un acompañamiento tan estrecho como en el individual. Al final, que alguien confíe en ti y que esté iluminando tus puntos, puede marcar una diferencia atroz. 

¿Está especializada en algún área?

Estoy más especializada en el área de mujer, sobre todo, por los talleres que realizo dentro del programa Mujer Mejor y porque, al principio, fundé la empresa Coaching Fertilidad, un ámbito en el que continúo trabajando bastante y en el que acompaño a mujeres que están en un proceso de fertilidad difícil. No obstante, tengo clientes de todo tipo, incluso ejecutivos y psicólogos.

 ¿Qué cualidades se pide a una persona para ser un buen coach?

Bajo mi punto de vista, tiene que ser una persona intuitiva, empática, sincera y ha de estar muy formada y certificada por la ICF. Por otro lado,  considero que es muy importante la sabiduría y las experiencias vitales que atesore. Hay que saber dónde está la persona que se sienta frente a ti, que tú hayas estado ahí en algún momento. También es fundamental la capacidad de escucha y el desdrama porque para motivar hay que energizar y para energizar y entusiasmar hay que desdamatizar. Y, sobre todo, tienen que haber química entre el coach y el cliente, que ambos se sientan a gusto. 

¿A qué cree que se debe el éxito que esta técnica ha alcanzado en los últimos años?

A que el coaching es muy práctico. Es qué es lo que quiero y qué tengo que hacer para conseguirlo. Es decisión y acción, por lo que las cosas ocurren mucho más rápido que, por ejemplo, en el psicoanálisis. Además, cuentas con alguien que te está acompañando y, en el fondo,  todos necesitamos en un momento de nuestra vida que alguien nos diga si puedo o no puedo y si voy en dirección contraria, que gire. Una persona que utiliza el coaching es humilde, reconoce que necesita una ayuda y eso es inteligencia emocional. Además, es una persona que se compromete. El coaching funciona porque hay compromiso. Siempre que haya un compromiso en cualquier área de tu vida, va a funcionar o vas a tener más posibilidades de que funcione. 

¿Qué le gusta de ser coach?

Amo la profesión. Soy una mujer que siempre he creído en la magia y el coaching, en realidad, es magia. Es ver cómo personas que creen que no pueden hacer algo, al final, lo consiguen. De mi profesión me encantan las personas y, sobre todo, porque las personas que consumen el coaching son valientes, intrépidas, francas, sinceras y se entregan. Entonces, esa comunión que hay entre los dos es maravillosa, es mágica. Me gustan los retos y me fascina todo el aprendizaje que hay en el proceso. Siempre que una persona utilice el coaching va a crecer. Me encanta hablar, comunicar y aprender de las personas. Como aprendiz eterna que soy, de todos mis clientes aprendo muchísimo.

La crisis del Covid-19, ¿ha incrementado la demanda de coaches?

Sí, mucho, aunque creo que lo que más ha aumentado es la demanda de la psicología. Esta crisis nos ha afectado en todos los niveles y el coaching se ha visto fortalecido y más utilizado porque la gente se está bloqueando y nos encontramos en la incertidumbre absoluta. 

¿Cree que la pandemia nos ha servido para cambiar nuestra mentalidad o hacer autocoaching?

En mi opinión, ha sido todo lo contrario. En general, creo que se ha adoptado una actitud de victimismo absoluto y de culpar al otro de todo: la culpa la tienen los que no llevan mascarilla, la culpa la tienen los políticos, la culpa la tienen los adolescentes… Estamos en un estado de incertidumbre y la incertidumbre genera miedo y el miedo no empodera, el miedo lo que hace es bloquearnos. Y como el ser humano per se quiere ser inocente, hemos logrado ser víctimas absolutas y jueces sin tener la oposición aprobada. Juzgar y criticar a los demás es el modo de proyectar nuestro dolor porque no estamos gestionando lo que llevamos dentro. Todos estamos culpando a los demás y eso no es coaching. El coaching es responsabilidad y responsabilidad es habilidad de respuesta y poner el foco en la solución. No he visto durante la pandemia más casos de empoderamiento, pero sí casos de personas que han estado muy bien solas, de descubrimiento, de autoconocimiento. Ha sido un periodo revelador para gente que se ha dado cuenta de que no pasaba tiempo con sus hijos, de que la comunicación con su pareja era nefasta... Mucha gente ha descubierto cosas, pero de ahí a que hayan pasado a la acción, no. La gente tiene que darse cuenta de que somos responsables de nuestra felicidad, por mucho que nos pese. Y eso es muy bonito. El tomar las riendas de tu vida es tu decisión y si tú lo decides, las cosas cambian. Y los cambios, molan. Hay que atreverse.