Javier del Castillo

Javier del Castillo


Con las luces apagadas

07/06/2021

En medio del debate sobre los tramos horarios en los que resulta más barato planchar y poner la lavadora – aunque, para la vicepresidenta Carmen Calvo, la clave está en quién pone la plancha y quién pone la lavadora –, no deberíamos de pasar por alto el oscurantismo y la confusión que alumbran habitualmente las actuaciones de este Gobierno.

Con todo un ejército de asesores y expertos en comunicación, a los que pagamos con nuestros impuestos, es imposible confundir mejor a la opinión pública. Quizá este sea el objetivo de Pedro Sánchez, para no tener que explicar de forma lógica y comprensible lo qué hay detrás de sus últimas decisiones.

Llevamos ya unas semanas hablando de los indultos a los condenados por el “procés” y todavía nadie ha dado argumentos convincentes que justifiquen esta medida de gracia. Primero se dijo que la Constitución no contempla la venganza ni la revancha, dejando a los jueces con los ojos a cuadros, luego, que había llegado el tiempo de la reconciliación, y finalmente, que los indultos son una herramienta para solucionar el conflicto catalán.

Nadie ha explicado desde Moncloa la cuestión principal: ¿qué garantías existen de que esto último sea así? y ¿por qué los líderes independentistas insisten en volver a cometer los mismos delitos por los que fueron condenados, mientras hablan de diálogo?

La credibilidad de este gobierno es incompatible con las intervenciones de su portavoz, María Jesús Montero, al finalizar los consejos de ministros. La desconfianza se multiplica cuando evita dar explicaciones sobre las medidas adoptadas por el Gobierno o se extiende de manera prolija y demagógica en culpar a la oposición de todos los males.

El mago Iván Redondo, antes de que acabe tirándose por un barranco para defender a Sánchez, debería decirle a M.J. Montero que ser portavoz no le da derecho a tomarnos el pelo. Primero a los periodistas, cuando no responde a lo que se le pregunta, y después a los ciudadanos españoles que pagamos las nuevas tarifas eléctricas y los nuevos peajes que nos esperan por tierra, mar y aire.

Una prueba reciente de la confusión y de la falta de coordinación en la que se mueve el Ejecutivo la tenemos en los últimos episodios de la crisis diplomática con Marruecos. El chantaje al que nos somete el país vecino, con el que hasta hace muy poco teníamos “unas relaciones excelentes”, según la titular de Exteriores, se aprovecha de la indefinición y de la pérdida de influencia de España en el tablero internacional. La gestión de la crisis con Marrueco, y más concretamente la falta de liderazgo de la ministra, Arancha González Laya, es de aurora boreal.

Pero, tranquilos, que aquí no pasa nada – y, si pasa, se le saluda -, porque, mientras usted duerme, el presidente lo tiene todo controlado y la vista puesta en la España de 2050 y en una “economía verde” que nos traerá ese nuevo bienestar que se nos está escapando de las manos.

Cuando el indulto a los delincuentes políticos catalanes sea ya una realidad y los españoles nos convenzamos de que es bueno trasnochar para planchar y poner la lavadora, España volverá a ser el país que tantas envidias despertó hace algunas décadas.

En una ocasión, el recordado José Luis Cuerda me contaba el primer viaje que hizo su familia a bordo de un Seat 600 conducido por su padre. El coche volcó a la salida de una curva, mientras su hermano gritaba dando saltos: “¡Estoy vivo, estoy vivo!”.

Pues eso, vivir para contarlo.