Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Del agua y su reparto

25/01/2023

El último contencioso por el agua se sustancia, por fin, con ciertos vectores favorables a lo que se lleva reivindicando en Castilla-La Mancha desde hace décadas, con la decisión última del Gobierno a partir del informe del Consejo de Estado y el reconocimiento más expreso en los planes de cuenca de algo tan fundamental como un caudal necesario para la vida mínimamente digna del río Tajo. Desde este punto de partida todo debe ir encaminado a ese objetivo prioritario del trasvase 0. La huerta levantina se ha vuelto a poner en pie de guerra aunque menos que otras veces. Aquí, en Castilla-La Mancha, el presidente Emiliano García-Page ha acertado al plantear el asunto no tanto en términos de guerra entre territorios sino de reparto nacional del agua, un bien, por lo demás, cada vez más escaso y que dentro de España nos tendremos que repartir sí o sí con criterios muy distintos a los que han predominado hasta ahora.
Si las fuentes de energía están en pleno proceso de cambio en lo que llamamos la transición ecológica, el agua no se puede seguir repartiendo con los mismos criterios de hace casi medio siglo. En el caso del agua, el cambio climático, que todavía hay quien se empeña en negar, tiene mucho que ver y la península ibérica tiene todas las papeletas, y no demasiado buenas, para verse profundamente afectada por el calentamiento global y el avance de la desertización. Por eso hablar del reparto del agua resulta imprescindible, pero hasta el formato del debate se nos ha quedado totalmente anticuado, tan anticuado como el trasvase.
La llamada guerra del agua, con todos sus componentes ya conocidos, debería pasar a la historia. ¿Cómo es posible seguir planteando el asunto en estos términos?. El trasvase Tajo-Segura fue una idea de hace más de cuarenta años, en un país donde no existían las autonomías y predominaban aún las formas de hacer del régimen anterior. Fue una forma de salir del paso y solventar un problema acuciante, pero en ningún momento se debió plantear como algo definitivo ni mucho menos ideal, y por eso hay que revisarlo a la baja hasta llegar a otro tipo de soluciones que hagan innecesario ese trasvase que esquilma y empobrece hasta el límite de su propia supervivencia al río Tajo. El debate no debería ser cortar el grifo o dejarlo enteramente abierto sino ver la forma más optima de que los regantes del Levante español puedan satisfacer sus necesidades sin hacer uso de un recurso como el trasvase del Tajo que no da mucho más de sí. En juego entra una explotación más rentable del agua desalada e incluso una utilización adecuada de los acuíferos, porque otro tipo de soluciones como el trasvase procedente del Ebro, aunque sobre el papel sería lo ideal, a día de hoy resulta una obra inasumible. Nadie en su sano juicio quiere que muera la mayor huerta de Europa, como proclamaba lastimosamente una pancarta en la última manifestación de los regantes murcianos en Madrid. Esa huerta levantina, que es un orgullo para todos los españoles, y que, por cierto, no  sufre ahora tanto por la falta de agua como por los perniciosos acuerdos de la UE con terceros países, es  un bien nacional que hay que mantener sea como sea, pero antes hay que solventar el problema del reparto del agua, y hay que hacerlo con criterios técnicos sin contaminar el caudal del debate con guerras de política barata. Estamos en un periodo de cambio total en casi todos los aspectos de la vida y este no lo es menos. El reparto del agua es un problema mundial, acuciante por las olas de calor y las sequías, y en España tenemos una porción importante de un problema que ya hay que resolver porque la solución que se ideó hace más de cuarenta años está en vías de caducar
Ha dicho el presidente Emiliano García-Page que piensa que verá el fin del trasvase como ciudadano aunque no como político, y no sería mala noticia si lo podemos ver en una plazo relativamente corto de tiempo que podrían ser a veinte o treinta años vista porque nadie piensa, tampoco en Castilla-La Mancha, que sea factible cerrar el grifo sin más, en un acto de insolidaridad con otros compatriotas, pero tampoco es de recibió enrocarse en una solución que en su momento fue provisional y que tiene que dar paso a otras formas mucho más adecuadas y modernas de aprovechamiento solidario del agua que hay en España. Que un plan de cuenca respete por fin un caudal mínimo, y que el Gobierno de España por fin lo sustente, en base también a las sentencias inequívocas del Tribunal Supremo, es un paso fundamental para iniciar ese camino cuya meta final es el trasvase 0.