Claqueta y acción. Rodrygo Goes aparece en pantalla. Manos en los bolsillos, mirada sincera y sonrisa tímida. Es el chico que no se ha dejado influenciar por las malas compañías durante toda la película y, a pesar de las reticencias de los padres de la chica, termina convenciéndoles y obtiene un final feliz porque, como dice su amigo en el momento clave del guion, «es un pedazo de pan». No es un galán de manual, pero sí el yerno perfecto, un personaje excelente para películas de sobremesa y partidos en los que el actor principal (Vinícius) no está y hace falta 'otra cosa'.  
De una forma virtuosa, Rodrygo interpreta a Vinícius sin ser Vinícius. Le faltan dos décimas de segundo en carrera, pero sostiene una capacidad de regate muy similar a la de su compañero (es raro que no se marche siempre de su primer marcador), nunca rehuye del mano a mano y es vertical e incisivo sin pausa. Un quebradero de cabeza constante. Como su compatriota… pero «en bueno». 
'Vini' está escribiendo su propio guion y, en él, se ha grajeado un buen número de 'haters' por sus aspavientos, gestos, bailes, sonrisas y charla constante. Un cóctel explosivo entre uno de los mejores futbolistas del mundo y el niño que alardea de ello. En un momento dado del curso, cuando se filtró que había racismo porque se le insultaba, pitaba y chillaba al muchacho, el sentido común obligaba a girar la cabeza hacia Rodrygo. ¿No es tan negro como él? ¿Y cuánto se le insulta, pita y chilla al yerno perfecto? 
En Cádiz, con Vinícius descansando para poner rumbo a Stamford Bridge, jugó Rodrygo y ningún jugador local se calentó y ningún aficionado del conjunto rival fue 'racista'. Quizás las de 'buenos' son películas que venden menos…