Jesús Fuentes

ÁNGULOS INVERTIDOS

Jesús Fuentes


PSOE, ¿qué PSOE?

19/07/2022

Es un recurso viejuno que, habitualmente, emplea la derecha para desacreditar al gobernante socialista de turno. Lo hizo con Felipe González, lo repitió con Almunia y Rubalcaba, lo exageró con Rodríguez Zapatero y se ha intensificado con Sánchez. Se habla de 'sanchismo', con tono siniestro, para dejar entrever que no representa al PSOE de verdad. Ha secuestrado, dicen, a la organización y, al margen de ella se encuentran, orillados, los verdaderos socialistas. Lo que dicho por la derecha no deja de ser una estupidez sublime, pues ella se atribuye definir la calidad del socialismo y repartir carnets de militancia. Aunque lo grave no sea eso, sino quién compra el discurso de la derecha y lo refuerza.
El PSOE es un partido de más de cien años. Un logro en política. Cuenta con una trayectoria histórica única. Se refundó en España, tras la caída de la dictadura y la legalización de los partidos políticos. A partir de ese momento, muchos militantes, que entroncaban con el viejo socialismo, se lanzaron a las carreteras para reconstruir el partido que había soportado tiempos difíciles en la guerra, en el exilio, en la cárcel o en cunetas y carreteras. No fue fácil llegar a los pueblos de las provincias, pequeñas o extensas, para reconstruir el partido socialista. Los militantes desinteresadamente se desplazaban a los pueblos para reclutar gentes dispuestas a representar y presentarse por el PSOE en las elecciones que se avecinaban. La gente temía dar la cara, por si acaso. Resultaba complicado encontrar personas dispuestas para acceder a los Ayuntamientos, para ser candidatos al Congreso o al Senado. En una provincia como Toledo –no fue la única– se tuvo que pedir a la dirección nacional candidatos para las elecciones Constituyentes. Los primeros cargos públicos lo fueron por convicción ideologica. Más tarde surgirían las variables oscuras. Se sucedieron años de kilómetros y agrupaciones constituidas y mantenidas con visitas continuas. Se celebraban asambleas, se debatía de política, se hablaba de los problemas de los pueblos, de los ciudadanos. El socialismo democrático renacía. Había, por supuesto, dudas. Algunos creían que el socialismo era como el comunismo, pero a nadie, nunca, se le ocurrió pensar que debía identificarse con la derecha. En la larga historia del PSOE se cometieron errores ideológicos, aunque de lo que no se ha dudado nunca es que el adversario es la derecha. En un Congreso extraordinario, en el que se renunció al marxismo programático, se despejó todo. El PSOE se definía como socialdemócrata.
Tras el esfuerzo titánico por recomponer el socialismo, perseguido en pueblos y provincias, se impuso una organización territorial novedosa: la creación de nacionalidades y Comunidades Autónomas. El modelo iba a trastocar radicalmente la evolución del socialismo. El poder suplantaría a la tradición y los sentimientos. Todo cambió, todo se oscureció, todo se confundió. La adquisición del poder personal se impuso por encima de los objetivos colectivos. Como era de esperar, gentes nuevas llegaron al partido. Sin ideas claras de cómo debía actuar una izquierda transformadora.
De aquellos tiempos aún quedan gentes con fidelidad romántica a un partido de izquierdas moderado. Desplazados, ninguneados, ocultados. Ellos contribuyeron a una Transición tranquila, que no perfecta, y a la normalización del socialismo democrático tras los anatemas de la dictadura. El PSOE apostó siempre por procesos de modernización y homologación con Europa. Tras la Segunda Guerra Mundial, el pacto de socialdemócratas y democristianos creó un modelo de éxito para el socialismo democrático. Para España, los referentes eran Alemania o los países Escandinavos. Un sueño todavía no logrado, que no procederá de una izquierda neorancia, que confunde socialismo con proyectos personales y construye discursos de derechas aderezados con referencias que parecen de izquierdas. Claro, que pocos saben ya en la izquierda en qué consiste ser de izquierdas.