Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


La identidad perdida

22/08/2021

Tengo pendiente ir a ver a Chani a su refugio de Albalate. El periodista y escritor, que lo es después de paisano y amigo, tiene por buena costumbre apartarse de todos los ruidos en una cabaña escondida en las faldas de la sierra de Altomira. El Enebral, lo llama. Entre sabinas y encinas, robles y enebros, el silencio se escucha como parte del latir de la vida. Lo tengo pendiente para comprobar si las gallinas se han multiplicado y para ver si al Thorin, un travieso spaniel, le ha llegado más compañía. 
De no estar apartado de los hombres, así sería. En estas semanas de bota y cantimplora, de pasar de alcarrias a serranías para acabar siempre en el Alto Tajo, los pueblos se han ido presentando muy por encima de lo que es habitual en verano. Este de 2021, no ha sido uno más. Que se lo pregunten a los hosteleros, a los dueños de los pequeños comercios y también a los vendedores ambulantes, sobre todo, a los que tampoco fallan en invierno. Viendo que lo de salir al extranjero podía ser una aventura con un final incierto, comprobando que las playas están con una ocupación por encima de un año sin pandemia, el medio rural se ha vuelto a erigir como una alternativa con muchos argumentos para apartarse de la rutina. Es flor de un día o de un mes. En cuanto pase la Virgen de septiembre o el Cristo en determinados pueblos, todo volverá a su pulso habitual. Es un ciclo que no está escrito, pero que se repite cada año sin que haya opción de que sea diferente. 
Probablemente, ha sido el año con más gente en los pueblos de la última década. Aun así, vamos consumiendo un verano que ha vuelto a estar carente de los elementos que entroncan con el pasado: la identidad y la tradición. Sin las fiestas como las hemos conocido de siempre, sin los elementos que nos han conectado con la herencia que nos han dejado nuestros padres y nuestros abuelos, volvemos a desprendernos de aquello que nos sirve para completar lo que somos, sin olvidar lo que fuimos. Quizá no seamos conscientes todavía de lo que nos estamos dejando en el camino. Dos años pueden parecer muy poco tiempo para tradiciones con siglos de historia. Nada de eso. Esta anormalidad enquistada supone una dentellada a la yugular de nuestra propia vida. No solo por los que se han marchado. También por todo aquello que nos estamos perdiendo los que nos hemos quedado. Tan importante es conservar la vida como saber vivirla, y sin todo aquello que nos recuerda el origen y también nuestro pasado es menos vida. Si a un chaval de 17 o 18 años, le quitas determinados elementos en un período tan importante de su existencia, igual ya no se enganchará jamás y nunca llegue a comprender por qué sus antepasados fueron transmitiendo todo lo que un día aprendieron y disfrutaron de los suyos, haciéndolo parte de un patrimonio que no se puede palpar, pero que es imprescindible en el medio rural. 
PD. Por cuestiones evidentes, es más noticia un incendio que arrasa miles de hectáreas que un conato que se consigue apagar a las pocas horas o incluso a los pocos minutos de iniciarse. Valgan estas cortas líneas para felicitar a los que trabajan día y noche cuidando nuestros montes y que solo son noticia cuando las llamas se expanden sin control. Hace una semana, una tormenta abrió un incendio en Armallones, parte del pulmón y del corazón del Alto Tajo. En poco tiempo, se movilizaron 4 medios aéreos y 5 terrestres. Consiguieron apagar un fuego que, de haberse propagado, hoy estaríamos hablando de una auténtica catástrofe ecológica.