Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


Hideputa

28/10/2021

La Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan ha advertido de que la Oficina de Patentes y Marcas no le ha dejado inscribir un vino de Bodegas Alort con el nombre de 'Hideputa'. Venía a cuento esta denominación como forma de homenaje al Quijote, puesto que en uno de sus pasajes, Sancho Panza aclama el vino que está tomando y lo llama «hideputa, tan bueno que es de Ciudad Real». El organismo del siglo XXI ha considerado poco adecuado el nombre al considerar que denota un claro tinte peyorativo. Los cervantinos de Alcázar aseguran que lo que ni la Inquisición ni el Consejo Real consiguieron en el siglo XVII, lo ha logrado un estamento del XXI. Con las patentes hemos dado, amigo Sancho.
El error de las marcas, las oficinas, los monstruos y las patentes es el mismo que tiran estatuas a diestro y siniestro. Nos ponemos las lentes de aumento para juzgar el pasado sin percatarnos que no valen para echar la vista atrás. Dice Arcadi Espada que solo se puede mirar al pasado con los ojos de hoy. Y lleva razón, por supuesto. Previo estudio, habría que continuar. Porque uno de los significados de 'hideputa' en tiempos de Sancho, y aún hoy, era precisamente extraordinario, sensacional, fuera de lo común y legendario. Habría que decirle a la oficina de patentes que solo bastaría con pasarse por algún bar o restaurante de España para escuchar alguna frase del tipo «mira el hijoputa el coche que lleva».
En realidad, hideputa – arcaísmo- o hijo de puta – más actual- es un sintagma que puede denotar infinidad de significados. Casi tantos como las palabras relativos a los órganos sexuales masculinos o femeninos. La cultura también la forma el acervo recogido por el pueblo; es más, son los cimientos mismos del saber luego más elevado, pues nada puede construirse sin conocer las bases que lo sustenta. El pijo, los cojones, los huevos, la chirla, la almeja o mil términos más que se utilizan en la jerga vulgar de la gente remiten curiosamente a lo por otra parte innombrable. El gozo, el placer, el disfrute, el acabóse… Quizá por eso mereció tanto tabú a lo largo de la Historia y quizá por eso el hombre bordeó todos sus conductos y canalones para sortear las censuras y hacer de todo ello uso común entre los congéneres. Seguro que viene algún hijoputa y denuncia este artículo.
El taco desmandado no vale nada, pero bien utilizado en un texto es como el látigo que hiere la venas, el puñal que hiende las tripas, el gozo místico del saberse deseado. Abre en canal el vientre y las amígdalas y solo pronunciarlo provoca descanso y solaz cuando viene a cuento. Lo contrario, obviamente, es grosería y procacidad. La delgada línea que separa lo sublime de lo ordinario, a veces, no está muy clara. Para eso, digan lo que digan, hay que usar la intertextualidad y determinar las intenciones. Un taco por más de mil palabras pronunciadas provoca lucidez y hace atender al público. Si bajamos la media, terminamos en la ordinariez y el descaro.
Hideputa no pasará a la historia de los vinos, pero sí a la de los académicos de Alcázar. Tiene buena pinta además, porque lleva cabernet y algo de tempranillo, pasado encima por barrica francesa, la más hija de puta de todas las barricas, por lo que cuesta y los cuidados que necesita. Que nadie se alarme. La libertad siempre se abre camino porque fue de los más altos dones que dieron los cielos al hombre.