Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


De pájaros, turismo y vivienda

17/02/2023

Me voy y les voy a dar un respiro. Un día de ayuno de política, de sociología, de crítica, de conflicto, o sea de esos líos en que los humanos somos tan dado a enredarnos. Así que me decido a rescatar una pieza naturalista que habla de pájaros. Me han fascinado siempre las aves y aún más sus largas singladuras emigrantes en las que durante millones de años nos llevaron ventaja. En sus hábitos encontrarán, creo, mucha enseñanza y un plus de sensata racionalidad de esa que vamos aceleradamente perdiendo.
El turismo, por ejemplo, no lo inventamos nosotros sino y, desde tiempos primigenios, ellos y hasta los gansos lo practican con bastante más sentido común que los de nuestro género homo, el 'bípedo implume' que dijo el griego. Los pájaros, acompañados de sus 'chicos' en viaje 'principio de carrera', huyen del Norte y se bajan por aquí cuando allí es noche todo el día y hace un frío que pela. Pasan por estos lares la invernada y cuando barruntan de comprenden que por sus lugares nativos estará fresquito y a gusto cogen ruta celeste de vuelta. En esto último en lo que ahora ya deben andar pensando, por ejemplo, las grullas a las que supongo ya calculando cuando será el momento de emprender la vuelta. Osea, exactamente al revés que aquellas 'suecas' que iniciaron tales humanas costumbres allá por el siglo XX, entendiendo por ellas a todo turismo nórdico. británico y centroeuropeo que vienen a achicharrarse.
Otros, como los vencejos y las abubillas, por ejemplo, hacen exactamente lo contrario que los anteriores, pero también con mucho sentido. Éstos huyen del calor extremo y cuando perciben que, por sus pagos africanos, va a ser eso, africano, pillan alas y a criar a España, que aún se puede aguantar. Llegado el otoño y cuando refresca, vuelta para el sur con los críos recién salidos del nido para que aprendan a buscarse la vida de verdad. Dentro de no mucho serán estos los que empiecen a asomar por aquí. Mayormente africanos en plan ligue y procreación. Golondrinas, aviones, vencejos, cuclillos, abejarucos, abubillas, codornices, oropéndolas, milanos y una legión alada más son los animadores de cielos, campos y ciudades. Porque los hay también que prefieren el turismo urbano y los monumentos históricos.
Estos turistas en algo sí se parecen a los humanos. Por lo menos son igual de ruidosos y con algunos también comparten la entrega al celo amoroso. Pero ellos además construyen nido, y sacan adelante a la prole, o sea que tienen mucho más curro. Provienen del África del norte, del Sahel, de la franja Ecuatorial e incluso del África Austral. Encontrar pareja y hacer nido suele ser su primera ocupación. Para lo primero cantan mucho y para lo segundo han de ingeniárselas.
No es lo mismo, claro, ser cigüeña, que eso es una envergadura y unos pollos que tardan muchísimo en crecer, que ser pajarillo, que se crían en un verbo y hay padres tan prolíficos que hasta les da para sacar tres nidadas. Hay quienes a las dos semanas de romper el cascarón ya están volando y la madre en nada poniendo a incubar otra remesa de huevos. Los unos, además, necesitan un piso enorme y hasta una plaza de aparcamiento muy grande, mientras que los otros se hacen la chabola en cualquier resquicio y meten a la familia en cualquier agujerillo.
Y luego están las preferencias. Que en esto las especies son muy suyas. Los hay que son más de agujero y algunos de que se lo den hecho. Debajo de una teja, en una grieta o en un árbol o hasta en una farola que es lo más parecido. Los hay de tejérselo y hay maestros de las ramitas y algunos genios del acabado y el confort con pelusas y algodones, alicatado hasta el techo. Árboles, sotos y arbustos proporcionan el cobijo necesario.
Y están los maestros albañiles del barro, golondrinas o aviones. Con cierta tendencia a la colonia y al adosado, los segundos. Las golondrinas son más de chalet individual Los aleros en el exterior de los edificios o en el interior si hay entrada franca, en el caso de las golondrinas, son el lugar elegido.
Todos ellos saben, eso sí, que hasta que no haya vivienda y en perfecto estado, no habrá apareamiento. En esto son muy suyas las pájaras. El piso por delante o no hay boda que valga. Esto es casi lo más importante que nada, aunque no haya mucha fidelidad. Hay especies que sí. Los ánsares, los gansos vamos, lo son mucho. Pero los demás no tanto. Y es que hay mucha mortandad, y más en los viajes. Queda mucho viudo y mucha viuda y mucho extraviado y hay obligación de buscar nueva pareja. El turismo, ya se sabe, siempre ha traído mucha promiscuidad. Aunque no todos pecan. Las cigüeñas, por ejemplo, se guardan mucho cariño, aunque no ausencias, pero por lo general los que son residentes permanentes y las especies de mayor tamaño y cierta mayor longevidad tienden más a la fidelidad que los pequeños. Que los pajarillos, por necesidad o por vaya usted a saber, son unos golfos y unos pillos.