Javier del Castillo

Javier del Castillo


Residencias de mayores

22/03/2021

El todavía vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Asuntos Sociales, en una de sus encendidas proclamas, anunció hace ahora un año que lo tenía todo controlado. «Vamos a construir un escudo social. Lo público no se pone de perfil», decía el 19 de marzo de 2021. Al día siguiente participó en la primera y única reunión convocada para estudiar la incidencia del coronavirus en los centros de mayores. A partir de ese momento, Pablo Iglesias les pasó el marrón a las comunidades autónomas, que para eso tienen transferidas esas competencias. 
Han fallecido 30.000 personas en las residencias desde el inicio de la pandemia, pero el ministro de Asuntos Sociales se enteraba de la agonía de decenas de miles de ciudadanos –que fueron niños de la guerra civil que tanto le obsesiona– por la prensa. En su agenda, a lo largo de un año, no ha encontrado ni unos minutos para visitar a nuestros mayores y mostrar sus condolencias a los familiares de quienes morían en la más absoluta soledad. Sin recibir una palabra de consuelo. 
En su agenda tenía prioridad la política del enfrentamiento, el acoso a la monarquía, la solidaridad con los condenados del procés, las críticas a los jueces o la preocupación por las carencias de una democracia en la que se puede ser vicepresidente sin respetar a las instituciones que la salvaguardan. Durante más de un año en el Gobierno, el ahora candidato a la Comunidad de Madrid no tuvo ningún interés en comprobar sobre el terreno cómo la muerte diezmaba a una generación de ancianos. Estaba en otras cosas. Es muy probable que sus asesores le alertaran de que esa foto no le beneficiaba. O que su presencia podía molestar a quienes sufrían dentro de esas residencias la impotencia, la indefensión y la crueldad implacable de la pandemia. El responsable de Asuntos Sociales y Agenda 2030 prefirió mirar para otro lado, cuando las estimaciones de víctimas mortales ya eran alarmantes: 20.000 fallecidos entre el 14 de marzo y el 22 de junio. En tres meses el coronavirus se había llevado por delante a decenas de miles de residentes, pero el vicepresidente y ministro de Asuntos Sociales estaba en otra cosa:  en sus batallas partidistas y en sus peleas contra el propio Gobierno del que formaba parte.
Hace ya muchos años, el comentarista deportivo Héctor del Mar (famoso por el entusiasmo con que narraba los goles) me contaba una historia curiosa, vivida en el estadio de La Romareda, durante un partido entre el Zaragoza y el Real Madrid. Mientras cantaba uno de los goles del conjunto madrileño, una señora, que desconocía su peculiar manera de gritar los goles, fueran del equipo de casa o del visitante, la emprendió con él a bolsazos y no hubo manera de pararla. «La señora – me decía Héctor, que en paz descanse - pensó que yo era un hincha acérrimo del Madrid, no un periodista que se ganaba la vida cantando los goles por la radio». 
Pues algo parecido le podría haber ocurrido a Iglesias, si hubiera aparecido por alguna residencia de mayores – donde los internos quedaron abandonados a su suerte – cantando los goles del Gobierno, del que se marcha sin haber hecho nada. 
Afortunadamente, el Covid-19 ha desaparecido prácticamente de las residencias.  La segunda dosis de la vacuna ha puesto fin a este calvario. Pero los 30.000 muertos en residencias tienen familia, tienen nombre y apellido y una cuenta pendiente con el ministro de Asuntos Sociales que había prometido salvarles.