María Antonia Velasco

María Antonia Velasco


La trama de la vida

31/05/2021

Durante mis reencarnaciones (catorce según mi astróloga particular) he escuchado opiniones sobre el amor y casi todas buenas. Sin embargo repasando de memoria  lo que piensa la gente sobre este tema y acudiendo al folclore, que es el notario máximo de cualquier ideario popular, compruebo que aún se le teme más al amor que al dinero, lo cual es para mucha meditación ya que «poderoso caballero es don dinero», como dijo Quevedo entre cientos de versos más sutiles e inteligentes.
Pero he ahí que, esta idea pedestre fue inmediatamente apadrinada por las masas, mientras que sobre el amor recuerdo la atribución zarzuelera en que se dice que «es un veneno de un poder fatal», cantinela extraída del alma mediterránea que soporta aún peor los rigores de la pasión que de la miseria.
También tengo recuerdo de otra reencarnación cuando el ministro Garrigues, desdichadamente desaparecido, en un día de San Valentín que coincidimos en un viaje oficial, musitó sobre el asunto del amor que consideraba los daños de su ejercicio como las más  penosas de las penas especialmente, dijo, porque suelen ser el primer dolor que cae sobre un alma tierna y todavía sin anticuerpos. El desamor y los desengaños son el primer mordisco que nos hiere en la parte del espíritu, un primer rodillazo entre las piernas del corazón, súbito e inesperado.
Sin embargo el amor es una historia interminable; si no has estado nunca enamorado eres un mentecato que no conoce nada de la vida o un pardillo sin éxito que no ha llegado a catar la manzana prohibida. Recuerdo que mis tías solteras paralizaban en su casa toda la actividad después del almuerzo, para ver en la TV, con los ojos llenos de lágrimas una de esas telenovelas amorosas de allende los mares. Comerse una rosca sigue siendo el éxito más tangible y deseable y aunque los periódicos estén llenos de luctuosas noticias sobre ese tema y sus consecuencias, el público en general persigue con saña ese desbarajuste del espíritu que, digan lo que digan, casi nunca es alegre ni barato. 
Se llora mucho sobre el amor hasta dejarlo completamente empapado y, para colmo, conocida bien esta enfermedad que hoy me ocupa, por los buitres del comercio, dichos rapaces se lanzan a la producción de adefesios muy caros y con leyendas sonrojantes —ya se sabe que un enamorado/a nunca está en sus cabales— Y analizada la fiebre estética y el abandono de la razón que siempre se halla alterada, no escuchará motivos que le lleven a rechazar adquirir una de esas basuras para regalar a su amado/a.
Los hombres somos unos tipos raros empeñados en conquistar las galaxias exteriores, y las interiores, como si no supiéramos que quien llevamos dentro es el peor enemigo. Somos unos seres blanduchos y vulnerables que de repente echamos a correr detrás de unas tetas o unos pantalones con buen paquete.
Llegamos a ser unos majaderos que, en pleno delirio emocional, firmamos un contrato para los restos con un prójimo escasamente conocido y dudosamente recomendable a la larga, sin atender a esa recomendación que llevamos escuchando hace mucho tiempo de boca de Pablo Neruda en su Canción desesperada
    Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego/ Turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio.