Javier del Castillo

Javier del Castillo


Sectarismo galopante

05/07/2021

La jauría está siempre al acecho y cualquier declaración que no se ajuste a su sectarismo galopante tendrá una respuesta contundente. La intolerancia y la falta de respeto a las opiniones ajenas está alcanzando en nuestro país cotas preocupantes. Ejercer la libertad de expresión y decir lo que realmente piensas sobre una determinada cuestión tiene cada vez un precio más alto. Insultar en las redes, sin embargo, suele salir gratis. Y etiquetar sin argumentos a quienes discrepan del ideario «progresista» y de lo «políticamente correcto» tampoco incluye peaje.
Está muy bien apelar de nuevo a la convivencia, la concordia y la reconciliación de los españoles, pero quizá ya sea demasiado tarde. La división y el enfrentamiento está llegando a situaciones que producen vergüenza ajena. Nunca, como ahora, se ha caído tan bajo. Hasta el punto de llamar «fascistas» a personajes públicos por defender la unidad de España.
Lo pudimos comprobar hace una semana, con motivo de la grabación de un disco conjunto de Ana Torroja y Alaska, representantes de dos estilos diferentes, pero igualmente reconocidos y aplaudidos en los años 80. El celebrado reencuentro de la exvocalista de Mecano y la polifacética Olvido Gara, Alaska – nunca habían trabajado juntas – no se merecía la respuesta sectaria, ni los insultos, de quienes confunden el trabajo artístico con las opiniones políticas de ambas.
A Torroja le ha caído la del pulpo por decir algo tan «ofensivo» como esto: «Creo en la unidad de España». ¿A quién se le ocurre creer en una cosa así, cuando además lleva años viviendo en México? Por si fuera poco, confesó en ABC que le extrañaba  que los catalanes quisieran dejar de ser españoles.  Y, ¿cómo se le ocurre también a la «reina de la Movida» presentar un programa «españolista» como Cine de Barrio? 
Los repartidores de etiquetas y descalificaciones, siempre atentos a los pronunciamientos del personaje público que se atreve a criticar la deriva en la que estamos, caen en tromba sobre él, para recordarle que debería dar las gracias por haber llegado a donde ha llegado. O para señalarle con el epíteto, marca de la casa: «fascista». Y sin entrar en detalles, porque para eso hay que estar algo más documentados. Y no ser tan intolerantes.  
La convivencia entre españoles es un eslogan vacío de contenido para el sectarismo imperante. Un sectarismo que puede llegar hasta el extremo de cuestionar las convicciones democráticas de Joan Manuel Serrat, Juan Marsé (que en paz descanse), Fernando Savater, Javier Cercas o para llamar «facha» al actor José Sacristán por criticar al exdirigente de Podemos.
A la vista del panorama, con la inquisición dispuesta a aplicar de forma implacable los nuevos métodos de tortura on line, se está extendiendo entre los intelectuales, escritores, actores, artistas, cantantes y opinadores una especie de autocensura. En alguna ocasión reciente he podido comprobar cómo el entrevistado insiste en no hablar de la situación política o, en caso de hacerlo, con la grabadora apagada. 
La fortaleza de nuestra democracia pierde también vigor cuando muchas instituciones públicas actúan desde la intolerancia. Es lamentable tener que escuchar a voces relevantes de nuestra cultura denunciar que tienen cerradas las puertas de determinados auditorios y espacios públicos porque no son de la cuerda de quienes gobiernan ese territorio. 
Mejor, por tanto, permanecer callados.