Javier del Castillo

Javier del Castillo


Convivencia sí, pero sin insultar

28/06/2021

Han tenido que pasar más de cuarenta años para que un presidente del Gobierno en apuros se haya dado cuenta de la vigencia e importancia de algunas palabas fundamentales en los albores de la democracia: convivencia, concordia y reconciliación. De lo que quizá no se haya percatado es de que estas palabras dejan de tener valor cuando se utilizan para disfrazar una realidad muy distinta de la que se vivió en los años de la Transición.

De nada sirve apelar a la concordia y la convivencia, ni indultar a los condenados por sedición y malversación de caudales público en Cataluña, mientras – como respuesta a esa mano tendida - se queman banderas españolas en Vic, se insulta al Rey y una diputada de ERC se levanta de su escaño y llama fascista a la portavoz de otro partido en el Congreso de los Diputados. En los años de la Transición, cuando se aprobó la Constitución y fueron elegidos los primeros representantes del pueblo en el Congreso y el Senado, las diferencias políticas se saldaban de forma civilizada, mientras se encendían un cigarro.

Pero, lo más importante es que todos aceptaban y asumían que sus actuaciones estaban sometidas al cumplimiento de la Ley. A partir de esta premisa, se consiguieron los grandes acuerdos y consensos de nuestra incipiente democracia. Algo que ahora es casi inconcebible, entre otras cosas porque hay un enfrentamiento visceral y odio político que anula cualquier intento de diálogo.

Está claro, como apunta en una de sus últimas columnas Fernando Savater, que “lo que fomenta la convivencia democrática – esa virtud que tanto tiempo ha tardado en poner en valor el actual inquilino de la Moncloa – es el respeto y el temor a la norma compartida”. Las Leyes marcan y definen la convivencia entre los españoles. Incluso entre los que se empeñan en dejar de serlo. Por eso cuesta tanto confiar en los efectos terapéuticos de los indultos en aquellos cuyo único objetivo es romper la unidad de España y llamar fascistas a quienes discrepan de sus postulados.

El recientemente fallecido, Leopoldo Torres, diputado electo por Guadalajara durante tres legislaturas y vicepresidente del Congreso, además de Fiscal General del Estado, escribía un artículo en el periódico guadalajaradiario.es, con motivo del cuarenta aniversario de la Constitución Española de 1978, en el que decía lo siguiente: “Son innumerables los testimonios de autoridad que han analizado en términos elogiosos el cambio producido en España con la Constitución, como prueba de nuestra voluntad colectiva de reconciliación, diálogo y democracia. Y ello en gran medida merced al consenso, que alguien definió como determinante de los límites de las discrepancias”. Verde y con asas.

Pero, lamentablemente, aquellos socialistas que – como Leopoldo Torres - antepusieron a sus ambiciones personales los intereses generales de nuestro país se están yendo y los que quedan en activo prefieren aguantar callados para evitar posibles represalias. También hay algunas excepciones, aunque contadas: socialistas que critican una decisión del Gobierno, pero que enseguida matizan o edulcoran su opinión para que no les borren de las próximas listas electorales. En este último grupo podría incluirse, con matices, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page.

A ver cuanto tarda Page en decir que las concesiones de indultos a los condenados del “procés” no le gustan, pero que su aplicación era un mal necesario