Editorial

Los inaceptables ataques a Vox y la peligrosa indulgencia con los violentos

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Una vez más un acto público de Vox se ha visto interrumpido por graves altercados provocados por manifestantes que trataban de impedir su celebración, como pasó anteriormente en las elecciones vascas y catalanas. La formación de Santiago Abascal intentaba celebrar un mitin este miércoles en el barrio madrileño de Vallecas, pero acabó en cargas policiales después de que un grupúsculo de radicales lanzase piedras y botellas contra los candidatos y sus simpatizantes. Es una grave anormalidad democrática que se apedree a la tercera fuerza política por hacer un mitin en un barrio donde en las últimas elecciones generales obtuvo un 12% de los votos mientras que la cuarta fuerza, desde el Gobierno de España, les tache encima de provocadores. Eso solo pueden pensarlo quienes están abonados a la estrategia de la crispación.

Vox sabe que tiene que esforzarse en Madrid para tratar de diferenciar su discurso del de Isabel Díaz Ayuso y para alejarse del temido suelo del 5%. Por eso, va a calcar las tácticas que les funcionaron en Cataluña, donde visitaron barrios obreros y con alta presión migratoria para poner el foco en la inseguridad ciudadana. En Madrid eligieron como primera parada de sus mítines uno de los barrios clave del llamado cinturón rojo de la capital de España y cuna política de Pablo Iglesias, pero como sucedió hace dos meses en Vic, la convocatoria fue respondida con violencia por radicales totalitarios que pretenden imponer dónde se puede estar y qué hay que decir. Los altercados se saldaron con 35 personas heridas, 21 policías nacionales, en un acto que congregó a 300 simpatizantes y 500 manifestantes.

Durante demasiado tiempo hubo políticos que banalizaron los escraches a otros políticos, pese a que esos acosos entrañaban un alto riesgo de salirse de los cauces del respeto democrático. Hoy estos ataques ya están completamente al otro lado de cualquier línea roja. Son sectarios y contrarios al pluralismo. Su objetivo es impedir que quienes no nos gustan puedan expresar sus opiniones o pedir el voto. Nadie puede ser indulgente con esa actitud, al margen del lugar del espectro político del que provenga. Por eso es tan preocupante que haya miembros del Gobierno de España que justifiquen y alienten estos ataques inaceptables en cualquier momento, pero menos cuando se inicia una nueva campaña electoral, durante la que sería mejor asistir a un debate racional entre alternativas y no a más llamamientos en torno a consignas extremistas que solo funcionan como caldo de cultivo para comportamientos intolerantes y violentos.

Por de pronto, lo sucedido ha resituado en el tablero madrileño al partido de Santiago Abascal, que nada como pez en el agua en estos charcos. Probablemente, cuanto más se les acose durante esta campaña más se alejará el sueño de la izquierda de que la candidata del PP termine muriendo de éxito por quedarse sin aliados y sin mayoría absoluta. Los problemas de la Comunidad de Madrid, lamentablemente, ya para otro día.