El nuevo año empieza siempre con la esperanza en una renovación en la que consigamos el citius, altius, fortior en la olimpiada de la vida. El detonante son las fiestas de Navidad o -dicho en pagano- las del solsticio de invierno que nos une al ritmo de la naturaleza con la alegría de que a partir de ahora la luz va creciendo y nos pone de cara al tiempo hermoso.
Las fiestas son actos de resarcimiento en que tratamos de perder de vista lo cotidiano y abrirnos a lo maravilloso. Entramos así en el rito del lujo, que comporta el sacrificio de lo material hasta el derroche y el holocausto. Pero la contradicción que nos acompaña hace que la novedad sea también repetitiva, y nuestra nueva capa está hecha de un viejo paño pues nuestras fiestas de ruptura son también rutinarias. En este quicio de un año con otro tenemos el sentimiento contradictorio de tristeza por la fugacidad de la vida y de alegría ansiosa por aprovecharla al máximo.
Hagamos planes nuevos para tener nuevas sensaciones, cambiemos de lugar y de costumbres para romper la monotonía que es la responsable de que nuestras vidas se deslicen velozmente sin dejar huella. No dejemos que el tiempo nos devore sin ofrecer resistencia. Tratemos de romper la costumbre, que es el modo de poder saborear lo que la vida ofrece. Y esta renovación puede estar al alcance de cualquiera, porque no es necesario cambiar de amigos o de casa o de pareja, simplemente verlos con distintos ojos, con los ojos con los que nos sorprendimos al verlos aquella primera vez.
Yo entro con optimismo en el 2022 porque como nada puede ir a peor creo que ya toca un ciclo de bonanza. El covid se está cansando de tanto moler y va camino de ser una gripe más de la que libraremos con la inmunidad de rebaño. El gregarismo es un hecho social sobre el que sentó doctrina Juan Huarte de San Juan, un prestigioso médico y filósofo español del Renacimiento, autor del tratado 'Examen de Ingenios para las Ciencias'. Hablando del rebaño que formamos, elogia el de los caprichosos (de cabra) sobre los oviles (de oveja). Los españoles debemos alcanzar la regeneración de rebaño en donde predominen los 'ingenios inventivos' sobre «los que tienen la propiedad de la oveja». De la sanidad hay que llegar a la ética y de la 'inmunidad de rebaño' hay que llegar a la 'moralidad de rebaño'. Entendamos aquí el gregarismo como movimiento social.
El pueblo necesita una inteligencia crítica para decidir y actuar. Cuando el año viejo nos ha puesto al borde del precipicio dar un paso adelante es suicida, por eso yo no deseo más progresismo sino una regeneración, con el espíritu de los antiguos patriotas. Recuerdo a Costa, Giner, Larra, Acuña, Azaña, Galdós, Ortega y Maeztu que asumieron la misión de combatir la 'parálisis progresiva' y la 'falta de pulso' de nuestro país.  Con esfuerzo y sacrificio, según las palabras de Ángel Ganivet en su carta a Unamuno, en que se necesita una buena limpieza de inútiles y corruptos que 'echar a los lobos' si no queremos ser todos 'arrojados a los cerdos'.