Javier D. Bazaga

NOTAS AL PIE

Javier D. Bazaga


De sólido a líquido, y ahora gaseoso

28/10/2022

Antonio Muñoz Molina publicó en el año 2013 un ensayo desgarrador sobre la «alegría» con la que España sucumbió a los encantos de la opulencia y los excesos, que más tarde provocó la crisis financiera de 2008. Entregados a esa exageración, y con una clase dirigente abierta a la corrupción y agradecida con la adulación. Lo llamó Todo lo que era sólido, para contraponer una sociedad que vivía en un sueño que no parecía que pudiera tener consecuencias, o al menos no a la vista del común de los mortales. Pero llegaron, y todo aquello que era sólido se convirtió en líquido, como muy bien reflejó en esta obra –breve para sus costumbres–. «¿A santo de qué me viene éste con esta idea?», se estarán preguntando. Pues porque me gustó tanto aquella reflexión que estoy necesitando ya un análisis igual de certero para el tiempo que nos está tocando vivir ahora, encadenando una crisis detrás de otra, de naturalezas bien distintas, pero igual de impactantes para todos nosotros.
Si tuviera que tirarme a la piscina, diría que igual que añoramos aquello que consideramos sólido y se volvió líquido, añoraremos lo líquido que hoy es gaseoso. Ni siquiera somos capaces de sostener entre los dedos una sensación de incertidumbre tal que contamina cualquier análisis, estudio o previsión. Impregnado todo ello además de un clima político –éste más espeso– en el que la situación económica y social es utilizada como munición para atacar al adversario, que ya no son gobierno y oposición, sino enemigos, atizados por una corriente populista que enturbia y enrarece aún más ese ambiente, hasta hacerlo irrespirable. Sí, digo corriente populista que lleva no solo al discurso fácil y demagógico que apela a las emociones, que es lícito, porque los ciudadanos votamos con cabeza, corazón y también tripas, sino porque convierte la diferencia de opiniones y de criterio en contrarios, y no en variedad. No es que usted, que me lee en este momento, opine distinto, y debatamos, sino que el hecho de opinar diferente, e incluso lo contrario, nos convierta en enemigos. Ese populismo que te obliga a tomar partido, a ser de un bando o de otro. A desterrar los matices, a llamar a un presidente de gobierno «líder de una banda criminal». A negarse a mirar al punto intermedio en el que el acuerdo es más factible. Le ha pasado a la patronal y a los sindicatos, que con la ayuda del Gobierno de España alcanzaron hasta 14 acuerdos en beneficio de la población, desde los ERTE hasta el ingreso mínimo vital (IMV) pasando por la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), y en los momentos más duros de la crisis sanitaria. Como decía Víctor Lapuente, «en la salud y en la enfermedad». Unos consensos que hoy se ven bien lejos.
Por eso echo de menos el análisis de Muñoz Molina ante este nuevo escenario, para que nos aclare qué es lo que nos está pasando, qué es lo que no estamos viendo y, sobre todo, qué rumbo deberíamos tomar para que, mientras dure la tormenta, vivamos al menos en un estado líquido, sin llegar al estado gaseoso impregnado de este hedor populista y demagógico.