Sánchez, lo siento: Feijóo no es Casado

Carlos Dávila
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En tan solo dos meses al frente del PP, el antiguo presidente de la Xunta de Galicia le ha comido la merienda política al todavía jefe del Gobierno

El líder de los populares y el presidente se saludaron cordialmente antes de su primer cara a cara en el Senado. - Foto: David Corral (EFE)

Estuve muy atento a la primera confrontación Sánchez-Feijóo el pasado martes en el Senado, y ya, de entrada, comienzo con una nota de color: las caras de unos, los socialistas y, otros, los populares. El jefe del clan sanchista en el Parlamento es un desgraciado político que donde va, se estrella. Simancas, este hombre que ahora camina de enchufado como secretario de Relaciones con las Cortes, volvía la cabeza ese día a derecha e izquierda apenas terminado el exordio de Sánchez, como recordando a su tribu que, por favor, por favor aplaudiera al preboste. El entusiasmo brillaba por su ausencia. Justo lo contrario que en el bando contrario. Feijóo utilizó la fórmula americana: «Empieza con una frase para atraer al público para descentrar a su oponente». Pues no una, sino dos. Dos frases: primera: «No he venido aquí para insultarle», segunda: «No me hable de sentido de Estado, usted no tiene socios de Estado». La alusión a los Frankenstein y demás cuadrilla quedó clara desde el primer momento. Feijóo ha decidido llevar su oposición a los pactos y por eso ha planteado dos: un Plan Anticrisis para solventar la horrenda situación de la economía española, y otro con el que va a marcar distancias con el antiguo PP de Casado: un acuerdo para renovar el Consejo General del Poder Judicial. Sobre este asunto, que maneja el aún presidente para retratar el que llama «nulo respeto constitucional del PP», adelanto en esta crónica este avance. Apenas pasado el trance electoral del día 19, González Pons procederá a acordar los recambios de los actuales miembros del Consejo. «Eso sí -me avisa Pons- con luz y taquígrafos, nada de escondernos debajo de la mesa». Habrá que ver en qué consiste realmente este procedimiento.

Feijóo se encuentra muy confortable hablando de economía porque él tiene gestión detrás en la Administración Central (Correos y el Insalud) y en la autonómica con una Galicia que ha propulsado a un desarrollo del que nunca gozó. Sánchez -lo explican incluso los suyos menos fanatizados o paniaguados- guarda un obsesión: desmontar el denominado Efecto Feijóo. En su primer encontronazo público el propietario de esa característica, sardónico incluso, le espetó: «Olvídese usted del Efecto Feijóo y céntrese en el Efecto inflación». En ese campo, Sánchez se encuentra profundamente incómodo y es de prever, sin ningún riesgo de error, que en los próximos meses aún lo estará más. Y aún más cerca; en esta misma semana en que los carburantes han superado ya el límite rojo de los dos euros, y a la misma hora en que se conocía que la Unión Europea exige al Reino de España que combata por todos los medios una subida generalizada de precios que pone en peligro nuestro propio futuro. Sánchez no ofreció ni una pista para que el público en general sepa qué porvenir le espera a nuestras asediadas familias. Ni una.

 A nueve días de las trascendentales elecciones andaluzas, la impresión generalizada, que no corresponde solo a las de las instituciones próximas a la oposición, es que España, como decía el martes Feijóo, «camina en la dirección opuesta a la razón». Les contaré que hace unas fechas, tampoco demasiadas, el gobernador del Banco de España, Hernández de Cos, al que el dúo Sánchez-Calviño se la tiene jurada, confesaba íntimamente a quien quisiera escucharle que los episodios inflacionistas que estamos padeciendo producen gran incertidumbre interior y también exterior y que ello va a condicionar seriamente la vida política. Excuso decir que una previsión como esta ha causado erisipela en las filas del Gobierno social-leninista, sobre todo en la Vicepresidencia de Calviño, que no oculta su animadversión a la más alta institución financiera del país: el Banco de España.

Aún quedan en el reducto de la Moncloa hooligan que dicen que Sánchez ya le ha cogido el tranquillo a Feijóo y que queda muy poco tiempo para que, en un segundo choque parlamentario, «le saque -literalmente- los colores». Sé, porque me lo apuntan desde Galicia, que a Feijóo, efectivamente, le están buscando las entretelas de cualquier desliz económico o, incluso (y esto es lo más seguro) algún patinazo de tráfico de influencias. Me dicen: «Si esto hubiera sucedido hace tres años cuando al final renunció a presentarse para la Presidencia Nacional del PP, aún podían alimentarse rescoldos de alguna fotografía inconveniente, malas compañías, pero ahora mismo ya nadie sabe de qué se habla». 

Digo yo que han tenido muchos años los monaguillos de Sánchez para rebuscar en la bolsa más incógnita del ya aspirante a la Presidencia del Gobierno. Y, como es notorio: no han encontrado nada. 

Sin comodines

Ya habrán constatado los lectores que Sánchez ha dejado de utilizar la corrupción en su confrontación con el PP. Por razones obvias. El fantasma de los condenados Chaves y Griñán y otra veintena de desaprensivos le persigue. Tampoco está usando del comodín de la supuesta relación de futuro entre el PP y Vox en Andalucía. Por ahí tampoco le están funcionando la cosas. En el animo general del país -también en el de los socialistas- se ha asentado ya la siguiente certeza: en solo dos meses, el antiguo presidente de la Xunta de Galicia le ha comido la merienda política al todavía jefe del Gobierno. Hasta dentro de un mes no se convocará en el Senado, en los turnos de preguntas habituales, una segunda versión del debatillo del martes. Eso si Sánchez no tiene la dignidad y la decencia de presentarse a exponer ante España el Estado de la Nación. Pero eso no va a suceder. Como dice mi amigo el periodista zamorano Antonio Casado: «Este ya no está para nada». No lo está, menos aún, para acudir al Congreso a defender sus pactos repulsivos con los proetarras y con los voladores de España. ¡Menudo bagaje para que sus huestes, hasta las más cercanas, depositen la papeleta roja en las urnas de Andalucía! Feijóo no es Casado de ninguna manera y los españoles de bien que no resisten más la autocracia desdeñosa y falaz de Sánchez se disponen a mostrárselo en toda su crudeza al jefe del Gobierno más impopular y felón de la Historia de España. Incluido en la serie el traidor Fernando VII.