Óscar del Hoyo

LA RAYUELA

Óscar del Hoyo

Periodista. Director de Servicios de Prensa Comunes (SPC) y Revista Osaca


El poder de la ignorancia

03/04/2022

Sus métodos incomodan. Esa nueva forma de hacer pensar a los más jóvenes, rompiendo con el pasado y con todos los filósofos anteriores, no termina de encajar. No existen más opciones. La Physis es el centro, esa búsqueda incesante del principio del todo, pero Sócrates, un revolucionario para la época, apuesta por salir a la calle para así poder resolver los verdaderos problemas de la polis. Su mensaje versa en torno a la virtud -areté-  que no es otra cosa que el conocimiento y la sabiduría. La forma de alcanzarla parte de uno mismo, de reconocer nuestra propia ignorancia, ese es el primer paso. Para ello, Sócrates tiene su propia fórmula, la mayéutica, basada en no contradecir las verdades del otro, sino en ir reflexionando a través de preguntas para llegar a la misma conclusión: «Sólo sé que no sé nada».
  El oráculo de Delfos, ese templo griego dedicado a Apolo al que la gente acude para conocer el futuro, deja claro que Sócrates es el hombre más sabio de todos, suscitando envidias que, unidas a las enormes suspicacias que generan sus formas, provocan que sea llevado a juicio, acusado de desvío de la juventud, que no es otra cosa que hacerlos filosofar de manera distinta al poder establecido, y de impiedad pública, que le señala por supuestamente burlarse de la religión de la época. Ánito -político-, Meleto -poeta- y Licón -orador- son los tres impulsores de un proceso en el que el filósofo trata de hacer ver al tribunal, compuesto por medio millar de jueces, que no ha cometido ninguna falta. Sus esfuerzos no sirven para evitar su muerte, ya que 280 de los magistrados le declaran culpable y es condenado a beber cicuta. Sócrates acata el veredicto y asume su final.
La educación en España vuelve a cambiar una vez más. Ya son ocho las reformas que se han llevado a cabo desde principios de los ochenta, muchas veces enfocadas más a los idearios que defienden los partidos en el poder que a mejorar las habilidades y los conocimientos de los alumnos. El Consejo de Ministros aprobaba el pasado martes el nuevo currículo para la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), un real decreto que recoge todas las competencias que tienen que aprender los jóvenes durante ese ciclo, que normalmente abarca las edades comprendidas entre los 12 y los 16 años. Entre las novedades más destacadas está la desaparición de las notas numéricas y las recuperaciones, y quizás lo más llamativo: el número de suspensos no será determinante para saber si el alumno puede o no pasar de curso. La responsabilidad recaerá sobre el equipo docente.
Hay más. La asignatura de Matemáticas se olvida de los logaritmos, entre las optativas se dejará de impartir la asignatura de Filosofía, y la de Historia, de la que se despojan acontecimientos como la conquista de América o la Revolución Francesa, ya no se estudiará de manera cronológica, sino que se abordará por temáticas. Asimismo, el Gobierno incluye en los contenidos la formación del alumnado en la historia del feminismo y los derechos de las personas LGTBI en la materia de Educación en Valores Cívicos y Éticos. Las comunidades autónomas podrán redactar y aprobar sus propias adaptaciones para que los centros educativos completen la aplicación de la ley Celáa, que, según se defiende, tiene la finalidad de cambiar el actual modelo enciclopédico, más memorístico, por otro -denominado competencial- fundamentado en la aplicación de los conocimientos, mucho más práctico, que es por el que apuestan instituciones internacionales como la UE y la OCDE.
La polémica, una vez más, está servida, ya que, mientras los promotores defienden su apuesta justificándola con la no discriminación y su adaptación a los nuevos tiempos, sus detractores señalan al adoctrinamiento en detrimento del conocimiento como el eje vertebrador de la nueva normativa y critican el desprecio y la destrucción de la cultura del esfuerzo que conlleva pasar de curso sin límite de suspensos.
La realidad es que los continuos cambios del sistema educativo no ayudan a conseguir el objetivo de mejorar el nivel cultural -muy por debajo de lo que debería ser normal- y las competencias de los jóvenes en lo que a la educación obligatoria se refiere. Es la polarización que no cesa. Las luchas entre unos y otros, los sectarismos, no ayudan a avanzar en algo tan fundamental para una sociedad que cada día demanda más un Pacto deEstado para establecer qué materias y fórmulas son las más adecuadas para la formación de los alumnos, alejándose de postulados ideológicos, apostando por criterios profesionales y centrándose en las verdaderas necesidades para afrontar los retos del futuro. La manera de sembrar hoy condicionará los frutos del mañana. 
La controversia por la asignatura de Filosofía es de corto recorrido. Se refuerza en Bachillerato y nueve regiones de distinto signo político ya han confirmado que seguirán impartiéndola en la ESO. La filosofía nos muestra el camino para pensar, para reflexionar, despierta el espíritu crítico y proporciona herramientas para responder a problemas cotidianos. Algunos pensarán que no sirve para nada y que, como también defendió Sócrates, es mejor cambiar de opinión que persistir en una equivocada.