Relajantes musculares a examen

Agencias
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Estos fármacos destinados al tratamiento de los espasmos musculares deben tomarse siempre bajo prescripción médica

Ningún medicamento debe tomarse a la ligera ya que, aunque están diseñados para ser seguros y eficaces frente a la enfermedad para la que están indicados, pueden producirse efectos adversos no deseados. Por ello, lo idóneo es que siempre se tomen bajo la supervisión de un profesional sanitario, teniendo en cuenta también que ningún fármaco debe administrarse si el beneficio esperado no supera los posibles riesgos. Y en este contexto cabe revisar uno de los fármacos con los que más cuidado  hay que tener y que, además, son muy habituales en los botiquines domésticos: los relajantes musculares. 

Muchas personas toman estos productos sin ser conscientes de sus posibles implicaciones o efectos no deseados, sin contar con la supervisión médica y sin considerar que presentan una actividad directa sobre el sistema nervioso central, por lo que es imprescindible que se administren bajo prescripción facultativa. 

Cristina Fernández, del Área de Información del Medicamento del Consejo General de Farmacéuticos, explica que algunos efectos adversos asociados a los relajantes musculares son el mareo, la somnolencia, la visión borrosa, la sequedad de la boca, o las náuseas.

Los conceptos claros

Estos son un grupo de fármacos, con diferentes mecanismos de acción, destinados al tratamiento de los espasmos musculares causados por lesiones del sistema nervioso o muscular y de la espasticidad asociada a ciertas patologías neurológicas, detalla esta especialista.

   No obstante, Fernández advierte de que el concepto de relajante muscular se asocia comúnmente al tratamiento de contracturas musculares, entendiendo estas como la contracción mantenida e involuntaria de fibras musculares, que generan intenso dolor, rigidez e incapacidad funcional. «En este caso, los relajantes musculares reducirían el tono muscular y aliviarían el dolor», apostilla la farmacéutica.

En concreto, la miembro del Área de Información del Medicamento del Consejo General de Farmacéuticos precisa que los relajantes musculares pueden utilizarse con diferentes fines:

- Tratamiento de contracturas o espasmos musculares debidas a traumatismos o a patologías articulares u osteomusculares de base: lesiones deportivas, dolor postural o tensional, lumbalgia, artritis o artrosis, entre otras.

- Reducción de la espasticidad asociada a patologías neurológicas: distrofia de Duchenne, contractura de Dupuytren, esclerosis múltiple, ELA, por ejemplo.

- Facilitadores del proceso anestésico en cirugía mediante su administración conjunta con fármacos anestésicos.

- Relajación muscular localizada, como en el caso de la toxina botulínica (con fines terapéuticos y/o estéticos).

Es más, Fernández subraya que, a nivel farmacológico, se podría hablar por un lado de los que actúan a nivel del sistema nervioso central, es decir, de nuestro cerebro, como el baclofeno, las benzodiazepinas (como diazepam), la tizanidina, o el metocarbamol, por ejemplo; y de aquellos que actúan a nivel del sistema nervioso periférico, es decir, de los nervios que llegan a los diferentes músculos del cuerpo, como el suxametonio, o la toxina botulínica.

Sobre si es mejor recurrir a otras opciones terapéuticas, la experta mantiene que en caso de un espasmo muscular mantenido, el especialista debe realizar un diagnóstico adecuado e indicar el tratamiento que resulte más eficaz para recuperar la función muscular y reducir el dolor.

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