«A propuesta de don Rafael Benjumea, Conde de Guadalhorce, entonces Ministro de Fomento, el 9 de febrero de 1926 se publicó un Decreto Ley por el que se aprobaba el Circuito Nacional de Firmes Especiales.
Como puede observarse en el Mapa adjunto, el Circuito contaba con 13 rutas radiales:
• I: Madrid-Burgos-San Sebastián-Irún- Francia.
• II: Burgos-Santander.
• III: Madrid-Valladolid-Oviedo.
• IV: La Coruña-Benavente-Salamanca- Ávila-Villacastín.
• V: Vigo-Ponferrada.
• VI: Salamanca-Vitigudino-Portugal.
• VII: Madrid-Talavera de la Reina-Trujillo- Mérida-Badajoz-Portugal.
• VIII: Madrid-Toledo-Navahermosa- Puerto de San Vicente-Miajadas.
• IX: Madrid-Aranjuez-Ocaña-Bailén- Córdoba-Écija-Sevilla- ádiz.
• X: Bailén-Jaén-Granada-Motril.
• XI: Ocaña-Albacete-Murcia-Cartagena.
• XII: Madrid-Tarancón-Requena-Valencia.
• XIII: Madrid-Guadalajara-Zaragoza- Lérida-Barcelona-La Junquera -Francia.
Completadas con las siguientes radiales entre ellas:
• Entre la I a la II: San Sebastián-Bilbao- Santander.
• Entre la I y la IV: Burgos-Valladolid-Salamanca.
• Entre la II y la IV: Santander - Llanes - Oviedo - Villalba - Ferrol - Betanzos.
• Entre la III y la IV: Astorga - León.
• Entre la IV y la V: La Coruña - Santiago de Compostela-Pontevedra-Vigo-Tuy-Portugal.
• Entre la VII y la IX: Trujillo-Cáceres - Mérida-Sevilla.
• Entre la IX y la X: Cádiz-Algeciras-La Línea de la Concepción-Marbella-Málaga- Motril
• Entre la X y la XI: Motril-Almería-Puerto Lumbreras-Murcia.
• Entre la XI y la XII: Murcia-Elche-Alicante-Benidorm-Valencia.
• Entre la XII y la XIII: Valencia-Castellón de la Plana-Vinaroz - Ulldecona-Tortosa- Tarragona-Casteldefels-Barcelona.
La finalidad de la medida, se explicaba en el Decreto-Ley, era adaptar a las necesidades del tráfico de los modernos automóviles una serie de itinerarios para conectar Madrid con las principales ciudades de la nación; y especialmente aquellas zonas en las que existieran elementos de especial valor histórico artístico.
El proyecto se completó con la creación en 1928 del Patronato Nacional de Turismo, que dio lugar a la puesta en marcha de la Red de Paradores Nacionales y los Albergues de carretera para automovilistas, concebidos originariamente como «pequeños hoteles o paradores de cierto confort [...] para pequeñas poblaciones, para carreteras y para montaña».
En aquel contexto, en el número correspondiente al tercer trimestre de 1929 del Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, el Conde de Peña Ramiro publicó el artículo que hoy llama nuestra atención: el itinerario en automóvil de Madrid a Guadalajara. Un viaje que, si bien se ajusta a grandes rasgos en su trayecto a la ruta que en la actualidad une la capital del Reino con nuestra ciudad, presentaba grandes diferencias en cuanto al paisaje, como pasamos a comentar.
Lo primero a destacar es que el casco urbano de Madrid propiamente dicho se terminaba en La Ventas; aunque ya se veían algunas modestas casas a uno y otro lado de la carretea, que llegaba hasta la barriada que se había comenzado a construir en la segunda mitad del siglo XIX de Barrio Nuevo. La popular barriada contrastaba desde hacía pocos años con el cercano y hermoso bulevar de Ciudad Lineal, que cortaba perpendicularmente la carretera.
Tras atravesar extensos campos bien cultivados, pasado el kilómetro 8, se llegaba a Canillejas “pequeño pueblo en el que hay algunas buenas casas con jardines y huertas y una iglesia de medianas dimensiones”. A la salida de dicho pueblo, a la izquierda, una carretera se dirigía al pueblo de Barajas, mientras que la que seguía en dirección a Guadalajara torcía a la derecha. Por ella se llegaba a La Alameda de Osuna, finca con «frondosos y lozanos árboles, espesas florestas y verdes prados, amén de bien cuidados jardines que ocultan, y es lástima, el lindo palacete, elegante construcción».
Más adelante, un extenso llano de campos de cultivo llevaba hasta unas suaves colinas que ocultaban el pueblecillo de Coslada, desde donde por la recta y llana carretera se llegaba a la ribera del Jarama. Desde allí, a lo lejos, se veían las casas y la torre de la iglesia de Paracuellos.
Poco más adelante, hacia el sur corría la vía férrea, como hoy, hasta la estación de San Fernando. Llegados al kilómetro 14, la carretera “desciende breve rampa y por un hermoso puente de piedra de nueve arcos transpone el Jarama, que ya es medianamente caudaloso y cuyas riberas tienen fama de criar bravísimos toros”.
Luego, una empinada cuesta en el kilómetro 16 sacaba a los automovilistas de la ribera del Jarama, discurriendo la carretera recta por llanas tierras de labor, unas en barbecho, otras sembradas. Por ella se llegaba a Torrejón de Ardoz, «pueblo grande, vulgar tipo de los poblachones castellanos, en cuya entrada un poste miriamétrico, nos anuncia que hemos recorrido 20 kilómetros desde Madrid».
Pasado Torrejón, tras varios kilómetros entre campos cultivados, viñas y olivares, la carretera torcía hacia el sur para salvar la línea férrea y cruzar sobre el río Torote, manteniéndose varios kilómetros recta, escoltada por árboles que adornaban las cunetas.
Una vez que la vía entraba en la vega del río Henares los viajeros podían detenerse en algunos ventorrillos «de encaladas paredes de estrecha y torcida puerta, delante de la que sucias mesas y toscos bancos de madera hunden sus patas de palo en la tierra. Todo ello defendido del sol abrasador por rústico toldo de remendada estera, invita al caminante a refrescar sus fauces con vinillo tinto, o con aguardiente que, mezclado con agua, forma lechoso y reconfortante brebaje».
Más adelante, en el kilómetro 30, se llegaba a Alcalá de Henares, a la que se entraba por la puerta que se abría en la no muy fuerte muralla de ladrillo.
Llegados a este punto de la ruta en el que los automovilistas, tras atravesar Alcalá, se dirigían a nuestra provincia, me ha parecido oportuno ofrecer el relato del Conde de Pena-Ramiro a texto completo. En él encontramos la descripción de un trayecto muy diferente al actual. Disfrútenlo.