Maestra de la cocina

Antonio Herraiz
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Da nombre a La Posada de Consuelito, un hotel-restaurante ubicado en Chiloeches. Lo gestiona su hijo Abraham y una parte importante de la carta se inspira en los platos tradicionales aprendidos de Consuelo

Maestra de la cocina

Consuelito es coqueta y guapa. Se dirige a los ojos cuando te habla con una mirada tan natural como entrañable. Aunque se la ve estupenda, me cuenta que las piernas le fallan. "Es que he trabajado mucho, hijo". Si a las horas que ha dedicado a cuidar de su marido, de sus cuatro hijos -Abraham, Miriam, David e Ignacio- y de su madre enferma de Parkinson le suma el tiempo que ha pasado en la cocina de los diferentes negocios hosteleros que ha regentado la familia, le sale una vida laboral con más páginas que el Quijote de Cervantes.

Consuelo Moratilla (Chiloeches, 1950) da nombre a La Posada de Consuelito, un hotel y restaurante que supone la vuelta a los orígenes donde empezó todo. Una parte donde se ubica este rompedor establecimiento gastronómico fue la casa de sus padres. Y al recordar aquella época de juventud, del primero que habla es de su marido, Abraham, un extremeño de Plasencia que llegó a Chiloeches con 18 años para trabajar haciendo pozos con una excavadora. "A mí me gustó nada más verle y, cuando se acercaba a casa, mi madre me decía: Atúsate el pelo que ya viene. Nos enamoramos y se quedó en el pueblo".

La muerte de Abraham le ha dejado una herida abierta difícil de cicatrizar. "Ha sido un marido y un padre estupendo. Siempre ha trabajado en varios sitios a la vez para que a sus hijos no les faltara de nada. Un hombre muy inteligente y sensato". Estaban a punto de alcanzar las Bodas de Oro de casados cuando se contagiaron de coronavirus. Abraham, que había combatido un cáncer de páncreas y de pulmón durante casi siete años, no lo pudo resistir. Tenía 73 años. "No se lo deseo a nadie. No le pudimos despedir ni tampoco verle después. Estoy muy dolida porque es muy injusto".

Aunque Abraham no ha podido ver inaugurado el hotel, desde el momento en el que surgió el proyecto toda la familia tenía claro cuál iba a ser el nombre de esta apuesta gastronómica. Ya en el primer negocio que abrieron en Chiloeches, al que llamaron El Bodegón, Consuelo fue el alma de la cocina. "Aquello fue un éxito muy grande. Los viernes y los fines de semana venían autobuses llenos. Me canso solo de pensarlo". El objetivo en la cocina era buscar productos de máxima calidad a un precio asumible para el cliente. "Las manitas de cordero tenían que ser por encargo porque, si no, no dábamos abasto. La gente venía de fuera del pueblo, a propósito, a probar los callos que cocíamos nosotros, los higaditos o los caracoles. Ahora parece que estás ya harto de todo. Entonces fue una novedad". Después dieron el salto a Guadalajara, con El Bodegón de Sancho y con otra aventura que se llamó La noria de Sancho. Finalmente, todo quedó reducido a El Bodegón de Sancho, que durante más de una década ha dirigido su hijo Abraham junto a su nuera, la chef Any García.

Los dos han querido homenajear a Consuelo uniendo su nombre al de esta nueva aventura empresarial en Chiloeches. La Posada de Consuelito es el agradecimiento a una mujer valiente y servicial, luchadora y vital. La carta traspasa en muchos platos la gastronomía tradicional, fruto de la experiencia acumulada de Any García y de su paso por la escuela de alta cocina Le Cordon Bleu. Sin embargo, hay una base que tiene su origen en la propia Consuelo. "Any todavía me consulta alguna vez. Ella se ha formado mucho y tiene conocimientos de sobra, pero le gusta preguntarme. Si hace un potaje o algún plato más clásico me llama". Me habla de la gallina en pepitoria "que la borda Any", del pollo al ajillo o de la leche frita, para acabar con un postre que también han heredado de su receta original. Y nos terminamos fijando en algunas de las fotos que decoran el restaurante. De niña en el pupitre del colegio, montada en una mula o, ya convertida en mujer, subida a una Vespa que tenía su padre. Todo un canto a una generación que, en parte, durante esta pandemia, se nos ha ido marchando en silencio.