Sigüenza. Primeras líneas de un boceto

Plácido Ballesteros
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Guadalajara en 'La Ilustración Española y Americana'

Sigüenza. Primeras líneas de un boceto

Con la entrega de la semana pasada terminamos el repaso que en los dos últimos meses hemos dedicado a todos los reportajes que La Ilustración Española y Americana le dedicó a la presencia de los Ingenieros Militares en Guadalajara, así como a las noticias más destacadas referidas a su Academia, desde su instalación en nuestra ciudad en 1833 hasta su destrucción por el pavoroso incendio sucedido en 1924. 

Pero aún nos quedan unas cuentas entregas más para reseñar los restantes artículos que la revista ilustrada madrileña dedicó a localidades, personajes o asuntos relacionados con nuestra provincia.

Hoy damos a conocer un atrayente trabajo sobre Sigüenza que lamentablemente ha pasado casi desapercibido para la historiografía local de la ciudad mitrada, a pesar de su gran interés.

Lo firma don Enrique Serrano Fatigati (1845-1918), uno de los padres del excursionismo cultural español. Catedrático de Física y Química en el Instituto de San Isidro de Madrid, en su producción destacan, junto con obras relacionada con su profesión, una larga lista de artículos aparecidos en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones (de la que fue fundador y director durante sus primeros años) y otras cabeceras de la prensa española, entre ellas "La Ilustración". Su interés por los temas artísticos y la defensa del patrimonio le valieron ser elegido académico de la Real de Bellas Artes de San Fernando, de la que fue secretario desde 1904 hasta su muerte.

Intelectual alineado con la difusión del darwinismo en España en el terreno científico y en lo cultural con la Institución Libre de Enseñanza, nos dejó en la que fue su segunda visita a Sigüenza, según confesión propia, un amplio artículo en el que recoge una detallada y reflexiva visión del conjunto de la ciudad tal como era a finales del siglo XIX, completada con acertadas pinceladas sobre sus principales monumentos, del que hemos seleccionado los párrafos que nos parecen más interesantes: «A la derecha de la vía férrea, según se va desde Madrid a Zaragoza, se extiende la población de Sigüenza, alejándose del río y trepando hacia el alcázar, como ascienden las sociedades humanas al dejar el estado de naturaleza y subir a las más modernas instituciones.

Al llegar a la estación se despliega en anfiteatro lo lucido de su caserío, y solo se ocultan a la vista del viajero las viviendas modestas. Á diferentes distancias se señalan los términos; ya por la antigua alberguería de Nuestra Señora de los Huertos, en la parte inferior; ya por los robustos y almenados muros de la catedral, en la media; ya, últimamente, por el castillo-palacio de los Obispos, en lo alto.

Mirada desde fuera, parece importante villa señorial, alejada en nuestro mismos tiempos de todo rumor de vida humana; y es por dentro una noble ciudad antigua, con algunos retoques a la moderna, que devuelve en extraños ecos, arrancados a los amplios paredones de sus monumentos, el golpeteo de los trenes sobre las plataformas y los silbidos chillones de la locomotora, como incomodada de que vengan a despertarla de sus ensueños aquellos inoportunos alborotadores. (…)

Recorriendo la población, se encuentra abajo un lindo caserío, con calles y viviendas regulares, que se construyó a fines del siglo pasado: y trepando luego -esta es la frase— a los barrios altos, se observa por todas partes esa extraña mezcla en unas mismas construcciones de lo antiguo y lo moderno: conservado, quizás, lo primero por pereza y falta de recursos para destruirlo, y dispuesto lo segundo atendiendo a las más apremiantes necesidades de los tiempos.

La casa blasona que reproduce hoy LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA en pág. 48 presenta crestería sencilla, tres gárgolas y sartas de perlas que tienen todavía un acento de los últimos años del siglo XV: portalón con amplio dovelaje y arco de medio punto, revelador de los comienzos del XVI, aunque no mal armonizado con los detalles anteriores; y líneas generales que traen a nuestra memoria los Reyes Católicos y los tiempos del cardenal Mendoza.

Mas el respeto que acusa la conservación de tantos elementos de otras épocas y la permanencia de los escudos, concuerda mal con el amplio hueco abierto en el centro para balcón, cediendo a las conveniencias de la vida moderna, la barandilla de hierro colado, producto de la industria práctica y baratita, y la persiana no muy deslucida, que no muestran el edificio al viajero como morada de altivos hidalgos y sí de gentes a quienes preocupa el aire y el sol más que la belleza arquitectónica o los novelescos recuerdos.

Abundan en Sigüenza los monumentos hermosos para encanto del artista, y no faltan tradiciones de esas que huelen más a conseja que a recuerdo de datos positivos. La realidad y el ensueño andan juntos de viaje por el mundo, y no es mucho que dominen inseparables en la fantasía de los pueblos, cuando los sabios tienen que rectificar en cada época la obra histórica que se había creído perfecta en siglos anteriores.

El castillo produce ilusión, mirado desde lejos: pero el desencanto es grande al penetrar en el interior y recorrer aquella interminable serie de estancias …

Más excitan la fantasía algunos trozos de vetustos recintos: plazas reducidas y solitarias con edificios ennegrecidos; un callejón sombrío, terminado por estrecha puerta, que da paso a otros barrios, y tiene por dentro, en lo alto, imagen alumbrada por pobrísima lámpara: las dos portadas románicas de Santiago y San Vicente, y cien restos que se encuentran, al bajar desde la antigua a la moderna morada de los Prelados

El escritor inglés Steet cita la catedral, joya de Sigüenza, como una de las dos que posee España de carácter más propio y original. Sus torreones y almenados muros la dan aspecto de fortaleza y no de templo, y las renovaciones que ha sufrido en diferentes fechas permiten juzgar en ella de las transiciones arquitectónicas, si bien tienen el inconveniente de haber alterado una y cien veces su unidad. (…)

No es tan rica en esculturas humanas la catedral de Sigüenza como otros grandes templos castellanos: pero no faltan en ella los bultos yacentes de prelados, de caballeros que lucieron su hidalguía en aquellos territorios y de damas sus consortes. Una de las más bellas es la que representa a D. Martín de Arce, con roja cruz de Santiago sobre su blanco peto de mármol, apoyado su brazo en una gavilla de trigo y con un libro de rezo en las manos, tal cual debió pasar sus últimos momentos al ser herido frente a Granada.

Las leyendas de Sigüenza comienzan en alejadas fechas, y, aún prescindiendo de las que se refieren a su fundación, quedan todavía consejas y realidades históricas en suficiente número para entretener al que las escucha y despertar su interés. (…)

Las grandezas crecieron en ella desde el día en que se la supone ganada a los sarracenos, hoy hace años, el 22 de enero de 1123, hasta el siglo XVI; menguaron luego durante los XVII, XVIII y primera mitad del actual, como menguaron en toda España.

Ahora han perdido su valor muchas de las magnificencias antiguas, y la ciudad sale poco a poco de su sueño, propulsada por sus cultos vecinos, olvidando más deprisa de lo que debiera las glorias pasadas y luchando para vencer las inmensas dificultades con que estos pueblos se tropiezan para entrar de lleno en la vida nerviosa del presente». 

Estamos, como han podido leer ustedes, ante un texto atrayente y sugestivo que por falta de espacio no podemos reproducir aquí íntegramente, pero que merece ser leído integro, pues en él encontrarán también la descripción de las fondas seguntinas de aquella época y completos apuntes culinarios, junto con entretenidas referencias a las principales tradiciones y leyendas sobre su pasado. Es consultable en la página web de la hemeroteca de la Biblioteca Nacional:  http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001165188&search=&lang=es