Recuerdos entre cuerdas

Antonio Abril
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El primer combate que hizo de amateur, en la Plaza de Toros de Guadalajara, lo presentó Paulino Uzcudun, gloria del boxeo español. A sus 75 años, Félix Romero, un fajador del boxeo y de la vida, luce un aspecto envidiable

Recuerdos entre cuerdas - Foto: Javier Pozo

Su voz, al otro lado del teléfono, suena exactamente igual que allá por los años 90 cuando la oí por primera vez en alguna de sus visitas a la redacción del Guadalajara Dos Mil. Sin embargo, cuando contemplo su fotografía me cuesta encontrar en ella al Félix de aquellos años. Esa fuerza de su rostro que denotaba el ímpetu y la tenacidad de la persona que había tras él.

Los años se le han echado encima a Félix, como a cualquiera que tenemos la suerte de seguir cumpliendo. En su rostro no hay la más mínima evidencia de esas huellas que el boxeo suele dejar en una buena parte de aquellos que lo han practicado. Por lo que se ve y adivina en ésta, no se la ‘tocaron’ mucho. Aunque como boxeador «era un fajador», me dice. Encajaba bien, «a mí nunca me ganaron por KO», apunta; y, como se suele decir, no daba un paso atrás ni para tomar impulso. 

«En el mundo del boxeo si no te cuidas lo terminas pagando. Los golpes, todos, se te van clavando y la mala vida que algunos terminan por llevar te dejan huella. Mientras estuve en activo, para mí no había otra cosa que no fuera el boxeo», añade.

Los cerca de setenta combates que realizó durante los casi seis años que duró su carrera – «Estuve tres años como amateur y dos y medio como profesional», matiza– han dejado un motón de recuerdos en su mente. Félix se desliza por ellos, unas veces recreándose en los mismos y en otras se atisba un cierto punto de resentimiento en sus palabras. «No tuve ayuda de ningún tipo. Ninguna», prosigue contándome. Alberga la razonable duda de que, de lo contrario, su carrera pudiera haber sido más larga y tal vez exitosa. 

Dum Dum Pacheco, un wélter que llegó a ser campeón nacional, número uno de Europa y décimo del ránking mundial, fue el boxeador más importante al que se enfrentó. «Yo con Pacheco me pegué tres veces. La primera vez fue en Gijón, de amateur y me dieron mil duros. Nadie le conocía y nadie quería ir. El segundo combate que hice en Madrid, en el Circo Price, fue también con Pacheco. Era muy difícil ganarle y, en el Price, estuve a punto de conseguirlo. Como siempre iba vestido de indio, al igual que en sus películas. La tercera vez, ya de profesional, fue en Canarias, en el campo de fútbol de Las Palmas. Yo era más fajador que Pacheco», rememora.

Félix también se enfrentó a Gómez Fou, campeón de Europa de los superligeros en 1975 y uno de los mejores boxeadores españoles de la década de los setenta. «Era asturiano, me pegué también tres veces con él, dos de amateur y una de profesional», prosigue. 

El combate más duro que disputó fue contra Mimoun Mohatar, en el Pabellón de Deportes del Real Madrid. «Mohatar le ganó dos o tres veces a Pacheco. Su última velada la hizo en La Coruña. Yo participé en ella. De profesional yo boxeaba cada quince días», recuerda. 

Félix iba a disputar el campeonato de España con Fernando Chino Sánchez, que en 1978 se alzó con el campeonato de Europa de los superligeros. «Yo había hecho los cuatro combates previos aquí en Guadalajara en la plaza de toros y estaba preparado, pero… no se llegó a celebrar». Entonces decidió dejar el boxeo. «No me iba a quedar para que me mandaran a pegarme de un lado a otro. Mi intención era haberme levantado con el campeonato doscientas o trescientas mil pesetas. No tenía piso», me reconoce.

Treinta y siente mil pesetas fue lo más que llegó a cobrar, «en Tenerife, después de haberlo dejado. Llevaba dos meses sin entrenar cuando me llamó Luis Herrero, que estaba buscando un boxeador para salvar una velada». 

El mítico Pedro París, preparador de la sección de boxeo del Atlético de Madrid, fue su maestro de amateur. «Todos los días tenía que bajar a Madrid, a la calle de la Concordia, en Vallecas. Hasta que pasé a profesional». En muchas ocasiones cruzaba guantes con Folledo y Legrá, compañeros de gimnasio. También con Manuel Calvo (de Loranca de Tajuña), campeón de Europa de los plumas. 

Son muchos los recuerdos y anécdotas que se quedan en el tintero. «El recuerdo es lo único que nos queda», me dice. ¡Y no es poco!