La odisea de independizarse

Gemma Bastida (EFE)
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Muchos jóvenes españoles no tienen más remedio que seguir en casa de sus padres o compartir piso ante el elevado precio de la vivienda

El problema se ha agravado en los últimos años, especialmente, en grandes ciudades como Barcelona, Madrid o Málaga. - Foto: Europa Press

No pueden alquilar y mucho menos comprar. Los jóvenes españoles afrontan con rabia, frustración e indignación las dificultades que tienen para acceder a una vivienda. Un problema que se ha agravado en los últimos años en ciudades como Barcelona, Madrid o Málaga, donde solo en 2022 las rentas se han disparado más de un 31%.

Para la mayoría, la posibilidad de emanciparse y vivir solos es una quimera: con sus sueldos, y ante un mercado con los precios por las nubes, la opción que les queda es seguir con sus padres, compartir piso o irse fuera de las grandes urbes. Muchos se sienten «expulsados» de sus ciudades, pese a tener buenos sueldos y trabajos estables, y se preguntan cómo es posible que aún no hayan salido a la calle para protestar por una situación «indecente». 

«Me asombra que la gente no se manifieste contra esta injusticia. Lo que está pasando es una barbaridad, una auténtica locura, y no solo afecta a los jóvenes, sino al 90% de la población», explica Javi Ruiz, profesor de secundaria en un instituto de Benalmádena (Málaga), que regresó en 2020 a su ciudad tras residir varios años en países como Perú o Alemania. Desde entonces, vive con sus padres y lleva tiempo buscando un piso para comprarlo. Tiene trabajo fijo y ahorros para dar una entrada, pero considera «un abuso» los precios por domicilios de segunda mano. «Pisos que son para tirar cuestan más de 200.000 euros. Tengo la sensación de que se están riendo en nuestra propia cara», afirma.

Málaga, según el último informe de Mercados de Tinsa, es una de las capitales donde los precios de compra se acercan más a los máximos de la burbuja de 2008, con una media de 2.065 euros el metro cuadrado, un 8,7% más que hace un año. Y si el coste de comprar ha repuntado, el alquiler se ha desbocado, con una subida del 31,1%, situando la renta media en 13,25 euros el metro cuadrado al mes, según Fotocasa.

Gran demanda, poca oferta

La demanda de vivienda se ha multiplicado en la capital de la Costa del Sol, en buena parte por la llegada de trabajadores foráneos, mientras que la oferta se ha reducido considerablemente porque muchos propietarios optan por destinar sus pisos a uso turístico. Este desajuste hace que sea realmente difícil encontrar un domicilio «normal» por menos de 900 euros. «La gente de mi generación tenemos un problema serio», afirma Raúl Delgado, que vive con sus padres en el distrito de Puerto de la Torre. Aunque le gustaría independizarse, porque también trabaja, reconoce que es un sueño difícil de cumplir. 

Corrobora sus palabras Alberto Sarria, que desde hace casi un lustro, está en una empresa con contrato indefinido y ha intentado irse a vivir solo, pero no lo ha logrado. Explica que el alquiler mínimo en la ciudad ronda los 600 euros, pero que por ese precio se encuentra «infraviviendas» o pisos en condiciones «muy cuestionables» en los que no cabe un armario ni un sofá.

Este problema se da también en Barcelona (19,55 euros el metro), San Sebastián (18,16), Madrid (16,69) y Palma de Mallorca (14,28), según Fotocasa. Como ejemplo, Jorge quería encontrar algo pequeño en la Ciudad Condal, pero le ha sido imposible: por menos de 700 euros mensuales lo único que vio fueron zulos, como uno en el Raval. Lo anunciaban como un loft de dos plantas, pero resultó ser un minipiso de unos 20 metros cuadrados sin ventilación ni luz natural, con una cocina-comedor en la que no cabía ni una mesa y un pequeño váter que hacía a su vez de ducha.

Visto lo visto, renunció a su objetivo de vivir solo y comenzó a buscar algo más grande para compartir. Finalmente, encontró, gracias a una amiga que dejaba el piso, una vivienda de tres habitaciones en Gràcia por la que paga casi 1.000 euros al mes. «Me parece hasta humillante que gente con una edad, una trayectoria laboral y ganas de hacer cosas no tenga manera de vivir sola. Es frustrante y algo que me cabrea mucho», denuncia.

Un caso excepcional

La persona que dejó libre el domicilio es Marta de la Mano, una joven que se fue de casa de sus padres a los 23 y que ha estado compartiendo piso hasta que ahora, una década después, ha hecho realidad su objetivo. Sabe que su caso es «una excepción». Trabaja en el departamento de Marketing y Comunicación de una empresa suiza del sector del envasado y cobra mucho más que la media de las personas de su edad, lo que le permite alquilar en Gràcia por 900 euros al mes.

No es ninguna ganga, pero es lo que se puede permitir. Y tiene suerte. Muchos otros tendrán que seguir durante años con sus padres o compartiendo piso.