Puerta abierta a Moncloa

Maricruz Sánchez (SPC)
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La contundente victoria de Moreno en las elecciones andaluzas sienta las bases de una 'hoja de ruta' focalizada en la moderación y las mayorías absolutas que Feijóo quiere culminar con la conquista de la Presidencia del Gobierno

Puerta abierta a Moncloa - Foto: Daniel Pérez

La incontestable victoria de Juanma Moreno en Andalucía era la gran demanda del PP desde que Alberto Núñez Feijóo llegó a la Presidencia del partido a primeros de abril. El gallego, acostumbrado a encadenar mayorías absolutas como líder de la Xunta, tuvo claro desde que aterrizó en Génova que ese era el camino que quería recorrer con los suyos. Por eso, llamó a recuperar los contundentes resultados que cosecharon en su día José María Aznar y Mariano Rajoy, en las sucesivas citas electorales. La primera prueba en este sentido llegó el pasado 19-J y, de la mano de Moreno, lo consiguió: obtener un resultado que solo retenía en su tierra, Galicia.

¿Cuál fue la receta del éxito? A nivel de estrategia política, tanto el candidato como el líder del PP mantuvieron durante toda la campaña tensionados a sus votantes. Les pidieron un respaldo suficiente para gobernar en solitario. Sostuvieron que conseguir una mayoría absoluta, por mucho que las encuestas les fueran favorables, era algo muy improbable. Así, mientras arengaban a los suyos, no cesaron en su empeño por atraer el voto útil, llamando a unir al centro derecha y apelando al votante progresista decepcionado con las políticas del PSOE de Pedro Sánchez.

El objetivo declarado era emular la victoria que obtuvo Isabel Díaz Ayuso en Madrid, que se quedó a cuatro diputados de la mayoría absoluta, aunque desde Génova ya dejaban caer que el símil madrileño no era el único posible, y que Moreno tenía delante la posibilidad de lograr triunfos como los de Feijóo en Galicia. 

El líder del PP pidió «una mayoría amplia, estable y contundente, como la que tenía él en la Xunta». Y el aspirante popular a la reelección se la facilitó, con los 58 escaños logrados de los 109 que integran el Parlamento andaluz, o lo que es lo mismo, más de un 43 por ciento de los sufragios. 

Con ese resultado, Moreno, que ya era un dirigente territorial de peso en el partido antes de que los barones apartaran a su anterior líder Pablo Casado de la Dirección Nacional, se convertía además en un referente. Con galones, había logrado superar la hazaña de Ayuso en Madrid y por si fuera foco, afianzar aún más a Feijóo. 

En este punto entraba en juego el segundo ingrediente de la receta del éxito del PP el pasado 19-J: consolidar el modelo, la forma de hacer del gallego. Frente a la actitud impetuosa de la presidenta madrileña, Moreno enarbola la bandera de la moderación, la gestión como aval y la centralidad de la que hace gala también el líder de la oposición. Un modus operandi, un efecto Feijóo, que ahora también sería un efecto Moreno, que desata pasiones entre los populares y que, dados los resultados en Andalucía, sube el listón ante las futuras elecciones municipales, autonómicas y, en último término, una generales que como muy tarde tienen que celebrarse en diciembre de 2023.

Con el que fuera presidente de la Xunta durante cuatro legistaturas consecutivas asentado en la séptima planta de Génova y tras cuatro años de Gobierno de Moreno en la Junta, el PP aún celebra una semana después de la cita en las urnas que la izquierda haya obtenido el peor resultado de su historia en Andalucía, con 30 escaños, en el que tradicionalmente había sido su feudo, la autonomía más poblada de España. Un «fiasco», como señalan los conservadores, que pone sobre la mesa que algo no está funciona en el PSOE. 

La lectura de Ferraz

Feijóo ya definió su proyecto al frente del PP al tomar sus riendas como la «antítesis» del sanchismo y, al confirmarse la victoria de Moreno, la secretaria general de la formación, Cuca Gamarra, retomó esta idea, señalando que el 19-J había «ganado el antagonismo a Sánchez y fracasado el presidente del Gobierno», al que pidió una reflexión.

«Estas elecciones han sido en clave andaluza, pero todo el mundo sabe que había también un deseo de sacarle tarjeta roja a Sánchez», opinó por su parte Moreno, convencido de que su triunfo abre una vía para reagrupar al centro derecha «por el carril central», dejando de lado otras opciones «más incómodas» y con las «manos libres frente a partidos como Vox». Y todo gracias a las políticas «moderadas».

Sin embargo, los socialistas se niegan a hacer un análisis nacional de los comicios andaluces. Rechazan esta opción pese a que la mayoría absoluta del PP desmonta la tesis que mantuvieron durante toda la campaña al advertir de que en Andalucía solo había dos opciones: o un Ejecutivo progresista encabezado por ellos o un Gobierno de coalición de los populares con los de Santiago Abascal. 

No contemplan tampoco ninguna remodelación en el Gobierno, como ocurrió tras la debacle en las autonómicas de Madrid. Desde Ferraz solo lamentan que el electorado progresista no se haya movilizado, pero mantienen que el proyecto del PSOE sigue siendo fuerte y confían en que los suyos se activarán de cara a unas generales, ya que en este caso no querrán arriesgarse a perder el Gobierno. 

Mientras, los populares ya han activado su maquinaria política con la vista puesta en las próximas citas en las urnas. Su intención es trabajar para extrapolar el inédito resultado en Andalucía a las autonomías y los ayuntamientos, que supondrán en la primavera de 2023 la segunda prueba de fuego de Feijóo como líder del PP. El siguiente paso, como ya han dejado claro tanto Moreno como el propio gallego, será la conquista de la Moncloa. Una meta hacia la que, aseguran en Génova, se dio el primer paso, uno de gigante, el pasado 19-J.